La desconocida vida y muerte del 'otro Elvis'
'El Presley rojo' fue un cantante estadounidense que eligió vivir bajo el régimen comunista y que, tras codearse con Salvador Allende, Yaser Arafat y ser un artista protegido de la RDA, un día apareció muerto en un lago de Berlín
Mientras medio mundo recuerda a Elvis Presley, en Alemania se recupera la figura de Dean Reed, el Elvis Rojo, un cantante estadounidense que eligió vivir bajo el régimen comunista, que fue amigo de Yaser Arafat y Salvador Allende y que un día cualquiera apareció muerto en un lago de Berlín.
Coincidiendo con el 30 aniversario de la muerte del cantante de Memphis se ha estrenado en Alemania Der rote Elvis (El Elvis Rojo), un documental de Leopold Grün en el que testigos como la diputada chilena Isabel Allende, el actor Armin Müller-Stahl y algunas de las amantes de este singular personaje recrean su vida.
Cowboy al servicio del cine de propaganda germano-oriental, colaborador en la campaña electoral de Salvador Allende o apasionado miliciano en el Líbano, Reed se ganó el apodo del Presley rojo por la voz y el estilo de sus inicios como cantante, en los que no pasó de ser uno de tantos imitadores del de Memphis.
Su trayectoria vital, del apasionamiento militante algo ingenuo a la catástrofe sentimental, le conviertieron en personaje idóneo para un documental como el de Grün, que estos días se ha estrenado en siete cines de Berlín. "Es un personaje ambivalente. Fue aclamado en toda la órbita comunista, porque representaba al americano que quemaba banderas de EE UU, y era un perfecto desconocido en el mundo del que procedía", ha explicado Grün, originario de Dresde (este de Alemania).
Nacido en Colorado, en 1938, este hermoso estadounidense de sonrisa inmaculada y cabellera rubia cambió lo que habría sido un destino en Hollywood por el comunismo. "Primero probó suerte en su país. No la tuvo. Luego fue a Chile, entró en contacto con la gente de Allende, trabajó en su campaña y tras su asesinato ya no hubo vuelta atrás para él: se convirtió en activista en múltiples frentes", ha contado el director.
Poca resonancia en el mundo occidental
En Chile aprendió español, luego estuvo en Argentina, de ahí fue a la Unión Soviética y luego a la República Democrática Alemana (RDA), que lo incluyó entre sus "artistas protegidos".
Isabel Allende, hija del fallecido Presidente de Chile, recuerda en el film a este atípico estadounidense que apoyó a su padre y que despertó en ella la pasión adolescente ante el guapo héroe que, además, era compañero de lucha. Ahí está también un grupo de ex mineros chilenos que evocan su apasionado Venceremos, en 1983, con Pinochet ya en el poder, mientras que su compatriota y locutor Chucho Fernández lo retrata como una mala imitación de Presley.
Müller-Stahl, actor crecido en el este de Alemania y hoy uno de los grandes nombres del cine germano, insinúa que su pasión comunista le vino de su falta de resonancia entre el público occidental. Recuerda, asimismo, cómo se negó a estampar su firma en una carta abierta al régimen del Berlín este, en contra de la expulsión del cantautor crítico y disidente Wolf Biermann.
Grün combina en su film estos testimonios con imágenes de Reed besando a Arafat, enarbolando un arma y una guitarra en el Líbano y rodando en la Plaza Roja de Moscú, así como con escenas de algunas de sus peores películas al servicio de la RDA. Egon Krenz, sucesor de Erich Honecker en los últimos tiempos de la RDA, no duda en admitir como malos estos filmes que él mismo impulsó para el aparato comunista.
Con la caída de la popularidad de Reed como actor y cantante, en la propia RDA empezó también su declive personal. Fue fiel al comunismo, pero no a las mujeres que lo amaron, como recuerdan su primera esposa, Wiebke Reed, o una de sus amigovias, Maren Zeidler, su amante durante años.
Deprimido por su crepúsculo como artista y también por sus altibajos sentimentales, Reed se dio su último baño en un lago de las afueras de Berlín el 17 de junio de 1986, con 48 años. Ahí lo encontraron muerto. Según su última esposa, Renate, por entonces sufría de algo que años atrás no hubiese creído posible: añoranza de su casa, en EE UU.
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