Las paces en Puerto Rico
El acto de clausura del VII Congreso de la Lengua apacigua las polémicas y desencuentros
Citando unos versos de Unamuno —“la sangre de mi espíritu es mi lengua”— arrancó, el viernes por la tarde, el poeta José Luis Vega, presidente de la Academia Puertorriqueña, el acto de clausura del VII Congreso Internacional de la Lengua Española, el primero que se ha celebrado en un país antillano, como enfatizó. Si la inauguración el pasado martes estuvo marcada por la polémica y la reivindicación, esta clausura oficial se desarrolló como algo parecido a un acto de reparación y conciliación, menos concurrido y con muchos menos nervios. El sábado aún habrá conferencias y encuentros, pero las sesiones oficiales terminaron este viernes.
Vega marcó el tono del acto con su intervención en la que recordó que atendiendo estrictamente a las cifras demográficas el español sería un idioma americano con un apéndice europeo: España sólo tiene al 10% de los 500 millones de hablantes de esta lengua. Pero añadió, “la demografía escueta oculta otros aspectos; de las 21 naciones que comparten la lengua ninguna ha invertido tanto en el capital simbólico del idioma como España”. Por su tamaño, Puerto Rico con tres millones de habitantes, sólo está por delante de Panamá y Uruguay en número de hablantes. Y sin embargo, su historia demuestra el apego de esta isla al idioma en que se escribió su independencia en el siglo XIX: en cuestión de resistencia idiomática Puerto Rico está a la cabeza de la lista. “El Tratado de París confirmó los peores temores, éramos el cordero Pascual, en una historia que aún no termina. El drama de la identidad amenazada se parapetó en el idioma, un español de gran creatividad, resistencia y sólida tradición literaria”, apuntó Vega en su contundente repaso histórico. Rafael Rodríguez Ponga, secretario general del Instituto Cervantes que ha celebrado en este congreso su 25 aniversario, lo señaló como “un ejemplo mundial de lealtad lingüística”, antes de cantar las alabanzas tanto al uso del español en la isla como a la organización de este congreso en el que se han reunido 140 ponentes de 25 países y por el que han pasado 8.000 personas. “Estamos aquí porque queremos entendernos”, insistió Rodríguez Ponga que acabó su intervención –en la que incluyó una referencia incluso al tirón del ídolo boricua Ricky Martin en Filipinas—, sacando un cartel, perfecto para la foto, en el que se leía de su puño y letra: “Gracias Puerto Rico”.
De la literatura y de la creatividad, de la ciencia y la poesía se ha hablado mucho estos días en las sesiones y en las actividades paralelas al congreso en San Juan, una cita a la que solo ha faltado la representación oficial de la Academia cubana de la lengua, al parecer por razones de visado, como explicó el escritor Leonardo Padura, (que no es miembro de la academia de su país, pero que ha sido investido como académico honorario en la academia de Puerto Rico). El novelista dedicó su intervención a la construcción física y verbal de La Habana –“posiblemente no hay ciudad como esta de muros de piedra y argamasa de palabras”— en la que tuvieron un destacado papel el poeta romántico, rebelde y desdichado, José María Heredia o el crítico Domingo del Monte –“intelectual que dio el braguetazo mayor de la historia insular”, y en cuya casa congregó la más célebre tertulia--, y Alejo Carpentier. Y de la construcción a la deconstrucción de esa misma ciudad, --con los “vacíos y fantasmas, pobreza y exilio” que reflejan en su trabajo escritores como Reinaldo Arenas o Karla Suárez-- antes de abordar al juego mágico de Cervantes que la catedrática López Baralt desentrañó en su ponencia, buscando la pasión que Borges intuyó en Cervantes por lo sobrenatural, los juegos de realidad y ficción los recursos de falso autor, de personaje que se sabe parte de una historia. La de esta semana en San Juan pareció acabar de enderezarse en el momento de las despedidas.
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