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MANERAS DE VIVIR
Columna
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Que los metan en la cárcel

Rosa Montero

Ya sé que el bombardeo mediático en torno a la muerte de Michael Jackson ha sido abrumador, pero permítanme hablar un poco más del tema. Y, en concreto, del paroxismo químico que rodeó su vida. Lees la lista de las sustancias que tomaba y te parece estar preparando el examen final de la carrera de Farmacia. Drogas brutales, cócteles aturdidores de una potencia letal, y nunca mejor dicho. Venenos, eso sí, todos legales: nada de irse por los oscuros soportales trapicheando dosis con algún camello. Jackson era famoso, rico (aunque endeudado) y el rey del pop. Y los reyes de la farándula tienen médicos capaces de extenderles todo tipo de recetas, por ponzoñosas que sean. Viendo la retahíla de fármacos no pude evitar pensar en todos los enfermos terminales que mueren en España sin sedación suficiente para paliar sus dolores. Y en Estados Unidos, en donde hay 45 millones de ciudadanos sin seguro médico, las cosas deben de ser aún mucho peor. Todas esas personas sometidas al horror y al sufrimiento por diversos motivos (desde la falta de cobertura médica hasta los prejuicios seudorreligiosos), mientras una legión de galenos sin escrúpulos se dedica a drogar alegremente a las celebridades. Es uno más de los muchos disparates de esta sociedad disparatada.

"Quienes cometieron un delito evidente fueron los cirujanos plásticos de Jackson"

Me gustan los médicos y creo que, en general, son unos profesionales vocacionales a los que mueve un verdadero espíritu de servicio. Hay doctores maravillosos que se dejan la vida por ayudar a los demás, y hace unas semanas hablé en este mismo artículo de uno de ellos, el ugandés Matthew Lukwiya, que consiguió detener la epidemia de Ébola de 2000, aunque a costa de morir contagiado por esta terrible enfermedad. Pero los seres humanos, ya se sabe, estamos llenos de contradicciones y agujeros, de modo que también hay médicos alucinantes que se dedican a sacar el máximo rendimiento a sus enfermos y que los explotan como quien explota una granja de animales.

Y aquí tenemos de nuevo al pobre Michael Jackson como buque insignia de este tipo de vampirismo médico. Mientras escribo este artículo, que tardará semanas en publicarse, no sé si el doctor que le proporcionó las drogas será acusado formalmente de su muerte; pero a mí los que me parece que han cometido un delito evidente son los diversos cirujanos plásticos que le han ido operando a lo largo de los años hasta dejarlo convertido en una piltrafa orgánica. Y no se trata sólo de Jackson, no es una excepción propia del excéntrico mundo de las megaestrellas, sino que hay muchas mujeres a las que colocan unos pechos descomunales, o a las que deforman el rostro sometiéndolas a operaciones dignas del doctor Frankenstein: morros monstruosos, pómulos bestiales. Sí, por supuesto, claro que son los propios pacientes quienes piden esas prótesis anormales; pero hace falta ser muy mal médico y, desde luego, muy mala persona, para seguirle la corriente a alguien obviamente tan enfermo que ha perdido la conciencia de la realidad y de su propio aspecto. Cuando además seguir la corriente supone hacer físicamente daño, desfigurar a alguien para siempre, cortar y anestesiar y poner una vida en riesgo. ¿Qué se dirán esos médicos para acallar sus escrúpulos? ¿Que si no les destrozan ellos lo hará otro cirujano? Y, claro, sería ese otro médico quien cobrara la suculenta factura de la operación.

Y lo peor es que no se trata sólo de estética, y esto es todavía más inquietante. De todos es sabido que hay un cierto porcentaje de intervenciones quirúrgicas generales que son innecesarias. Apéndices que no había que quitar, hernias que no había que tocar. Y también hay pacientes ricos y desdichados a los que se sobreopera de manera despiadada: la pintora Frida Kahlo, por ejemplo, que se pasó la vida en los quirófanos, fue, al parecer, una de estas víctimas. Por no hablar de todos esos médicos que se dejan comprar por los laboratorios farmacéuticos con regalos de coches o viajes carísimos, y que después recetan medicinas que no son necesarias o no son las mejores para el paciente. Todas estas prácticas, claro, forman parte de la cuota de corrupción general: no es que los médicos sean peores que los demás, desde luego. Pero el problema es que, cuando los médicos se descarrían, lo hacen a costa de nuestra salud. Ayayay, qué miedo. Por favor, de entrada, y a modo de castigo ejemplar, que a los cirujanos plásticos de Jackson y de la duquesa de Alba los metan en la cárcel. 

Michael Jackson, cantante.
Michael Jackson, cantante.FOTOGRAFÍA DE ASSOCIATED PRESS

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