Tan sólo un guiño al pasado
Antonio Vega llena la Sala Sol en uno de los conciertos organizados por la Comunidad de Madrid para recordar la movida
"Vendedores de nostalgia llaman a la puerta, ellos traen la fragancia que nos hizo enloquecer", cantaba José Ignacio Lapido con Antonio Vega a la guitarra en el concierto programado anoche por la Comunidad de Madrid dentro del ciclo destinado a recordar la llamada movida. Paradójico cuanto menos en una noche en la que afortunadamente tampoco hubo tantos guiños al pasado como cabía esperar.
Para empezar, no hubo tres conciertos, como parecía deducirse del cartel. Una pena. Sólo hubo uno, el de Antonio vega, que repasó sus mejores canciones como solista ante un público que, como suele pasar desde hace unos años, se divide en dos: los que adoran sus canciones y los que, además, le añaden a su directo el morbo de no saber si este será su último concierto o si llegará hasta el final dada su condición física.
Los segundos pincharon en hueso, ya que, pese al evidente deterioro físico de uno de los mejores compositores de la historia en castellano, a Antonio Vega le queda el suficiente hilo de locura como para defender sus canciones con solvencia encima de un escenario. El madrileño arrancó con Esperando nada y sumó a la lista hora y media de joyas como La última montaña, Hablando de ellos, Elixir de juventud, Anatomía de una ola, Ángel de Orión u Océano de sol.
Entre medio, las dos colaboraciones esperadas. José Ignacio Lapido, sin duda el compositor maldito del rock español por el altísimo nivel de sus canciones y la escasa respuesta del público y los medios a su trabajo, se subió al escenario para acompañar a Antonio en El sitio de mi recreo. Después fue el ex Nacha pop quien puso la guitarra para que el 'alma máter' de los geniales 091 cantara Humo, de su disco Música celestial (2001).
El siguiente en salir al escenario fue, evidentemente, Nacho García Vega, que tampoco se perdió en la nostalgia de los ochenta. El compañero de fatigas de Antonio en aquel entonces optó por recordar su disco en solitario Rompeolas, de 2001, y atacó directamente con Salto al vacío.
Y, por fin, la pregunta del millón: ¿Se juntaron todos para cantar La chica de ayer? Sí, pero eso fue al final, después de un bis en el que Antonio derritió al público cantando Una décima de segundo. El protagonista indiscutible de la noche comenzó a corear junto al público el himno oficioso de la movida hasta que mediada la canción salieron al escenario Nacho y José Ignacio para acompañarle con el famoso "mi cabeza da vueltas persiguiéndote". Fue el verdadero guiño al pasado en una noche en la que la nostalgia se paseó más entre el público que sobre el escenario.
Babelia
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