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Reportaje:

Helena Almeida: la obra es ella

Una muestra exhibe el peculiar método de trabajo de la fotoartista portuguesa

La preocupación por los sentimientos, la incomunicación, la soledad y la ruptura son algunos de los temas presentes en la intransferible obra de la artista portuguesa Helena Almeida (Lisboa, 1934). Sólo la forma de manifestar esos estados de ánimo presentes en la obra es radicalmente diferente a la de, por ejemplo, su coetánea y compatriota Paula Rego: lo que en Rego es desgarro, en Helena Almeida es pura poesía. Y así queda claro en el recorrido por las salas de la Fundación Telefónica (www.Fundacion.telefonica.com), que exhibe la mayor antológica celebrada en España sobre la artista, bajo el título Tela rosa para vestir, en la que un centenar de fotografías, 29 dibujos y un vídeo describen con inusitada sensualidad las turbulencias vitales de Almeida.

Ella piensa y planifica sus creaciones, y su marido dispara

"Mi obra es mi cuerpo, mi cuerpo es mi obra". Con estas pocas palabras, Helena Almeida intenta resumir el contenido de una exposición donde la propia artista es el objeto retratado. Aunque en diferentes etapas de su vida ha recurrido a la escultura o la pintura para manifestarse, la fotografía es el lenguaje en el que la creadora lisboeta ha compendiado las otras formas de expresión artística.

Su forma de trabajar es totalmente peculiar. Ella piensa en un tema. Dibuja innumerables bocetos con la puesta en escena. Decide cómo va a posar. Busca la solución técnica y finalmente su marido, el también artista Artur Rosa, se encarga de disparar la cámara Nikon. Después, el revelado se hace en el mismo estudio con el que trabajan desde la década de los setenta. Almeida explica por qué es su marido el encargado de retratarla: "Es importante que las fotografías tengan lugar en el espacio físico en el que las pensé y las proyecté y, por eso, tiene que ser alguien próximo a mí". Y nadie más cercano a ella que Artur. Casados desde muy jóvenes, pasean estos días por Madrid cogidos de la mano como si se acabaran de conocer.

Almeida aparece siempre retratada sola en sus fotografías. Sólo en una de sus últimas series, en El abrazo o La conversación, ha incorporado a su marido. Desde entonces, él ya no se ocupa únicamente del obturador. "Ahora también le sirvo de modelo", comenta entre risas.

La exposición arranca con la fotografía que da título a la muestra, Tela rosa para vestir (1969). Como todas las demás, está realizada en blanco y negro. "El rosa era la tela que aquí se percibe como blanco oscuro. Los colores están presentes en mi obra, aunque aparezcan muy poco", explica la artista. Cuando Almeida introduce algo de color, nunca va más allá de algún brochazo o pincelada. Azul añil y rojo son los únicos colores que a veces aparecen como una huella de su memoria de pintora.

Aunque nunca se ha planteado utilizar en sus fotografías otro modelo que no sea ella, la artista asegura que no tiene nada que ver con el narcisismo o el egocentrismo: "Tiene que ver con que desde muy pequeña tenía que hacer de modelo para mi padre, el escultor Leopoldo Almeida, cosa que me fastidiaba mucho. Y luego, curiosamente, decidí ser mi propia modelo". A medio camino entre la performance (captación de un instante) o el body art (el cuerpo como protagonista absoluto), Almeida explica que nunca ha querido estar vinculada a tendencias o modas. Jamás se ha obsesionado por exponer ni por formar parte de élites artísticas. Lo suyo es más una poesía callada y sensual con la que retrata sus sentimientos más profundos.

<i>Pintura habitada</i> (1976). Acrílico azul sobre fotografías en blanco y negro.
Pintura habitada (1976). Acrílico azul sobre fotografías en blanco y negro.

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