Miquel Barceló: “Esta moda antitaurina es una estupidez”
El artista mallorquín reúne en la Calcografía Nacional una selección de sus grandes series
Miquel Barceló (Felanitx, Mallorca, 1957) lleva más de tres décadas compatibilizando sus grandes pinturas con las artes gráficas. El afán experimentador mostrado desde comienzos de su carrera a través de los materiales orgánicos encontró en el grabado, la estampación o la impresión todo un mundo de posibilidades que a día de hoy sigue ocupando su tiempo. Desde los carteles para conciertos firmados en los ochenta hasta las imágenes taurinas inspiradas en José Bergamín, Barceló confiesa que el trabajo con estos soportes no le agota nunca y siempre le ofrece un resultado sorprendente. El Museo de la Calcografía Nacional expone hasta el 20 de enero una amplia selección de sus trabajos por ser premio nacional de Arte Gráfico 2014. El galardón incluye el regalo de dos estampas de Los Caprichos de Goya y una de la Tauromaquia.
Los temas que trata en su obra gráfica tienen mucho que ver con sus pinturas, esculturas o cerámicas: autorretratos, pulpos, cabras, toros. Pero si hubiera que escoger uno que predomine sobre el resto sería el mundo taurino; un ámbito en el que encuentra belleza e inspiración y sobre el que no entiende que se haya montado una campaña tan feroz como la que se vive en toda España y especialmente en las Baleares. Su última serie, fechada en 2015 lleva por título La soledad sonora, un homenaje a José Bergamín y a su obra taurina La música callada del toreo, a partir de la música callada del mundo del toreo. "Los toros me gustan por lo que cuentan. La moda antitaurina me parece una estupidez. Yo nunca iría a cazar, a disparar tiros contra los animales, pero he estado en los toros y pienso volver". Y añade que en su finca mallorquina tiene, entre otros animales, toros rojos que viven por el campo libremente. "Ni los toreo, ni me los como. Tampoco soy un ganadero, tengo unos pocos ejemplares silvestres de los muchos que hay por allí y cuya función es limpiar de el campo de malas hierbas".
A Miquel Barceló, vecino del barrio parisino de el Marais desde hace veinte años, los atentados del viernes por la noche le pillaron en su casa, con su familia. "Es tremendo. Mi reacción consistió en ponerme a pintar sin parar. Estuve pintando todo el sábado. Es inconcebible que unos niños estén matando a otros niños. No hay ninguna explicación razonable. Bataclan era para mí como la sala de El Sol o el Cock en Madrid, cuando era jovencito, un lugar en el que entrar a tomar algo o escuchar música muy a menudo".
Sobre sus planes inmediatos prefiere no extenderse demasiado. A primeros de 2016 protagonizará una doble exposición en la Biblioteca Nacional y en el Museo Picasso de París. "Mis obras formarán un diálogo con Picasso pero ni remotamente me quiero medir con él. Soy un admirador entregado desde siempre. Estaría loco si quisiera compararme. Sería igual de tonto si quisiera compararme con Goya por estar aquí en este museo". Lo único que quiso adelantar es que algunas de las obras tendrán tamaños inusuales. Una de ellas, que ha rematado en estos días, se titula Sol y sombra y mide 120 metros. "Antes de marzo expondré en Zurich y en Nueva York. Pero de París es mejor no adelantar acontecimientos. Lo único que puedo decir es que me hace una ilusión enorme y le estoy dedicando toda mi energía".
Durante la misma presentación de la exposición, el académico Juan Bordes anunció el nombre del ganador de este año, el artista José María Sicilia (Madrid, 1954), amigo de Barceló y uno de los muchos creadores que en la década de los noventa decidieron instalarse en las Baleares. "No he influído en el jurado, pero me alegra porque si hay alguien que haya experimentado con las artes gráficas, ese es José María Sicilia".
Babelia
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