Un registro a la hora del café
Los trabajadores de la sociedad esperaron varias horas en el patio el permiso para abandonar el edificio - El suceso atrajo a vecinos y voceros anti-SGAE
No hay gloria sin dolor. Y ayer el corazón de Teddy Bautista (Las Palmas de Gran Canaria, 1943)debió de sufrir arritmias, cambios bruscos de sentimientos en cuestión de segundos, gran gloria, primero, y pena y dolor en mayores cantidades, después.
Amanecía cuando finalizó el recuento de votos en la jornada electoral para elegir la Junta Directiva de la SGAE de los próximos cuatro años. La lista que Bautista apoyaba -o que le apoyaba a él- había arrasado, obteniendo los 30 vocales posibles de los 38 en disputa (los otros ocho eran para la candidatura unitaria que se presentaba en el apartado de Editores Musicales). Bautista se dirigió después al tanatorio, a honrar al fallecido Antonio Delgado, abogado, uno de los miembros más veteranos de la SGAE, de los primeros en luchar por los derechos de autor. Y a partir de las diez y media, la locura. Como contaba uno de los trabajadores de la SGAE, la Guardia Civil entró en el edificio, pidió a cada uno de ellos su documento nacional de identidad y después les fue desalojando hacia el patio interior del palacio de Longoria, donde llegaron a juntarse unos 60 trabajadores. Solo pudieron abandonar el palacete los alumnos de un máster de gestión cultural que se estaba impartiendo en la SGAE, y que fueron asaltados por los periodistas, que ya se congregaban por decenas en las dos puertas del edificio. "No sabemos nada", "nos han dicho sencillamente que saliéramos", comentaban nerviosos. A su alrededor, el despliegue del instituto armado dejaba claro que la cosa iba para largo. El cierre a cal y canto de la SGAE casi pilló en su interior a dos miembros de la candidatura opositora De Otra Manera (DOM): "Nos hemos librado por los pelos, hemos salido y han cerrado el edificio". Ellos estaban preparando una reunión de valoración de los resultados electorales, tras lograr el 43% de los votos aunque ningún vocal. Sí se quedó en su interior el presidente del Consejo de Dirección, que había regresado del tanatorio después de que alguien le avisara sobre los primeros rumores.
Un puñado de viandantes gritaba: "No hay pan para tanto chorizo"
Bautista volvió del tanatorio tras oír los rumores de una acción judicial
Desde ese momento, el calor y las habladurías crecieron en proporción directa. Según se iban registrando los diversos departamentos, los trabajadores abandonaban la SGAE en sus vehículos por la puerta lateral con garaje de la calle de Pelayo. A cada remesa de coches, tres o cuatro aburridos viandantes les dedicaban gritos del estilo "mercenarios", "no hay pan para tanto chorizo", y otras lindezas similares. Junto a los periodistas, otros trabajadores de la entidad pillados en eso tan español como es el momento del café aguardaban a que les dejaran entrar para recoger sus pertenencias. Por ejemplo, Javier Trujillo, director comercial de la SGAE, que había salido a las 10.30, poco antes de que se produjera el registro, con la intención de dirigirse posteriormente al tanatorio con otros compañeros para saludar a la familia de Delgado. Al volver de la cafetería, ya no pudo entrar. "Hoy había menos gente de lo habitual porque el recuento de la votación ha durado hasta las siete de la mañana. Por eso muchos técnicos y miembros de la mesa se han ido a descansar", aseguraba. Trujillo, 50 años en la entidad, remataba un poco apesadumbrado: "Nos preocupa la imagen que se pueda estar dando cuando aún no hay nada claro". Eso lo comentaba a las doce del mediodía, cuando todavía nada se sabía de la detención de Teddy Bautista y de otros directivos de la SGAE.
Fueron horas de espera, de carreras de los fotógrafos detrás de los coches que entraban y salían con cristales de espejo (que si podía ser Bautista, que no, que iba vacío, que sí, que dentro estaba Neri); de calor seco madrileño; de entradas y salidas de funcionarios judiciales con papeles con pinta de importantes; de observar el extraño paseo, móvil en la oreja, del músico Caco Senante, vocal recién reelegido y parte del círculo íntimo del canario, que se dio una vuelta por la fachada principal de la SGAE en la calle de Fernando VI; de ver cómo los trabajadores abandonaban en grupos el lugar del crimen hasta que a las tres de la tarde salieron del palacio los últimos, los miembros del departamento de prensa, tras emitir un comunicado en el que la SGAE apoyaba a sus directivos. Y de charlar con los vecinos, que aprovecharon los micrófonos para quejarse del ruido de las fiestas en el edificio modernista, "aunque en los últimos tiempos han reducido los ágapes". Después, relevo de la dotación de la Guardia Civil, avituallamiento con bocadillos... y caída de parte de la cornisa de un bloque de casas justo enfrente de la SGAE, con la consiguiente multiplicación de los efectivos policiales y la aparición de los bomberos.
Ayer, el que quiso jarana la tuvo de todos los colores en Alonso Martínez. Dentro del palacio de Longoria no hubo fiesta.
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