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Reportaje:Festival Hay de Segovia

Los borradores de la historia

Grandes y Preston se sumergen en la herencia de la Guerra Civil

José Andrés Rojo

Cuenta Almudena Grandes que hubo un tiempo, el tiempo de la posguerra, el que vivieron los hijos de los combatientes, en que estaba mal visto hablar de la Guerra Civil. Era de mal gusto. Hay quienes hoy piensan lo mismo, que no conviene volver sobre aquellos días que siguen recorriendo la memoria familiar de los españoles, dicen que no merece la pena abrir viejas heridas. Lo cierto, sin embargo, es que las heridas que no se curan se pudren. Lo dice también la novelista: que no se puede afrontar el futuro con la infección todavía intacta, mal disimulada bajo la capa de olvidos sucesivos. Esto es el Hay de Segovia, y aquí hay licencia para probar algunos platos inconcebibles en otras circunstancias. Juntar a Almudena Grandes (Madrid, 1960), que con su última novela -El corazón helado (Tusquets)- ha roto ya la barrera de los 200.000 ejemplares vendidos, con Paul Preston (Liverpool, 1946), el historiador que en su último libro -Idealistas bajo las balas (Debate)- ha reconstruido la aventura que vivieron los corresponsales extranjeros cuando les tocó contar el conflicto, es simplemente un lujo.

Almudena Grandes: "El relato oficial sobre la guerra es anacrónico"
Paul Preston: "Tiene que ver con la mentalidad de los vencedores"

"Lo que cuentan los periodistas es el primer borrador de la historia", explica Preston. "Están ahí y dan cuenta de lo que ven, que pueda existir una cierta simpatía por las víctimas no quiere decir que sus crónicas no sean de una honestidad total y que no cuenten la verdad. No es fácil permanecer neutral, objetivo, cuando informas sobre una violación y tienes delante al violador y a la violada. Muchos de los corresponsales que llegaron a la zona republicana para contar la guerra no simpatizaban con su causa. Matthews, el de The New York Times, había sido partidario de los fascistas en Etiopía, por ejemplo, y sin embargo no pudo evitar identificarse con el pueblo inocente y encontrar la justicia, la moralidad y la decencia en el bando leal frente al de los militares rebeldes".

El tema del que se habla es el de la verdad. Si están más cerca de contarla los periodistas que vivieron la guerra, los historiadores que la reconstruyen o los novelistas que se sirven de ella en sus ficciones. Almudena Grandes: "El novelista tiene el privilegio de poder inventar, puede permitirse reconstruir la historia sentimental de sus personajes. He escrito este libro con un enorme sentido de la responsabilidad. Los personajes, la trama, la estructura y la historia eran mías, pero el tema pertenece a todos los españoles. Cada uno podría haber hecho su novela sobre lo que ha pasado en su ámbito familiar desde entonces. Por eso quise ser muy fiel a lo que había pasado, ahí no inventé, y sin embargo evité caer en la erudición". Preston: "Es mejor hablar de imaginación que de invención. Es lo que no puede permitirse el historiador, que está siempre atado a la referencia concreta. Lo que no significa que no pueda echarse a volar, es lo que les propongo a mis alumnos que dominan una materia, cuando se tienen muy bien atados los datos de las fuentes. Hace poco, en un encuentro con el realizador Basilio Martín Patino, constaté que en sus películas él podía incorporar una banda sonora. Ésa es la diferencia".

Trozos de conversación: "¡En la República, aunque resulte inconcebible, hubo una burguesía progresista!", exclama Almudena Grandes. Preston se acuerda de que criticaron su libro Palomas de guerra porque trata de gente corriente. Ambos consideran que es peligrosa la ficción que incorpora personajes reales. ¿Qué ha pasado para que cueste tanto en este país aceptar lo que ocurrió y que se impongan con tanta facilidad las historias que fabricó el vencedor sobre su triunfo? "España es atípica", dice Almudena Grandes, "aquí el relato oficial sobre la guerra no se corresponde con el desarrollo de las instituciones democráticas. Es un relato anacrónico, no es fácil borrar una versión que se ha contado durante 40 años". "Tiene que ver con la mentalidad de los vencedores", comenta Preston, "la dictadura fue un momento de control totalitario y un control que se realizó desde los púlpitos. Cuando llega la transición no lo hace, como ocurrió con Alemania, Italia y Japón después de la Segunda Guerra Mundial, por un triunfo que viene de fuera sino por puro desgaste del sistema. Y nadie se ocupa de borrar el concienzudo lavado de cerebro que los vencedores aplicaron a la sociedad española".

De tanto en tanto asoman a la conversación retazos de viejos horrores y la impresentable catadura moral de tantos que medraron con el régimen. "Hay pocos casos de arrepentimiento", observa Preston. "Todavía hay tantas zonas oscuras, como las de aquellos vencidos que se pasaron al enemigo y convirtieron en propia su versión de lo que había pasado, incluso frente al sufrimiento de los suyos", apunta Almudena Grandes. El caso es que, llegado un punto, la Guerra Civil se precipitó en un inmenso silencio. "No hubo voluntad oficial, después de la amnistía de 1977, de establecer la verdad de las cosas", dice Preston. Almudena Grandes: "Los combatientes tuvieron que callar para sobrevivir, sus hijos lo hicieron porque no estaba bien hablar de la guerra y son los nietos ahora los que se preguntan lo raro que resulta descubrir que tienen más cosas en común con los abuelos, que vivieron la libertad de la República, que con los padres, que padecieron la represión de la dictadura". ¿Y la Ley de la Memoria Histórica? Almudena Grandes: "Soy optimista, los vencidos terminarán viendo que las falsedades no se sostienen". Preston: "No me gusta el nombre de la ley porque no se puede legislar sobre la memoria (cada memoria es distinta), y no debería decir nada como extranjero. Aunque no sé mucho de leyes, no puede permitirse que unos golpistas impusieran su derecho a las víctimas de su prepotencia".

La escitora Almudena Grandes y el historiador Paul Preston, ayer en Segovia.
La escitora Almudena Grandes y el historiador Paul Preston, ayer en Segovia.CLAUDIO ÁLVAREZ

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Sobre la firma

José Andrés Rojo
Redactor jefe de Opinión. En 1992 empezó en Babelia, estuvo después al frente de Libros, luego pasó a Cultura. Ha publicado ‘Hotel Madrid’ (FCE, 1988), ‘Vicente Rojo. Retrato de un general republicano’ (Tusquets, 2006; Premio Comillas) y la novela ‘Camino a Trinidad’ (Pre-Textos, 2017). Llevó el blog ‘El rincón del distraído’ entre 2007 y 2014.

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