Jesús está en el cielo
Es el presentador de variedades más moderno y querido de España. No para. Triunfa con 'OT'. Vuelve a reflotar 'Allá tú'. Actúa en 'Bea la fea'. Es embajador de ACNUR. De ídolo de chicas a gay comprometido, Jesús Vázquez ha tocado la gloria cuando se ha mostrado como es
-Míralo. Es el chico ése pelado de la segunda fila. El de la camisa de rayas. Se llama Roberto y es arquitecto o algo así.
-Sí, ya le veo. Es guapo también, pero vale más Jesús, dónde va a parar.
Dos señoras cotorrean mientras se zampan el cornete de chocolate que han encontrado sobre sus asientos de los estudios Mediapark, en Barcelona. Faltan diez minutos para que Telecinco emita en directo la gala de Operación Triunfo. José Antonio y Maite, dos de los alumnos más carismáticos, están nominados. Actúan Jamiroquai y Nelly Furtado. Setecientas personas bullen en espera de una señal de Álex, el regidor, para estallar en aplausos. Un centenar de técnicos, músicos y bailarines pulula enloquecido por doquier. Pero ellas están a lo suyo. El análisis detallado de ese sujeto de cráneo pulido que ha surgido de detrás del escenario y ha ocupado la única localidad libre de la platea. Un sitio privilegiado, a dos pasos del presentador. "Claro", explican, "es el marido de Jesús".
Jesús Vázquez Martínez, de 41 años -casado en efecto con el ingeniero Roberto Cortés-, es el conductor de OT, el programa más visto del domingo. La joya de la corona de Telecinco, que le ha enviado de urgencia a reflotar Allá tú, el concurso que él levantó a pulso y que no ha resistido su ausencia de unos meses. El presentador de variedades más moderno y querido de España. Flamante embajador de ACNUR, el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados. Imagen de Amnistía Internacional contra la persecución de las personas homosexuales. Guapo, rico, famoso. La estampa del éxito y la felicidad.
Pero ese mismo tipo alto, moreno, fibroso, de rasgos como aristas que se clavan a la cámara, estaba tal día como hoy hace nueve años sentado en el banquillo de los acusados de la Audiencia de Sevilla. Imputado junto a otros 47 varones por corrupción de menores en el bar de ambiente Arny. Ese cotizado presentador es el mismo que soportó dos años de "atroz" veto laboral desde su procesamiento en 1995. El hijo que perdió a su madre víctima del cáncer y la amargura a los 57 años, antes de verle absuelto en marzo de 1998. El cantante superventas -disco de oro en 1994- que se dejaba retratar con supuestas novias para alimentar una carrera de ídolo de adolescentes iniciada en 1990 en el espacio La quinta marcha, de Telecinco. Un niño grande que se ha pasado la vida en una montaña rusa.
Ése es el hombre que emerge ahora de bambalinas envuelto en la atronadora sintonía de OT, imponente en su terno negro de Hugo Boss, y pone el plató boca abajo sin que Álex tenga que mover un dedo. "Jesús es así", sentencian las contertulias.
Le ha llevado su tiempo. "La cámara lo ve todo. En esto no hay más secreto que ser de verdad y respetar al de enfrente. La audiencia es lista. Percibe la mentira, la pose, la suficiencia, y pone a cada uno en su sitio. Yo encontré el mío en la vida y en el trabajo cuando perdí el miedo. Ahora me muestro como soy", confirma el aludido. Eso ocurrió en algún momento entre la sentencia del caso Arny -libre absolución: el menor que le acusaba admitió que no le había visto en su vida- y la aparición de Vázquez caracterizado como Jesús crucificado en la portada de la revista Zero, en abril de 2000. Su salida del armario para el mundo.
"Mi familia y amigos ya sabían que soy gay. Pero cuando empecé en esto, los que me asesoraban me aconsejaron que no lo dijera, que me cargaba mi carrera. Eran otros tiempos. No había referentes. Algunos jugaban a la ambigüedad, como Miguel Bosé con sus faldas. Pero nadie, ni los más obvios, decían públicamente que eran homosexuales. A ver quién era el primero que se tiraba a la piscina. Yo, desde luego", admite Jesús, "no me atreví. Y tragué".
Siguió tragando, en realidad. Jesús Vázquez es homosexual desde que recuerda. "Siempre he sido consciente de lo que siento por las personas de mi sexo. Hay quien se escandaliza si digo que hay niños gay. Pero yo lo fui y nadie me puede rebatir lo que he sentido en mis entrañas". Cuando asiste al incesante goteo de episodios de acoso escolar, a Jesús se le remueven las tripas. A los diez años se dio de bruces con la ley del patio de la escuela.
Los Vázquez Martínez -matrimonio y tres hijos- llegaban a Madrid desde Ferrol (A Coruña) por traslado del padre, militar de carrera. "Fue brutal. Pasé de un colegio laico y mixto de provincias al ambiente de misa diaria y tintes fascistas de un colegio masculino de curas. Yo llevaba todas las papeletas. Tenía acento gallego", enumera, "era gordo, con gafas de culo de vaso y pluma. Lo más suave que me decían era vaca gallega. También me pegaban, pero yo me encargaba de que no se enterara nadie. Hubiera sido añadir vergüenza a la vergüenza y miedo al miedo".
Pero se estaba gestando un terremoto. Una hecatombe hormonal. El estirón mató al patito feo y a los 16 años Jesús Vázquez Martínez se convirtió en el cisne del colegio de los Agustinos de Padre Damián, en la zona norte de Madrid. "Me quité las gafas, me quité la grasa y me quité la pluma".
-¿Cómo se quita uno la pluma?
-Por miedo. Con un esfuerzo supremo y voluntario por intentar cuadrar en el grupo y no ser marginado. Te la quitas. Igual que ligas con chicas aunque no te gusten. Probando, negando, ocultando, mintiéndote a ti mismo y a los demás. Sufriendo mucho. La adolescencia es una etapa muy difícil en la que no tienes nada claro, estás muy inseguro y necesitas ser aceptado por la manada. Y para eso tienes que seguir sus reglas: vestirte como todos, hablar como todos y ligar como todos.
Vaya que si ligó. Se lo rifaban. Ellas y ellos, por distintas razones. "Las chicas de las Jesuitinas, el cole de al lado, me miraban. Y los mismos cabrones que me habían puteado durante años, de repente me llamaban porque les servía de reclamo". Jesús vio pasar el tren y se subió. Se dejó querer. "Me convertí en el líder. Salía, iba a las discotecas, las chicas me buscaban. Mi vida cambió radicalmente por mi aspecto, algo ajeno a mí. Luego, al ver que funcionaba, empecé a fomentarlo", admite, "empecé a ir al gimnasio. Vi que en esta sociedad la fachada es el 80% del éxito cuando eres joven, y dije: aprovechémoslo".
Es fácil imaginar al Jesús veinteañero, estudiante de Veterinaria en el Madrid de los ochenta. Un tío bueno y moderno. Pero sin pasarse. Su manada seguía siendo la de los niños pera de Padre Damián y ni loco iba a jugarse el sitio que tanto le costó ganar. Así que Jesús era muy capaz de combinar una falsa cresta punki apuntalada con gomina con un suéter sobre los hombros. O de pegarse una "fiesta salvaje" en Rockola y volver al redil del Tartufo con los colegas del colegio. Todo muy correcto, muy convencional. Muy heterosexual.
Así lo recuerda Natalia, su amiga del alma desde los tiempos en que ambos veraneaban en Pontedeume, un pueblo marinero de A Coruña. Las noches de cháchara en el bar Piñeiro o en el América. "Tenía mucho éxito con las chicas, pero las chicas no lo tenían con él". Las sesiones de Golpes Bajos, Siniestro Total o Glutamato Yé-Yé. El acercamiento hasta acabar enrollados. Y un día, en el invierno de Madrid, la confesión de Jesús.
"Vives una mentira constante y acabas loco. Paulatinamente, llega un día en que no aguantas más, y después de muchísimo miedo y angustia y noches sin dormir, buscas en tu entorno más próximo a quién se lo dices primero", recuerda Vázquez. Fue a Natalia. "Éramos medio novios, pero aquello no funcionaba porque yo no tiraba de la relación. Una tarde se lo dije: 'Soy homosexual, me gustan los chicos'. Ya lo sabía. Estaba esperando a que se lo dijera".
La gala de Operación Triunfo alcanza velocidad de crucero en Mediapark. José Antonio y Maite queman sus últimos cartuchos. Lo dan todo. Se dejan la piel. Él, de hecho, se rasga el pantalón en pleno éxtasis interpretativo de un hit de Bon Jovi. Los chicos van a cantar en volandas, de la mano de las productoras. Dos guardaespaldas les custodian. Está terminantemente prohibido hablar con ellos. Sólo Jesús tiene la palabra. "Encarni, ¿me has traído la paella que me prometió tu hija?", le espeta en directo a la madre de Maite, sentada en la grada. A Encarni, fusilada por los focos, se le ha ido el santo al cielo. "Bueno, pues el próximo día me traes un táper". Y se va a publicidad con todos tan contentos. Maite, su madre y los cuatro millones de espectadores del detalle del presentador.
La empatía es básica en "la fórmula" Jesús Vázquez. Un cóctel que no sienta mal a nadie. Que encandila de niños a abuelos y que ha izado a su autor a la cúpula del ecosistema televisivo español. Un hábitat despiadado en el que sucumben tres de cada cuatro programas que se lanzan cada temporada. Y en el que el todoterreno Vázquez ha logrado en los dos últimos años mantener en antena formatos tan diversos como los espacios de telerrealidad El debate de Gran Hermano, Hotel Glam y Supervivientes, o el concurso vespertino Allá tú. Un programa sin pretensiones cuya audiencia subió "décima a décima" a los mandos de Jesús hasta ser el más visto de la tarde. Así se lo traspasó a su paisana Silvia Jato el pasado septiembre. La gallega, fichada por Telecinco procedente de Antena 3, no ha podido mantener el tipo -la audiencia llegó a bajar del 25% al 17%-, y Alberto Carullo, responsable de la programación, acaba de enviar a Vázquez a desfacer el entuerto.
Este don de Jesús, hombre salvador, de bombero salvaprogramas, está también tras la resurrección de OT. Una marca desahuciada por TVE después de tres años en el aire y reflotada en 2005 de su mano por Telecinco. No es raro que Carullo presuma del contrato -"hasta 2009"- que liga a su cadena al "presentador más versátil de la tele".
"Más que en los formatos, creo en una forma de trabajar, que aplico en distintas dosis dependiendo de si es un concurso o un reality, horario de tarde o prime-time", revela Vázquez. La receta es la misma. "Trabajar mucho. Llegar al plató sabiéndote el guión al dedillo para poder meterte en jardines sin perder el camino de vuelta. Los momentazos de la tele son los que no vienen en la escaleta. Eso es lo que busco. Pequeñas dosis de improvisación aprovechando lo que te da el de al lado y, si no te lo da, provocarle tú sin perderle jamás el respeto. Dejar a cada uno disfrutar de sus cinco minutos de gloria". La paella de Encarni, en plata.
Después de abrir el primer cajón de su armario particular con Natalia, el alivio fue tal que Jesús amplía el círculo de los informados. Su hermana mayor. Su hermano pequeño. Sus íntimos. Su madre. ¿Su padre? La vida se hace más confortable. Más libre. Más divertida. Llegan los primeros novios sin tapujos. Cuelga tercero de Veterinaria y se presenta a las pruebas de la Real Escuela de Arte Dramático. "Entró a la primera", dice Natalia, que le acompañó a la audición. Ya entonces recibía llamadas de Chus Martínez, la madre de Jesús, pidiéndole que le quitara a su hijo los pájaros de la farándula de la cabeza. Los ingresos de algún trabajo de modelo tranquilizaban mientras tanto la inquietud familiar por el futuro del chico.
En Mediapark acaba la publicidad. Roberto, que había desaparecido entre cajas detrás de Jesús como en cada desconexión -"cómo se quieren, no le deja solo"-, vuelve a su sitio segundos antes de que su marido dé paso a Eva, Lorena y Vanessa. Las tres tigresas embutidas en lycra ejecutan una potente versión del Holding out for a hero, de Bonnie Tyler, que epata al respetable. Vázquez intuye el minuto de oro de la gala. En efecto, las contorsiones de las chicas convocan a la parroquia más nutrida del domingo: 6.170.000 espectadores, 33% de share. Carullo estará contento.
El líder de OT no aparenta sus cuatro décadas. Él lo sabe. Y lo explota. "Dejo que crean que soy más joven, pero la edad juega a tu favor". Así empezó todo, en 1990.
Valerio Lazarov y Giorgio Aresu buscan a alguien joven, guapo y sin vergüenza para presentar La quinta marcha, en la recién nacida Telecinco. Tienen a las chicas -las adolescentes Penélope Cruz y Mónica Molina-, pero falta un chico. Aparece Jesús. Cara de niño y 25 años en el carné. "Un embaucador con mucha soltura, se comía la cámara", recuerda Arni Giraldo, director artístico de Telecinco. El fichaje -25.000 pesetas por programa- fue inmediato. La fama, también. "Al día siguiente, no se podía salir con él", recuerda Natalia, "las chicas se le echaban encima". Aresu, viejo zorro, ve la mina. Mientras Telecinco explota el filón con Hablando se entiende la basca y galas estilo Desde Palma con amor, el italiano tiene otros planes para él. ¿Por qué presentar a otros pudiendo ser el presentado?
La estrategia toma forma de elepé. A dos centímetros de tu boca vende 50.000 copias en 1994. Pero algo no cuadra. El nuevo ídolo, el capricho de las nenas, es un buen chico. Demasiado. Sin novia conocida ni por conocer. De entonces datan las fotos de Jesús y una despampanante Marlene Mourreau retozando en la playa. "Era el sistema. El diseño de carrera que me habían hecho otros. No estoy excusándome, pero si eras un chico guapo de la tele tenías que salir con chicas para cimentar la imagen de seductor. Yo ya tenía novietes, y me lo reprochaban. Me sentía fatal". Así que, por unas cosas u otras -su parte del pastel no estaba a la altura de la tarta que generaba-, Vázquez abandona la tele que le lanzó.
Estaba representando La importancia de llamarse Ernesto con Gemma Cuervo, cuando Chus Martínez recibe una llamada en su casa de Madrid. Es 1995. Si su hijo no se presenta en un juzgado de Sevilla, su señoría dictará orden de busca y captura contra él. El caso Arny le estalla en la cara. Jesús conoce bien Sevilla. Allí vive un novio suyo, mayor que él, propietario de El Lamentable, uno de los locales más divertidos de la ciudad. Allí ha pasado muchas noches de marcha en bares con o sin ambiente. Menos en el Arny.
"No sé quién urdió aquella trama miserable, qué intereses había detrás. Parecíamos unos psicópatas violando niños en un cuarto oscuro, cuando algunos ni habíamos pisado ese bar. Y si hubiera estado, no es ilegal ir a un local de ambiente. Claro que los hay, claro que se liga, cierto que hay menores completamente desprotegidos por sus familias y por la Administración que ejercen la prostitución. Esos son los primeros responsables, no el cliente del local. Busquemos a los responsables de que existan esas bolsas de miseria que llevan a la gente a eso. A nosotros nos vapulearon para al final salir exculpados".
El de Natalia es de los pocos nombres que permanecen en la agenda de Jesús desde entonces. "Muchos le negaron. Era ridículo. Quienes le conocíamos flipábamos. ¿Jesús corruptor de menores? ¡Si los chicos se le tiraban! ¡Con lo escrupuloso que es! Nunca dudé de él. Tampoco entendí la reacción de la gente. Le insultaban por la calle. Era tan absurdo como cuando empezó su fama. No se puede amar a alguien de repente sin conocerle ni tampoco odiarle sin escucharle".
Dos años de procesamiento y cinco meses de banquillo -"he cumplido condena siendo inocente: estuve de octubre de 1997 a febrero de 1998 secuestrado de ocho de la mañana a seis de la tarde. No nos dejaban ni cruzar las piernas"- dejan a Jesús exhausto. Chus, su madre, ha fallecido tras enfermar y encerrarse en casa incapaz de asumir la lapidación de su hijo. Él mismo está en bancarrota tras dos años y medio de paro forzoso. "Todos los proyectos en marcha se pararon. Nadie me llamaba, y si llamaba yo, no había nada para mí. Gracias a Jorge".
Jorge Cadaval, 46 años, el alto de los Morancos, compañero de banquillo en el caso Arny, fue su "ángel de la guarda" en Sevilla. "Aparte de darme literalmente de comer y de dormir, fue mi salvación. Y además nos reíamos. Era como estar metido en un gag de la omaíta 24 horas al día", recuerda Vázquez. Fue allí, en la casa de Cadaval en la calle Betis, atestada de hermanos, cuñados y sobrinos, donde un Jesús "hundido" empezó a "levantar cabeza". Incluso antes de la sentencia.
"Le daba vergüenza hasta salir, y no se lo permitimos. Nos tirábamos a la calle todo el día, ya llorábamos bastante en casa. Aquí aprendió a ir por la vida con la cabeza alta. Entre los dos nos ayudábamos para venirnos arriba", recuerda hoy Cadaval. "Creo que el Jesús triunfador de hoy se empezó a fraguar entonces".
El público de 'Operación Triunfo' ha decidido que sea José Antonio quien abandone la Academia. El chaval se viene abajo. Un hombre hecho y derecho llorando a moco tendido. Jesús le abraza. El público se escalda las manos a aplaudir. "La vida está ahí fuera", consuela Vázquez. "Y ya sabes, en época de emociones no tomes decisiones. Ya me lo decía mi psicólogo".
Psiquiatra, para ser exactos. Poco después de la sentencia, Jesús toca fondo. La muerte por cáncer de su amor de entonces, José, con quien vive en Londres, le noquea. "Venía arrastrando mucho y eso me supera. Me desplomé". Meses de psicoterapia, de pastillas -"me dopaban, me llevaban, me traían"- y de mimos no resultan. "Sólo sentía un vacío en el alma. Ni familia, ni amigos, nada me consolaba. Hasta que, pum, apareció otra vez la lucecita".
El piloto rojo de una cámara. Le llaman de Canal Sur -"Sevilla tuvo que ser"- para "volver a empezar de cero" en la tele. Un programa "muy tonto, pero muy gracioso" en el que famosos de todo pelaje metían mano en urnas llenas de todo menos de votos. Gente con chispa. "No tenía cabeza, ni fuerza ni ganas. Pero fui, y salí dos horas del infierno. Volví a sonreír. Dije: esto es mejor que el psiquiatra. La tele me salvó".
El resto es conocido. Gente con chispa engancha a los andaluces. Se exporta a las autonómicas. Vázquez, prudente, mantiene este seguro después de darse un batacazo de audiencia con La Central, un late-night para Antena 3 que no soporta el rodillo Crónicas Marcianas. Carullo está ojo avizor.
Recién desembarcado en Telecinco, el italiano quiere marcar estilo. Nuevos formatos, caras nuevas. La primera OT arrasa en TVE. Telecinco contraataca con Popstars, una Academia para jovencitas, pero hace falta un presentador. Alguien joven, guapo, sin vergüenza. Ve a Jesús y va a por él. El hijo pródigo vuelve a casa. Un hombre en las antípodas de Carlos Lozano, que derrama testosterona por el plató. Porque a estas alturas, Jesús había perdido el miedo.
Adiós al pánico que le había hecho permanecer en el armario en los peores momentos del juicio. Ya no tenía nada que perder. "No podía estar peor, así que decidí ser coherente. Cuando pierdes el miedo te sientes libre, y entonces tienes que comprometerte con lo que eres y lo que crees, no puedes seguir callado". El propio Jesús descolgó el teléfono y llamó a Zero. El ropero es historia.
El nuevo ingrediente de la fórmula Vázquez -hablar de sí mismo sin careta- es definitivo. Telecinco explora a fondo sus posibilidades. Simultanea tres programas en antena. Él se deja querer, otra vez: "Tenía mono del frenesí de la tele". La audiencia responde.
Jesús Vázquez es el primer comunicador abiertamente gay que logra esa unanimidad de público. Su amigo Boris Izaguirre, uno de los primeros invitados a Gente con chispa, tiene su tesis: "Jesús ha nacido para comunicar. Enuncia una palabra y se convierte en mensaje. Hemos hablado de la importancia de reconocer la propia sexualidad en la tele. Los dos lo hemos hecho, de forma muy distinta, y creo que ambas posturas han sido positivas para otras personas. Pero él tiene algo y yo no. Es bello. Por dentro y por fuera. Es brutalmente atractivo y generoso. Nadie le ve como homosexual, sino como Jesús, el chico de la tele, y eso es increíble".
Vázquez ha conseguido algo que no tuvo. "Es un referente homosexual positivo. Él, más que otros, ha normalizado el matrimonio gay. Es un cóctel explosivo de coherencia, valentía y generosidad y eso traspasa la cámara", opina Pedro Zerolo, miembro de la ejecutiva del PSOE e histórico activista gay.
Amante confeso de los momentazos en la tele, Jesús regaló uno a TVE. Fue en la primavera de 2005. En Las cerezas, de Julia Otero. Allí, con Trinidad Jiménez por testigo, pide en matrimonio a su novio, Roberto, ante un par de millones de espectadores. La entonces concejal socialista de Madrid se compromete a oficiar la ceremonia, aún ilegal, cuando sea posible. "Ninguno imaginábamos que iba a ser tan pronto", confiesa hoy Jiménez. El 3 de noviembre de 2005, Jesús Vázquez y Roberto Cortés se casan. Al día siguiente, en Barcelona, Vázquez recoge el Premio Ondas. "No está mal para la crisis de los 40, ¿no?".
Jesús, ahora, vive al día. Calibra con Roberto acoger a un niño: "Sólo nos acobarda que lo puedan reclamar sus padres biológicos, pero la adopción internacional es imposible para los gays". Juega con su hermana María, de cinco años, la criatura que ha cerrado ciertas heridas familiares. Se escapa con Roberto a Extremadura y se trae el BMW X-5 hasta arriba de tomates del huerto de su suegra. Disfruta el momento.
"Me encanta lo que hago. Llevar la batuta de OT, por ejemplo, tener a cien tíos bailando a tu son, me pone cantidad", bromea. Y sigue aplicando La Fórmula. "Tengo que lidiar con todo tipo de gente, sí, pero se trata de darle a cada uno su sitio. Es muy fácil humillar a alguien con los gestos, el vocabulario, o la pose de estrella. Pero tengo muy claro que no hay nadie imprescindible. Mira lo que le ha pasado a tantas reinas de las mañanas, princesas de la tarde o emperadores del late-night. La gente sabe mucho de televisión y si no le gusta lo que ve cambia de canal o se pone a chatear con gente como ella".
"Tiene los pies en la tierra", confirma Natalia. "Ha sufrido mucho, pero ha sido capaz de sacar de ello una lección de vida. Ahora es él. Ha tomado las riendas de su vida y su carrera".
El futuro está abierto. Estos días, vuelve a ser actor en un capítulo de Bea la fea, la telenovela de sobremesa. El resultado está por ver. Pero juega con ventaja. Patito feo que se convierte en cisne. El guión le suena. Y se sabe el final.
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