Una diversidad de afán universal
Juan Goytisolo, que recuerda en su libro Blanco White, El Español y la independencia de Hispanoamérica el encuentro londinense entre Blanco White y el gramático venezolano Andrés Bello, dice que él prefiere escribir durazno que melocotón, friolento que friolero. "Muchas palabras del español de América son más bonitas que las del español de España", cuenta. También dice que hay términos del castellano medieval que tendrían una vigencia absoluta hoy mismo: coamante en lugar de compañero/a sentimental. Eso sí, no se ve ya con fuerzas para, viviendo en Marrakech y "con todo el trabajo" que tiene por delante, ir a la Real Academia Española a defender duraznos ni coamantes. Él mismo contó recientemente en un artículo que rechazó la posibilidad de ingresar en la RAE cuando fue tanteado por algún académico. "Lo agradezco, pero para mí la Academia es una labor, no un honor", explica ahora. "Y no es mérito mío. Es una cuestión de temperamento".
Once años de mucha labor transatlántica es la que hubo detrás de la monumental Nueva gramática de la lengua española (Espasa Calpe), que sustituía a la publicada en 1931 -el año en que nació Goytisolo- y que ayer recibió en Toledo el Premio Don Quijote a la mejor labor institucional. El día que se presentó la obra, hace ya casi un año, su ponente, Ignacio Bosque, recordó que "la lengua no cabe en 4.000 páginas", pero trató de resumir esos cuatro millares en una sola palabra: plural. "El español de todo el mundo" fue, de hecho, el lema elegido para hablar de la primera gramática panhispánica de la historia. La RAE, fundada en 1713, publicó su primera norma en 1771.
Siglos después, la Asociación de Academias de la Lengua Española alumbró un texto consensuado en el que, lejos de todo eurocentrismo, se recoge la unitaria pluralidad del español: de Cádiz a La Habana, de Nueva York a Bariloche. Cuando se acerca el primer cumpleaños de la Gramática, el profesor Bosque hace un balance "muy positivo" de la acogida a ambos lados del Atlántico tanto de la obra en su versión extensa -"miles de páginas ¡y de gramática!"- como de su versión manual de 993 páginas. En primavera se publicará además, una edición de bolsillo. Luego llegará el tomo de fonética y fonología, del que se ocupa José Manuel Blecua.
¿Y ahora? Si la lengua no descansa, la gramática tampoco. En 2013, coincidiendo con el tricentenario de la RAE, se publicará una edición "muy actualizada" del diccionario académico. Ignacio Bosque ha propuesto que, además, la gramática se actualice matizando algunos puntos y añadiendo nueva información. "Lo ideal sería revisarla cada cinco o seis años", afirma. "La gramática de la Academia lleva 36 ediciones. Sería absurdo pensar que esta es la última". Entretanto, la versión para Internet está en manos de los informáticos de una casa a la que, con razón, llaman docta y que en diciembre, al expirar el mandato de Víctor García de la Concha, elegirá nuevo director. Entre honor y honor, la labor de la Academia no para: hoy mismo presenta el Diccionario de americanismos.
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