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Reportaje:REPORTAJE

La guerra en primera persona

Yolanda Monge

Cuando se tiene esta frase: "la mala noticia es que no dormiremos mucho esta noche, pero la buena es que mataremos a unas cuantas personas", hay que lograr publicarla. No importa tanto que uno sea escritor como que esté implicado hasta las cejas en las guerras de Irak o Afganistán.

El comentario pertenece a Nathaniel C. Fick, que participó en algunas de las más cruentas batallas de la guerra en Irak y vivió para contarlo en el libro One bullet away: the making of a marine officer (A una bala de distancia: la fabricación de un marine). "Había experimentado antes cientos de ataques aéreos en mis entrenamientos. Pero esto era de verdad... Tres, dos, uno... La cuenta atrás del impacto de las bombas y, de repente, vuelan por los aires dos camiones repletos de talibanes. Sólo quedó metal retorcido y pedazos de carne quemada junto a la carretera".

"Estos chicos han destrozado al pueblo iraquí. No tienen ningún problema en matar"
"Con los oídos todavía pitándome por la experiencia de ese día, me ponía a teclear como un loco"
"Lo único que recuerdo eran sus ojos, de un azul glacial. ¡No era posible que estuviera muerto!"

Algunas de las operaciones militares de Fick también están glosadas en el libro Generation Kill, del periodista Evan Wright, que luego dio pie a una serie de la televisión por cable HBO. Generation Kill es la primera generación desde Vietnam de jóvenes estadounidenses que es enviada a un conflicto que no tiene fecha de caducidad. "Se trata de la generación que supo de los valores de la presidencia de EE UU no a través de un inspirador discurso en el muro de Berlín, sino a través de una obsesión nacional con una mancha de semen por una mamada en la Casa Blanca". Así define Wright a los jóvenes que cada día libran la "guerra contra el terrorismo" iniciada por George W. Bush.

"Cuando estén bajo el fuego, ninguno de estos hombres dudará en disparar contra el enemigo", relata Fick. "En la Segunda Guerra Mundial, cuando los marines desembarcaban en las playas, muchos de ellos nunca disparaban un solo tiro. Dudaban. Pero estos tipos no". Y termina Fick preguntándose: "¿Han visto lo que han hecho con ese pueblo [iraquí]? Lo han jodido totalmente, lo han destrozado; estos chicos no tienen ningún problema en matar".

Ni con contar abiertamente lo que es la guerra.

La literatura norteamericana ha dado la bienvenida a un nuevo género en las estanterías de las librerías: los militares convertidos en escritores. Aunque el formato está lejos de ser nuevo -antes lo hicieron desde el general Ulysses Grant con sus memorias sobre la guerra de Secesión norteamericana hasta Norman Mailer con su novela sobre la Segunda Guerra Mundial-, la particularidad de estos libros es que los narran soldados rasos -aunque casi todos con títulos universitarios-, hombres situados en la primera línea de fuego. Mascar el polvo de las agrestes cordilleras afganas y evitar ser eliminado por los talibanes o ver cómo un ataque suicida con bomba en una plaza de Mosul (Irak) arranca de cuajo las dos manos a un compañero a la vez que vuela en pedazos a decenas de transeúntes les empujó a exorcizar las experiencias a través de la palabra, en prosa o verso.

"El teniente Jackson contempla sus inexistentes manos / No tiene sentido / Ningún sentido / Los muñones agitados al aire / Cuando unos instantes antes hacía 'bombas' de chicle / Desde la ventanilla de su Humvee...".

Con cien líneas de versos, el soldado Brian Turner describe el ataque en el que el insurgente se inmola en nombre de Alá. El título del poema es 2.000 libras y no escatima detalles sobre la crueldad de la guerra:

"El sargento Ledouix de la Guardia Nacional (...) / Morirá desangrado en pocos minutos / Pero se encuentra rodeado de una extraña belleza / Con la mano de una mujer tocándole la cara, cariñosamente / Como lo hubiera hecho su esposa / Sorprendido de encontrar una alianza en la destrozada mano / El oro brillante hundiéndose en la carne que ya toca el hueso".

Al escribir "Here, Bullet" (aquí, Bala), Brian Turner se limpiaba cada noche la guerra que le salpicaba por el día la cara y se jactaba de seguir vivo a pesar de tentar a las balas. "La poesía fue el vehículo perfecto", declaró cuando se publicó su libro. Siguiendo la tradición familiar, Turner sirvió durante siete años en el Ejército de Estados Unidos. Uno de los poemas más trágicos es Eulogy, escrito en memoria del soldado Miller, que se suicidó disparándose un tiro en la boca mientras hacía guardia frente el Tigris.

"Sucedió un lunes a las 11.20 / Mientras los guardas de la torre comían sándwiches / Y las gaviotas planeaban sobre el Tigris (...) / El soldado Miller se mete el cañón en la boca y traga fuego / El ruido hace que los pájaros abandonen el río".

La primera persona es lo importante. El "yo estuve allí". Porque cada relato de lo vivido forma parte de un día más de la guerra. "No se trataba de un ejercicio o una película", dice Craig M. Mullaney, licenciado en West Point y autor de The unforgiving minute. "Aquéllos eran soldados de verdad con sangre de verdad a quienes sus familias esperaban en casa". Mullaney reconoce que, en parte, escribió el libro como catarsis para superar la muerte de un hombre bajo su mando, el soldado O'Neill. "¿Qué hice mal?", se cuestiona el capitán del Ejército cuyo grupo cayó en una emboscada de Al Qaeda en la frontera entre Afganistán y Pakistán. "Lo único que recuerdo de aquel momento eran sus ojos, de un azul glacial, como los de mi hermano. ¡No era posible que O'Neill estuviera muerto!".

Las observaciones hechas en los cientos de páginas que componen esta nueva literatura son difíciles -imposibles- de encontrar en un informe de prensa del Pentágono. Para algunos lectores, estos libros han sido mucho más informativos que la cobertura de la guerra hecha por el diario The New York Times. Una de estas obras es la ácida My war: killing the time in Iraq (Mi guerra: matando el tiempo en Irak), de Colby Buzzell. A lo largo de cerca de 370 páginas, Buzzell recopila todas las entradas que hizo en su blog, uno de los más famosos de la contienda en Irak hasta que el Departamento de Defensa ordenó cerrarlo. Pero el camino para los que venían detrás quedó pavimentado. Según el Ejército de EE UU, miles de soldados en activo escriben cada día algún tipo de diario online, conocidos como milblogs. No pueden decir su localización ni revelar dónde se producen los ataques para no dar pistas al enemigo. El resto está colgado en la Red, crudo y real como la guerra misma.

"Mi libro se lo pasan unos soldados a otros, lo que se me hace muy raro", ha declarado Buzzell, hoy en la reserva, a la CNN. "Me llegan correos electrónicos de soldados en el terreno que me dan las gracias. A veces también me dicen que las cosas no han cambiado mucho desde que yo estuve allí en 2003...".

Bajo el seudónimo acrónimo de CBFTW (Colby Buzzell Fuck The War, Colby Buzzell Que Se Joda la Guerra), los apuntes internautas del misántropo recluta -que dice haber "leído y releído incontables veces todos y cada uno de los libros de [Charles] Bukowski"- arremeten contra los medios de comunicación, el movimiento antiguerra o cualquiera que diga entender lo que pasa en Irak. Escribía de forma visceral, "sentándome en el Internet-café de la base y con los oídos todavía pitándome por cualquiera que hubiese sido la experiencia de ese día, me ponía a teclear como un loco", describe Buzzell, a quien convencieron para unirse a la guerra diciéndole que en el Ejército se estaba mejor "que en un jodido Club Med de vacaciones".

La guerra le costó al soldado Buzzell su matrimonio y le ha dejado en herencia un diagnóstico de estrés postraumático que le evitó ser enviado a Irak en un segundo turno. Pero ni su libro ni los de sus antiguos compañeros de filas son un alegato contra la guerra. De hecho, muchos de ellos la apoyan y la defienden. Nunca la cuestionan. Sólo la relatan.

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Sobre la firma

Yolanda Monge
Desde 1998, ha contado para EL PAÍS, desde la redacción de Internacional en Madrid o sobre el terreno como enviada especial, algunos de los acontecimientos que fueron primera plana en el mundo, ya fuera la guerra de los Balcanes o la invasión norteamericana de Irak, entre otros. En la actualidad, es corresponsal en Washington.

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