Viñetas amargas, ideales perdidos
Hernández Cava y Seguí ganan el Nacional de Cómic con 'Las serpientes ciegas'
El Premio Nacional de Cómic es joven todavía y sujeto, por tanto, a los debates y discusiones propias del debutante. Sin embargo, la concesión del galardón a una obra como Las serpientes ciegas, de Bartolomé Seguí y Felipe Hernández Cava, logra una difícil unanimidad, aunando tanto las opiniones que defendían que el premio debía otorgarse a una trayectoria como las que apostaban por un galardón a una obra concreta publicada el año anterior.
Es muy difícil entender la historieta española hoy sin una figura tan carismática como la de Hernández Cava, tanto por su labor de impulsor incansable de una forma de entender el arte de la historieta siempre desde el compromiso vital e intelectual (en la memoria está: fundador del Colectivo El Cubri, director artístico de las revulsivas Madriz y Medios Revueltos, comisario de exposiciones, ensayista...), como por ser el guionista de obras fundamentales del cómic español.
Siempre tuvo Hernández Cava una habilidad especial para conseguir acompañarse de los mejores dibujantes que ha dado nuestro tebeo, muchos descubiertos por él mismo: Raúl, Federico del Barrio, Ricard Castells, Pablo Auladell (con quien ha firmado otra de las grandes obras de este año, Soy mi sueño, haciéndose la competencia a sí mismo en este premio).
Sus guiones siempre han retado al lector con propuestas que se alejaban de los caminos convencionales, desarrollando personajes tan complejos como magnéticos, jugando siempre a quedarse en la barrera como espectadores de historias que eran arrastrados a protagonizar.
El dibujante Bartolomé Seguí supo convertirse en la década de los ochenta en el notario de toda una generación desde las páginas de la recordada revista El Víbora, desarrollando algunas de las sagas más frescas que ha dado la historieta.
Costumbrismo
A salto de mata, Lola y Ernesto o Luigi es Luis se contagiaban de la espontaneidad y naturalidad de su dibujo para trasladar ese gusto por el costumbrismo que invadió el cine de los primeros años de la Transición a la historieta, tiñéndolo de modernidad y una inteligencia que ha conseguido vencer al tiempo. Obras que no le encasillaron, porque el dibujante supo reinventarse y evolucionar para encontrar nuevos caminos donde la expresividad de su dibujo se uniera a nuevos retos argumentales, como plasmó en El sueño de México.
Estas dos trayectorias convergen en Las serpientes ciegas a modo de punto de inflexión. Hernández Cava plantea un discurso amargo, que habla de la pérdida de los ideales, de su perversión y manipulación, con un escenario tan proclive a este debate como la Guerra Civil española. Su protagonista, Ben Koch, un americano que busca la utopía como voluntario y que descubrirá que las ilusiones casan mal con el egoísmo humano. Una historia dura, casi cruel si se quiere, que terminará con un giro tan sorprendente y osado como eficaz, dotando al conjunto de una nueva lectura en la que el guionista descoloca al lector con cierta sorna para lanzar casi una duda metódica, quizás demasiado atrevida para los tiempos que corren. Un guión que necesitaba de una interpretación clásica que Seguí entiende a la perfección: su dibujo se hace oscuro, se llena de matices, de pincelada gruesa y paleta de colores rojizos para conseguir una atmósfera que se mueve entre lo opresivo y lo infernal.
Este premio representa un indudable empuje, que supone la concesión del galardón para la joven editorial gallega BDBanda, ejemplo perfecto de la labor que se está haciendo en y por la historieta en Galicia. Con reuniones como las Xornadas de Ourense o Viñetas desde O Atlántico en A Coruña (y el ejemplo siempre de la revista Golfiño), colectivos como Polaqia o BDBanda se han convertido en los representantes de una de las generaciones de autores más interesantes e importantes que se han dado en este país, que desde la autoedición han dado el salto a la edición a nivel nacional con un descaro y fuerza que se agradece.
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