Se despidió un héroe
La salida del cuarto de la tarde fue una de las vivencias más emocionantes que puedan suceder en una plaza de toros. Estaba Pepín Liria de rodillas en la puerta de toriles para dar una larga cambiada. Sale el victorino deslumbrado y enfila hacia el torero con tal ímpetu que pierde las manos, varía su rumbo y atropella de lleno a Pepín cuando éste intentaba rectificar su posición.
La voltereta fue espantosa. Mientras el público se llevaba las manos a la cabeza presagiando lo peor, se levantó el torero enrabietado, con la taleguilla rota, sin mirarse, y dibujó unas verónicas apasionadas que cerró con tres medias que desbordaron la emoción. La música rompió a tocar jubilosa mientras la conmoción se apoderaba de la plaza.
Martín / Liria, Ferrera, El Cid
Toros de Victorino Martín, sosos; noble el 3º y bravo el 5º, al que se le dio la vuelta al ruedo.
Pepín Liria, que se despedía: silencio y oreja con dos vueltas.
Antonio Ferrera: silencio y vuelta tras aviso. El Cid: ovación y silencio tras aviso.
Plaza de la Maestranza, 3 de abril. 8ª corrida de feria. Lleno.
El torero brindó a Sevilla el toro de su despedida; se fajó con él con seguridad y gallardía, mientras el animal lo miraba y buscaba con sordo peligro. Fue una faena de poder, a la medida de su dificultoso oponente.
Pero tanto expuso el matador que llegó otra voltereta, y el toro lo zarandeó peligrosamente al tiempo que la cuadrilla se apiñaba para auxiliarlo. Salió indemne de nuevo, despidió con energía a sus hombres y llevó al toro al centro mismo del ruedo. Allí, montó la espada y dejó una estocada en todo lo alto. El animal tardó en morir y los espectadores, puestos en pie, le rindieron los honores merecidos. Los tendidos se poblaron de pañuelos y, a pesar de la mayoritaria insistencia, la presidenta Anabel Moreno, que se estrenaba en corridas de toros, decidió conceder una sola oreja. Pepín fue obligado a dar dos clamorosas vueltas al ruedo y la señora presidenta escuchó una de las broncas más sonoras que se recuerdan en esta plaza. Sin duda, le faltó sensibilidad para entender que Sevilla había vibrado con un héroe de época. En otras palabras, la presidenta no sirve.
La corrida había comenzado con dos toros sosos y sin fuelle hasta que llegó la nobleza desbordante del tercero, con el que El Cid volvió a dictar una lección magistral de toreo al natural que malogró con la espada. Ante el sexto, de mala condición, sólo pudo demostrar su magisterio.
El toro bravo fue el quinto, que empujó con fijeza en el caballo, persiguió en banderillas y acudió pronto a la muleta. Merecidamente se le concedió la vuelta al ruedo, aunque Ferrera pinchó y emborronó una vibrante actuación.
La tarde fue de gran intensidad. Hubo toros y tres grandes toreros. Y uno de ellos, un héroe, dijo hasta siempre.
La corrida de hoy: toros de Torrealta, para los diestros Javier Conde, Sebastián Castella y Alejandro Talavante. Se retransmite por Digital + (Taquilla 112).
Babelia
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