El arte iraní levanta el velo
Coleccionistas e inversores se apuntan al repentino 'boom' de los creadores persas
¿Le suenan Parviz Tanavoli, Mohamed Ehsai o Farshad Moshiri? Pues tome nota porque son tres artistas plásticos iraníes cuyas obras se cotizaron por encima del millón de dólares (774. 700 euros) el año pasado. De repente, después de tres décadas de aislamiento, el mundo está descubriendo el arte contemporáneo iraní. Al menos, el mundo que hay justo en la otra orilla del golfo Pérsico. En Dubai y otros emiratos árabes, coleccionistas e inversores han abierto una ventana al exterior para los artistas iraníes. Ahora, su reto es evitar que la crisis económica vuelva a sumirles en el olvido.
"Las subastas de Dubai", responde sin dudar Anahita Ghabaian cuando se le pregunta por la causa del repentino éxito internacional de los artistas iraníes. Ghabaian es la directora y copropietaria de Silk Road, galería de referencia en Teherán. "Desde que abrimos en 2001, hemos participado en diferentes ferias de arte en Europa, incluida Arco en 2007, y nunca los precios han llegado al nivel de ahora", señala.
Parviz Tanavoli: "Se ha corrido la cortina y llamamos la atención"
La enorme liquidez generada durante los años de petróleo caro y el afán ilustrado de sus gobernantes han puesto de moda el coleccionismo en Dubai, Abu Dhabi o Qatar. A la vez, el arte se revelaba como una inversión de prestigio para unas sociedades saturadas de bienes de consumo. Christie's vio el filón y en 2006 empezó a celebrar subastas regulares en Dubai, el emirato que ha marcado el camino. Enseguida le imitaron Bonhams, Sotheby's y otras. Un año más tarde, las obras iraníes dominaban las pujas y el poder adquisitivo de los asistentes disparó sus precios.
"No me lo creía", confiesa Moshiri, a sus 45 años el primer artista iraní en alcanzar la marca del millón. Su obra Eshgh (amor, en persa) se adjudicó por 1,05 millones de dólares, muy por encima de los 150.000 de salida, en la subasta de Bonhams del pasado marzo. "No es una cifra que se pueda digerir fácilmente", admite el pintor. Y no fue sólo él. Los creadores iraníes barrieron. Sus trabajos consiguieron las tres ofertas más elevadas.
Pocas semanas después, en la segunda subasta de Christie's, una caligrafía de Ehsai se pagó a 1,2 millones de dólares, una pintura de Hosein Zenderoudi a 1,6 y una escultura de Tanavoli a 2,8 millones, la cifra más alta lograda nunca por un artista de Oriente Próximo. No obstante, Ghabaian precisa que "quienes han batido récords son gente consagrada". Igual que antes sucediera con el arte indio y el arte chino, surgía de repente la pasión por el arte iraní. "Ya antes de la primera subasta algunas galerías lo venían venir", asegura Moshiri, quien recuerda que "los museólogos occidentales empezaron a interesarse hace una década". Pero entonces, se centraron en la fotografía, las instalaciones y otras formas alternativas de expresión. "Las subastas han hecho que la pintura vuelva a ser popular a pesar de que Ali Reza Sami Azar, director del Museo de Arte Contemporáneo de Teherán, entre 1997 y 2005, llegó a darla por muerta", añade satisfecho.
"Significa que Occidente está prestando más atención al arte iraní, igual que en los noventa pasó con nuestro cine", interpreta Tanavoli, de 72 años, en conversación telefónica desde Canadá, donde se encuentra ahora. "Hemos estado desconectados del mundo durante los últimos 30 años. Nuestra pintura y escultura estaban vivas, pero se trataba de una actividad interna porque acudíamos a pocas citas internacionales. Estábamos detrás de la cortina y cuando se ha corrido, lo que había, ha llamado la atención, de los iraníes, de la región y de los occidentales".
Galeristas y artistas reconocen no obstante que el comercio especulativo también ha pesado. "Por supuesto, la calidad del trabajo no ha cambiado de repente", señala Moshiri. "Se ha puesto de moda coleccionar, los coleccionistas árabes se han sumado a los occidentales, y como los precios crecían ha servido de incentivo". Tanavoli coincide en que "al principio les atrajo que los precios eran muy bajos porque suponía una buena inversión de la que podían sacar rentabilidad. Luego todo ha ido muy rápido".
Tal vez demasiado. Ghabaian espera una corrección del mercado debido a la crisis económica. De hecho, los primeros signos se han visto en las tres últimas subastas que se ha celebrado entre octubre y noviembre en Dubai. "Los precios no han sido tan altos y muchas obras se han quedado sin vender", declara la galerista preocupada por la nueva situación. La semana pasada, los ojeadores de Christie's volvieron a Teherán para preparar su subasta de abril y buscaban piezas de precios razonables. Tras el subidón, los artistas se muestran renuentes a bajar su cotización.
"Un par de galerías con las que trabajo fuera, ya me han preguntado si estoy dispuesta a reducir los precios, pero les he dicho que no, que prefiero no vender", confía Shadi Ghadarian, una de las pioneras de la fotografía artística en Irán. Ghadarian, de 36 años, conocida por sus imágenes de mujeres musulmanas atrapadas entre la tradición y la modernidad, ha visto como Dubai triplicaba su cotización y algunas de sus series alcanzaban los 15.000 euros.
"La crisis desacelerará el ritmo por un tiempo, como pasó tras el 11-S, pero aun así el arte es una de las inversiones más seguras", defiende Tanavoli. En su opinión, "los precios están altos, pero no demasiado, así que todavía hay margen y buenos talentos en los que invertir".
Moshiri tampoco parece preocuparse: "La crisis permitirá que los mejores artistas destaquen y que los coleccionistas se vuelvan más críticos". Entre tanto, confía en que el boom contribuya a apoyar la cultura iraní y "mejorar la imagen que difunden los medios". Ghadarian se muestra convencida de que ha servido para darles proyección internacional. Lo importante para los artistas es aprovechar el tirón para no volver a trabajar en el aislamiento en que lo hicieron hasta 2006.
Pero todavía no está claro el alcance de la pasión por el arte iraní. "La gente no está haciendo cola para comprarlo", admite Ghabaian que estos días está preparando su regreso a Arco. "Vamos a ver qué pasa porque en 2007 no vendimos ni un cuadro", manifiesta.
En esta ocasión, la galerista ha apostado por Afshin Pirhashemi, un pintor que se vende muy bien en los Emiratos. Aunque su impresión es que el despegue de los precios de Dubai no se ha transmitido, está convencida de que lo ocurrido "es el principio de algo". Como prueba menciona el nuevo espacio que la galería Saatchi de Londres acaba de dedicar a Oriente Próximo, con particular atención a Irán, o el éxito en el último Artparis Abu Dhabi. Y Christie's incluyó el año pasado una sección de arte moderno árabe e iraní en sus ventas Orientalistas que se celebran en junio y en diciembre.
De momento, el efecto Dubai ha alcanzado Irán donde en los dos últimos años han proliferado las galerías de arte y aumentado los alumnos en las facultades de arte. AVA Art Gallery es una de las más de un centenar de salas abiertas en Teherán. Su directora, Shahla Zarkesh, que también es pintora, se muestra satisfecha: "Empezamos hace un año y medio; en el primer año vendimos 100 cuadros y desde entonces, otros setenta", declara. Zarkesh tiene colgados los cuadros abstractos de Shima Shorabi, una pintora de 26 años a quien el éxito de Tanavoli, Moshiri o Ehsai, sirve de inspiración. "Algún día espero ser uno de ellos", señala.
Babelia
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