El buen robot tiene alma de policía

Hará un par de años, John Badham nos presentó en Cortocircuito a Número 5, un robot salido de una fábrica de armamento y al que un rayo, como si de un Frankenstein tecnológico se tratase, insuflaba un alma humana. A continuación, ante el estupor de los militares y la complicidad de dos ecologistas descafeinados, el robot se transformaba en un buen salvaje dotado de una capacidad de destrucción tan grande como su ingenuidad.Ahora, el benéfico monstruito se siente Tarzán y visita la ciudad. Sus amigos permanecen ocultos en el campo mientras él, acompañado del científico hindú Ben Jahrvi (Fisher Stevens), descubre el trajín metropolitano, la maldad y el amor, hasta llegar a asegurarse un lugar definitivo en el sistema social: el de primer policía robotizado de Estados Unidos. La secuencia, con jura de la Constitución incluida, es altamente edificante.

El conjunto tiene muy poco que ver con el cine, es más infantil que el de la cinta anterior, cede aún más terreno al tópico, pero esto, en el caso de productos como el que nos ocupa, carece de importancia.