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Entrevista:MICHAEL IGNATIEFF | filósofo y político canadiense

"Para combatir el terrorismo hay que comprenderlo"

No es común que un intelectual reconozca en público sus errores, y aún menos común resulta que lo haga un político. Michael Ignatieff reúne las dos condiciones, es un intelectual de reputación mundial y es diputado liberal en Canadá, y dijo en la noche del viernes en Cartagena de Indias, Colombia, que se había equivocado apoyando la guerra de Irak. Declaró, además, que nadie quiere, sobre todo en América Latina, que Estados Unidos mande en el mundo. Ignatieff advirtió también sobre los peligros de la guerra sucia a la que a veces son tentados los gobiernos.

El arrepentimiento de Ignatieff alcanzó aquí, en el marco del Festival Hay, el grado de una confesión pública. Le escucharon mil personas, en silencio, como si estuvieran ante un sacerdote laico. Ignatieff, autor de El honor del guerrero, El mal menor y una celebrada biografía de Isaiah Berlin, no dejó ningún tema internacional sin abordar. He aquí algunos.

El error. "Me equivoqué apoyando la guerra de Irak. Había estado en ese país en 1992, había comprobado por mi mismo las matanzas de Sadam Hussein, y pensé que de ese dictador sanguinario había que desprenderse de cualquier modo. Me equivoqué, nos engañaron con el asunto de las armas de destrucción masiva, y en unos seis meses comprobamos, además, que los norteamericanos lo hacían muy mal y causaron un problema aún mayor. Acepto mi responsabilidad como intelectual por el error que cometí. Lo que ocurre abre interrogantes sobre el respeto a la soberanía de los estados. ¿Se debe intervenir cuando se producen matanzas, como ocurrió en Bosnia, como ocurre en Zimbabue, o el mundo debe mirar para otro lado? La apariencia obvia es que el mundo sólo interviene en sitios que tienen petróleo".

Afganistán. "Nosotros [Canadá] estamos presentes en Afganistán, defendemos ese país de los talibanes, tenemos derecho a estar ahí. Si no estuviéramos, nosotros y otros países, sería tanto como dejarlo todo en manos de los norteamericanos, y nadie quiere que el mundo viva bajo la potencia militar de Estados Unidos. En lugar de criticar lo que hacemos [yendo a Afganistán] deben decidir qué mundo queremos para el futuro; no es suficiente sentarse en un café a decir que lo que hacemos está mal".

El terrorismo. "No hay reto mayor. El terrorismo es una provocación. Sólo podemos combatirlo, desde los estados democráticos, con una mano atada a la espalda; no se puede detener a los ciudadanos sin juicio, no se puede torturar, se puede obtener información sin meter a los terroristas en agua helada para hacerles confesar, se puede conseguir información sin torturarlos, sin agresión psicológica. La legitimidad frente al terrorismo es lo que nos hace victoriosos. La democracia no puede usar armas que no son legítimas a menos que la sociedad empiece a perder su alma. Con respecto al terrorismo mismo, ninguna injusticia justifica que se tome de rehén a un civil, que se mate a un inocente. Para combatir el terrorismo hay que comprenderlo. Uno no puede derrotar lo que uno no comprende. Comprender no es perdonar. Para ganar hay que comprender. Cuando se demoniza a los terroristas es cuando se empieza a perder la batalla. Si se comprende por qué se está peleando uno puede empezar a ganar. El Estado ha de combatir el terrorismo con una mano tras la espalda. Cuando uno se aleja del Estado de derecho destruye lo que uno trata de defender".

Seguridad, medios. "El mundo ha cambiado para mal. Se nos quitan libertades poco a poco. En los aeropuertos (¡especialmente en Miami!) se nos somete a torturas de seguridad, para darnos confianza; el papel de la oposición [en los países] es cuestionar si estas medidas son necesarias o legítimas. Ese es el papel del político, y el de una prensa libre es el de hacerse preguntas cada día frente a una situación que se deteriora. Los medios están ahora por el entretenimiento; enfocan su luz sobre unos asuntos y olvidan otros, y eso los conduce a la parcialidad moral. Por ejemplo, la agonía de Colombia no se cubre adecuadamente".

Obama, Clinton. "Me entusiasma la idea de que gane Obama. Su retórica es imbatible, proviene de los predicadores negros, que fundaron la lengua de la libertad desarrollada por los esclavos; porque estoy en la política me importa la retórica, y este hombre tiene un gran dominio del idioma. Con respecto a la señora Clinton, me asustó escuchar a su marido declarar que seguramente ella hubiera intervenido en Ruanda para evitar aquella matanza. Es muy desafortunado que un ex presidente le deje a su mujer la tarea de cumplir un propósito que él no supo llevar a cabo".

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