Un maratón de 'zapping' literario
El Festival Eñe reúne y enfrenta durante dos días a autores de todas las tendencias
"Todo poeta busca una manera de vengarse del mundo". La voz pastosa de Leopoldo María Panero se mezcla con el humo de su cigarrillo en la oscuridad de la sala de columnas del Círculo de Bellas Artes. Su respiración recuerda a la de Hall, el ordenador de 2001, una odisea del espacio. Fuma sin parar en un edificio en el que está prohibido. También sin parar trasiega coca-cola de lata. Se levanta dos veces para ir al baño. Pide un pañuelo de papel: "Para limpiarme la baba". Se lo dan. "Tengo derecho a un juicio justo", dice. También dice que tiene 200 euros para llegar a fin de mes: "¿A qué día estamos?". De cuando en cuando su editor, Antonio Huerga, le pasa un poema para que lo lea. Él recita: "Qué siniestro el oficio de escritor". Parece el lugar apropiado para decirlo, porque Panero acaba de inaugurar el festival literario Eñe, que hasta esta noche llenará el Círculo de editores, autores y lectores.
El 'tú a tú' Esther Tusquets / Ana Maria Moix es uno de los platos fuertes
No es el Hay de Segovia o Granada pero las escaleras obligan a hacer casi tantos kilómetros como allí. Eso, cuando no interrumpe el tráfico un performer desnudo -de un festival paralelo- que colapsa uno de los rellanos. Los peldaños están salpicados de greguerías. Una de ellas dice: "Filósofo: turista fracasado". No lejos de allí, José Antonio Marina diserta, es el lugar apropiado, sobre la necesidad que tiene el ser humano de crear, de escribir historias. "Fijaos en las posibilidades que estoy encontrando yo donde vosotros no encontráis nada", dice que dicen los artistas. Esas posibilidades están en el poema de Neruda a la alcachofa tanto como en una puesta de sol. Sólo hay que saber mirar. Finalmente, lanza una definición de las que "entran en el examen": "La felicidad consiste en la armoniosa satisfacción de nuestras tres grandes necesidades: disfrutar, querer y ser queridos y sentir que creamos algo".
Tres pisos más arriba, y mientras Soledad Puértolas habla de las enfermedades de los escritores, el novelista estadounidense James Frey habla de otro tipo de enfermedades, las que tienen nombre de ciudad. Su diagnóstico se centra sobre todo en Los Ángeles, protagonista de su último libro, Una mañana radiante (Mondadori). Para él, que vive en Nueva York, es la metrópolis californiana, y no la Gran Manzana, la ciudad donde se cumple el sueño americano. "Si quieres entender Estados Unidos, ve a Los Ángeles". Una ciudad en la que a diario muere violentamente más gente que en Afganistán. Una ciudad que, de ser un país, ocuparía en 15º puesto a nivel mundial.
En el festival Eñe -que hoy espera, entre otros muchos, a Juan Bonilla, Fernando Savater, Antonio Gamoneda, Javier Cercas, Bernardo Atxaga y Ray Loriga- la mezcla es inevitable. Manuel Gutiérrez Aragón se cruza con Eduardo Arroyo mientras Panero sigue engullendo coca-colas. Esta vez sentado junto a Ana María Moix, compañera suya en la mítica antología de los novísimos. Ella ha venido para protagonizar lo que resulta ser uno de los platos fuertes: Moix conversa con Esther Tusquets sobre sus recientes memorias, Confesiones de una vieja dama indigna (Bruguera). El resultado es digno de salir de gira. Tusquets no se muerde la lengua. "Si alguien protesta por lo que he dicho, puedo decir mucho más", cuenta antes de airear las vergüenzas de las multinacionales del libro. "Antes se hablaba de literatura. Ahora, de mercado del libro". Alguien pide un consejo a la fundadora de Lumen para alguien que quiera empezar en el negocio: "Que cambie de idea". El mexicano Guillermo Fadanelli cerrará hoy con la charla La escritura como autodestrucción. Está claro: todo escritor busca su manera de vengarse del mundo, y a veces tira de lo que tiene más cerca.
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