Sexo, drogas y Judy Garland. Rufus Wainwright
Teatrero. Genial. Amanerado. Divertido. Megalómano. Ocurrente. Engolado. Con ustedes, Rufus Wainwright, la nueva estrella del pop para adultos. Un showman sin pelos en la lengua que luce boas de plumas en escena con la misma soltura con que pone los pelos de punta a la audiencia cuando se sienta al piano y canta "estoy tan harto de ti, América". Nació hace 34 años en Nueva York, pero se crió en Canadá. Entretiene, pero sobre todo conmueve. Famoso entre los músicos antes que entre el gran público, se metió a la crítica en el bolsillo en 2003, cuando publicó Want one, disco con el que reinventó el pop barroco. Un trabajo que todo amante de la música debería tener en su discoteca.
Es 12 de octubre y estamos en la Literary & Philosophical Society, una bonita biblioteca de Newcastle, una ciudad al noreste de Inglaterra cuyos habitantes te llaman pet (mascota) a la primera de cambio. Uno de los puntos del globo a los que le ha llevado la gira de su último disco, Release the stars, y que este mes tiene cinco paradas en España. "Un espectáculo a lo grande en recintos íntimos", en palabras del propio Rufus, que añade: "Si vendiera un montón de discos, como Madonna, sería perfecto, pero no es el caso y me estoy arruinando. Me siento como David Bowie en la época de Ziggy Stardust. Era el más grande y también el más pobre".
Charlar con Rufus es entretenidísimo. Para él no hay preguntas incómodas. Y su vida da para muchas. Hablemos, por ejemplo, de cuando le violaron. A los 14 años, obsesionado por su recién descubierta inclinación sexual, empezó a frecuentar bares de ambiente. "Me dediqué a jugar con fuego. Era una lolita. Me acercaba a quien me gustaba y le preguntaba si quería acostarse conmigo". Mantuvo relaciones consentidas con muchos adultos, pero en una ocasión la cosa se le fue de las manos: una de sus conquistas le violó en un parque e intentó estrangularle. Rufus se salvó simulando un ataque de epilepsia. "Tardé diez años en poder hablar de ello, aunque ahora opino que todos me violaron un poco. Aunque el sexo era consentido, si tienes 20 años y un chico de 14 te pregunta si quieres acostarte con él... En fin, tienes que decir que no. Pero no me arrepiento. Estaba hambriento de conocimiento, como Eva".
Durante años, Rufus vivió la vida loca y abusó de todo tipo de sustancias, sobre todo del cristal (cristal de metanfetamina). Hasta el punto de quedarse ciego. "La droga está hecha con tanta mierda que el cuerpo necesita sudarla y sí, perdí la visión por unas horas. Llevaba cinco días de fiesta y había tomado somníferos... Las drogas pueden ser muy divertidas, pero si no las pruebas, probablemente sea mejor. Estuve un mes en un centro de rehabilitación y cuando me marché me dijeron: 'Mira bien a tus compañeros, diles cuánto les quieres... y no los llames nunca".
Hijo de dos cantantes folk, Kate McGarrigle y Loudon Wainwright III, Rufus creció rodeado de música. Mamá le enseñó a tocar el piano. "No era un genio de la técnica, pero tenía mucha madurez emocional. Quería dedicarme a esto, ser Judy Garland... De no ser por mi madre habría llegado a estrella de televisión y habría acabado suicidándome, pero ella supo encaminarme. Nunca tuve que cuestionarme qué iba a ser de mayor. Creo que por eso parte de mí no ha crecido y que se nota en mi música".
Es un tópico, pero Rufus, el hijo gay, está muy unido a su madre. Era un adolescente cuando ésta, que acababa de pasar por una separación llena de infidelidades y escenitas, descubrió su inclinación sexual. "Encontró revistas de porno gay en mi cuarto, se sirvió un whisky y me dijo: 'Rufus, no me digas lo que no quiero escuchar, ¿eres gay?'. Le respondí que no, claro. Es una mujer liberal, pero entiendo que entonces (a principios de los ochenta) ser homosexual sonaba a sentencia de muerte. Le pasó como a Cher, que cuando supo que su hija era lesbiana le dio pánico. Ya sabes, está muy bien que mi peluquero sea gay... ¡pero no mi hijo!".
Rufus gesticula mucho al hablar. Entrelaza las manos, echa la cabeza hacia atrás. No pierde oportunidad de soltar una broma ingeniosa. Luce un cutis envidiable y unos extraños zuecos con suela de metal, "muy prácticos en los aeropuertos: son fáciles de quitar y si ves a un terrorista puedes agredirle con uno de ellos". Lleva una camisa con estampado paisley y dos anillos: un sello de oro con el escudo de los Wainwright y uno gigantesco con diamantes, "regalo de mi amigo Elton John". A Rufus le encanta hablar de sus "amigos" (Leonard Cohen, Marianne Faithful, Tori Amos, Carrie Fisher...), y a todos ellos les encanta hablar de Rufus.
Fue uno de estos amigos, Neil Tennant, líder de Pet Shop Boys y productor de Release the stars, el que le recomendó que visitara esta biblioteca, de la que es fundador. Pero Rufus apenas le presta atención. El día anterior actuó en Dublín y se acostó a las siete de la mañana. "Oh, ya sabes cómo son los irlandeses, todo el mundo quiere verte", dice quitándose las enormes gafas de sol como sólo una diva sabe hacerlo. Tras echar un vistazo a los libros y los cuadros decimonónicos de las paredes, concede: "Me recuerda a esa época en que el mundo era un lugar enorme, maravilloso y medio vacío".
A pesar de la resaca, el cantante se muestra muy centrado. De las drogas, dice, ha tenido suficiente. Está viviendo el mejor momento de su carrera y tras varios años de acá para allá acaba de comprarse un apartamento en Nueva York, la ciudad donde vive su "hombre", el agente del director de escena Robert Wilson.
¿Cree en la monogamia? No, pero creo que el sexo es una fuerza peligrosa. Lo que sucede cuando dos cuerpos se unen es tan fuerte que siempre suele haber algún tipo de drama. Aceptar eso es duro para un hombre, pero si hay sexo, hay un impacto. Aunque sea algo casual, te quita tanta energía que, si estás bien con alguien, no creo que merezca la pena.
¿Cuáles son sus próximos planes? Terminar esta gira y dedicarme durante un año a dar un montón de conciertos en solitario para ganar dinero. Después me centraré en terminar la ópera que me encargó el Metropolitan.
¿De qué va a tratar? La he llamado Prima donna y cuenta un día en la vida de una diva arquetípica a la que le van pasando cositas. Hay muchos temazos y no va a ser muy larga, así que le puede gustar incluso a quien odie la ópera.
Sigue en su conquista de un público cada vez más heterogéneo. Es cierto. Gusto a adolescentes, ancianas, hombres, mujeres, transexuales, intelectuales, locos... Pero todos son blancos. La única característica que no he conquistado es la raza. Me voy a inventar 'El día Rufus Wainwright, regálale a tu amigo negro mi álbum'.
Rufus Wainwright actúa esta noche en Barcelona; el próximo día 7, en San Sebastián; el 9, en Cartagena (Murcia); el 11, en Málaga, y el 12, en Madrid.
Las cosas de Rufus
Su primera vez
1. Primer recuerdo de infancia. Estar abalanzándome sobre unos pitbull en un parque. Mi madre me agarró del pantalón y me salvó de una muerte segura.
2. Primera canción que le atrapó. 'The safety dance', de Men Without Hats, un grupo pop canadiense.
3. Primera frustración. El día que por fin marqué un gol en el colegio. ¡Pero en mi propia portería!
4. El primer libro que le hizo soñar. 'Las crónicas de Narnia', de C. S. Lewis. Quería ser como Lucy.
5. La primera borrachera. Tenía 13 años y había estado bebiendo con amigos del colegio. Vomité 21 veces.
6. Primer beso. Fue en un campamento donde nos enseñaban a montar a caballo. Había una chica que estaba loca por mí y yo estaba loco por su monitor, pero acabé besándola a ella.
7. El primer concierto. Uno de Cindy Lauper. Me recuerdo subido a una silla cantando 'Girls just wanna have fun' (Lo que quieren las chicas es divertirse).
Lo que hay que hacer una vez en la vida
1. Escuchar un disco de María Callas tras una noche de marcha, a ser posible mientras sale el sol.
2. Comerse una bolsa de 'marshmallaws' (nubes de azúcar). Que no se convierta en un hábito, pero una vez...
3. Besar a una persona de tu mismo sexo y del sexo opuesto. Y a ti mismo ante un espejo.
4. Leer 'La montaña mágica', de Thomas Mann.
5. Comprar joyas. Cuando estalle la guerra, las vamos a necesitar para sobrevivir.
Querida Judy Garland
Rufus tiene una fijación. Además, con nombre propio: Judy Garland. Musa gay planetaria, el músico quiso hacerle un homenaje parafraseando el concierto que ofreció la diva en 1961 en el Carnegie Hall.
Colaboradores de talla fue lo que se buscó Rufus para este concierto que ha mimado hasta el último detalle: vestuario de Viktor & Rolf y dirección de Sam Mendes. El DVD saldrá próximamente a la venta.
La coincidencia quiso que Judy Garland muriera el mismo día que ocurrieron los sucesos del bar Stonewall: principio activo de las reivindicaciones homosexuales. Ella le decía a su perro Toto: "Creo que ya no estamos más en Kansas".
Canal + emite el concierto de Judy Garland a lo largo de todo el otoño.
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