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LA DESAPARICIÓN DE UN PERSONAJE INOLVIDABLE

Terenci Moix se despide a los acordes de 'Peter Pan'

"Un 'ducados', por favor", fue la última frase del escritor, que recibió ayer un emotivo funeral

Sobre el féretro de Terenci Moix había una fotografía de Marilyn Monroe y ocho rosas rojas, que colocaron ayer las ocho personas que intervinieron en la emotiva ceremonia celebrada en el Saló de Cent del Ayuntamiento de Barcelona; junto a ellas, un paquete de Ducados y un encendedor, que puso su colobaradora, secretaria y amiga, Inés González. Más tarde, un joven depositó otro paquete de tabaco.

Terenci, agotado, se adormeció el martes 1 de abril hacia las siete de la tarde. A las diez y media se despertó. Ana María Moix, que estaba a su lado, le dijo: "Nen, soy tu hermanita, estoy aquí". "Un ducados, por favor", respondió él. Se lo llevaron, pero no pudo dar ni una calada. Murió, sin dolor, hacia las tres de la madrugada. Era, qué cosas, el día de santa María Egipciaca, una santa de pasado un tanto disoluto.

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El funeral laico se inició a las 13.30 horas con un fragmento de la banda sonora de Sinuhé el Egipcio. A continuación, un fragmento de la canción de Blancanieves y los siete enanitos: "Heigh-ho, heigh-ho, la hora ya llegó, a casa vuelvo yo, heigh-ho, heigh-ho, el día se acabó". Al principio provocó sorpresa y unas risas, pero enseguida la gente se dio cuenta de que eso era una despedida. El acto, con amigos (sería más fácil dar la lista de quienes faltaron que la de los que asistieron) y numerosos lectores, concluyó también con Disney, la música de Peter Pan, adaptada para la ocasión: "Vamos al país de nunca jamás (...) A tu tierra llega Terenci del Nilo (...) Volar, volar".

La música, la poesía, la obra de Moix se mezclaron en la ceremonia, que fue preparada por Ana María Moix, Inés González, Boris Izaguirre, Maruja Torres y otros amigos que quisieron que se hiciera lo que le hubiera gustado a Terenci. "Querías un gran show, aquí lo tienes Terenci", afirmó el dramaturgo Josep Maria Benet i Jornet.

Seductor y generoso

Benet i Jornet, que fue el encargado de trazar un perfil de Moix, se emocionó tanto que en algunos momentos no podía pronunciar palabra. "Era un seductor y casi siempre se salía con la suya. A veces podía ser terrible, pero siempre era generoso". El dramaturgo explicó que Moix, en los últimos seis o siete años, vivió "una curiosa metamorfosis". Cada vez era "más dulce y conciliador y se hizo más amigo de la gente que en un momento había estado alejada de él". "Era un caudillo que no sabía que tenía soldados, un centro generador de energía, una explosión de vida y amor".

Núria Espert conmovió al público cuando leyó Itaca, de Cavafis: "Si vas emprender el viaje hacia Itaca, / pide que tu camino sea largo, / rico en experiencias, en conocimiento". La actriz no pudo controlar las lágrimas, le costaba pronunciar las palabras, pero, aunque con voz entrecortada, acabó el poema.

La joven generación, representada por Anaïs Schaaf, ahijada de Terenci Moix, que habló en nombre de los hijos de los amigos del escritor, también estalló en lágrimas al acabar su intervención: "Te queremos, Terenci". Y lo mismo le pasó a José Manuel Lara Bosch, el consejero delegado del Grupo Planeta, que quería hablar del escritor y acabó hablando del amigo Ramón Moix.

Inés González dio una lección de fortaleza y serenidad y bromeó como a su querido Terenci le gustaba: "Éramos como un matrimonio blanco, con sus peleas y sus reconciliaciones, pero muy bien avenido". "Estoy impregnada de su mundo, que él ha convertido en mío", añadió, y leyó un fragmento de El arpista ciego.

Boris Izaguirre leyó los primeros párrafos de El cine de los sábados, el primer volumen de las memorias de Moix: "Cuando yo nací, las comadres creían que Kartum se llamaba Addis Abeba. La Virgen de Fátima aseguraba que Rusia se convertiría. Un amigo de la Pasionaria mantenía que la Virgen estaba borracha. Y, a todo esto, la tía Florencia decía que la Pasionaria era una cerda". El escritor y crítico Pedro Víllora también leyó un fragmento de la obra de Moix. Montserrat Caballé no pudo cantar, como era su deseo, estaba demasiado emocionada. Sí lo hizo Maria del Mar Bonet, que, a capella, entonó La mort de na Margalida.

Ana María Moix fue la última en hablar, serena y frágil, leyó un poema de Miquel, el tercer hermano Moix, que murió en 1962, a los 18 años. Un poema muy triste, titulado Pesadilla, incluido en Extraño en el Paraíso, el tercer volumen de las memorias de Terenci. Acaba así: "La vida es una pesadilla que hay que vivir". Antes dio las gracias al alcalde de Barcelona, Joan Clos, por haberles acogido cuando murió Terenci.

Clos fue el único político que intervino en el acto y lo hizo muy brevemente: "Adiós y hasta pronto. Nos dejas más de lo que te llevas. Fuiste libre antes de que la libertad fuera patrimonio de todos". En las primeras filas se sentó Pasqual Maragall.

Estuvieron en el Saló de Cent, el secretario de Estado de Cultura, Luis Alberto de Cuenca; el director general del Libro, Fernando de Lanzas, y el consejero de Cultura de la Generalitat, Jordi Vilajoana. Los tres, muy discretos, fueron bien acogidos.

La Embajada de Egipto en Madrid se ha puesto ya en contacto con la familia de Terenci Moix para brindarle toda su ayuda para que las cenizas del escritor sean esparcidas en Deir el Medina (Luxor). El consejero de Turismo de Egipto para España, Hamdi Zaki, afirmó que el útlimo viaje de Terenci sea "como él se lo merece y estará acompañado de una ceremonia egipcia", informa Europa Press.

Los restos del escritor fueron incinerados a primera hora de la tarde en el cementerio de Montjuïc, en un acto privado, al que asistieron, además de sus familiares, amigos como Rosa María Sardà, Núria Espert, Boris Izaguirre y Enric Majó, entre otros.

De izquierda a derecha, Josep Maria Benet i Jornet, Núria Espert y Boris Izaguirre. Detrás, Enric Majó y Lluís Pasqual.
De izquierda a derecha, Josep Maria Benet i Jornet, Núria Espert y Boris Izaguirre. Detrás, Enric Majó y Lluís Pasqual.MARCEL.LÍ SÁENZ
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