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Entrevista:John Updike | Escritor

"He querido mirar a EE UU como una cloaca obscena"

Novelista, periodista, poeta y crítico de The New Yorker, John Updike es, a sus 74 años, uno de los más grandes escritores estadounidenses vivos. Eminente cronista de ese Estados Unidos blanco de las clases medias que sufre una lenta asfixia espiritual, en su nueva novela, Terrorista, Updike mira a su país desde la óptica de un joven estadounidense de origen árabe.

"Siempre he considerado la escritura como una profesión. Soy escritor como otros son dentistas"
"Nuestra juventud es gris y triste: se preocupa demasiado de su prole y no de cualquier pensamiento radical"

John Updike conquistó su lugar en el canon norteamericano con la saga histórico erótica de Conejo -Corre, Conejo; El regreso de Conejo; Conejo es rico; Conejo en paz...- . Observador de los mínimos detalles de un tejido urbano en decadencia, Updike examina un EE UU postrado pero, por imposible que parezca, vivo.

Pregunta. Desde hace medio siglo, usted es uno de los observadores más minuciosos de la vida contemporánea al otro lado del Atlántico. ¿Representa la reciente elección de los demócratas para el Congreso un cambio decisivo para la política estadounidense?

Respuesta. Sólo Dios lo sabe, pero yo, en cualquier caso, estoy francamente más contento, aunque debo decir que no he sido un gran detractor de Bush. Lo encuentro más bien... persuasivo.

P. ¿Persuasivo?

R. Digamos que me alegraría, como me ha alegrado siempre, ver a un demócrata en la Casa Blanca en 2008. Además, los programas económicos de Bush me parecen absurdos y detesto la idea de que el Tribunal Supremo, dominado hoy por los republicanos, pueda abolir cualquier día el derecho al aborto. Pero para Irak, no sé. Evidentemente, sería mucho mejor si este espantoso baño de sangre no hubiera tenido lugar. Sin embargo, pienso que la invasión era una idea quizá brillante que se ha convertido en una trágica chapuza desde el punto de vista estratégico y militar.

P. ¿Cree que EE UU ha cambiado mucho la última década?

R. Sí, profundamente. En primer lugar, la experiencia de lo que yo llamaría el republicanismo revolucionario. Esa idea, según la cual lo único que les faltaba a los republicanos era una pequeña cruzada para reducir los mecanismos fiscales y políticos de ese "gobierno grande" que tanto inquieta a mis compatriotas desde la fundación del país. Hoy, todo eso se ha hundido en la desilusión. Y los electores se vuelven de nuevo hacia los candidatos de una izquierda que sobrevive al precio de miles de pactos. En cuanto a la estructura general de la vida estadounidense, no hay duda: hemos perdido esa tremenda euforia, esa sensación de estar al borde de Un mundo feliz siempre a punto de llegar. Y nuestra juventud tiene un aire gris y triste: se preocupa demasiado de su prole y no lo bastante de cualquier pensamiento radical. Nuestra quiebra moral combinada con la pujanza de China e India hará de nosotros la Inglaterra del mañana.

P. Ha publicado Terrorista,

[que Tusquets tiene previsto publicar en España el próximo mes de mayo] una novela inspirada visiblemente por el 11-S, y en la que el antihéroe es un joven estadounidense de origen árabe. ¿Estamos en la era de la novela política?

R. Espero que no. Las novelas centradas en la gran obsesión de una época se convierten en obsoletas en la siguiente temporada. En mi opinión, un novelista debe interesarse por todo ese pequeño mundo que pulula por la ciudad, por el mundo de las pequeñas crisis existenciales, más que por las grandes crisis políticas. Mis libros hablan de vidas privadas, y creo que mi estilo representa un intento de devolver a la vida corriente su colorido y sus particularidades, incluso sus resonancias políticas, en el sentido etimológico.

P. ¿Por qué cedió entonces al deseo de meterse en la piel de un terrorista, obsesión de nuestra época si la hay?

R. Pensaba que estaba en condiciones de entender, o por lo menos de imaginar, el otro lado. Quería ver a través de los ojos de un joven musulmán devoto e ingenuo. Deseaba, aunque fuera por una vez en mi vida de novelista, observar EE UU no como un alma máter sino como una cloaca obscena, llena de podredumbre y de extravagancias sexuales.

P. ¿Abrazar el punto de vista del terrorista, al contrario que casi todos los novelistas de la época posterior al 11-S?

R. Sí. Escribir una novela del lado de la empatía, si es que se puede decir así. Un terrorista seducido, al hilo de una lógica implacable, por la idea de un asesinato en masa. No un monstruo y tampoco un imbécil. No escribo contra el terrorismo. Ni sobre el terrorismo. En realidad, escribo desde el punto de vista de un único terrorista que incluso puede ser, lo admito, un caso absolutamente exclusivo en su especie.

P. Su novela Busca mi rostro (2004) cuenta la entrevista de una joven periodista con una anciana pintora estadounidense. ¿Adopta en ella un tono más profundamente updikeano?

R. Creo que sí. El color, sin duda. Pero el reto, en este caso, era meterse en la piel de una mujer de 58 años. Y, como novelista, me pregunto siempre: ¿qué sé que no haya dicho ya más de una vez? En este libro quería mostrar, por medio de esta mujer pintora, la época del predominio estadounidense en las artes visuales, y los años cincuenta, tan machistas, caóticos y exuberantes. Lo que me interesaba también era que, en aquellos años, la vocación artística había reemplazado a la vocación religiosa. De la luz interior a los resquicios de luz.

P. Usted ha publicado 22 libros y es crítico de The New Yorker. ¿Cómo puede escribir tanto?

R. No haciendo casi nada más. Nunca he querido enseñar, repetir la vida de mi padre. Prefiero ser un mal escritor que no serlo de ninguna manera. Y siempre he considerado la escritura como una profesión. Soy escritor como otros son dentistas o agentes de Bolsa. Tengo mis horarios, como todo el mundo: de las 9 de la mañana a las 13.30. Así, incluso siendo más bien lento, se acaba por acumular muchas páginas.

P. ¿Cómo es que ensayo y ficción coexisten en su mente?

R. El crítico no es omnisciente; sabe una serie de cosas y expresa opiniones. Mientras que, en la ficción, esculpes un mundo que se mantiene en pie y que debe percibirse a través de múltiples ojos de cerradura. Estas cajas de herramientas coexisten en mi mente por separado.

P. ¿Qué es lo que le gusta de su oficio de escritor?

R. Cada buena página de novela tiene algo de la calidad de un poema. Eso debe ser interesante por sí mismo, movido por una dinámica interna, incluso si se conoce el final de la historia. Pero también se trata de construir imágenes extremadamente precisas y, naturalmente, una historia estupenda. Me gusta fabricar estos mundos encajados.

P. Dicen que usted adora a Salinger quien, sin embargo, tiene un estilo muy diferente del suyo...

R. Lo que adoro de Salinger es su faceta religiosa, esa búsqueda secreta de la espiritualidad en pleno siglo XX. El aspecto más desequilibrado de su narrativa. Es uno de los grandes innovadores de la prosa estadounidense moderna, sobre todo en sus novelas.

P. Usted dijo en una ocasión: "Leo para robar". Y T.S. Eliot: "Los buenos poetas roban". ¿En estos tiempos tan puritanos y obsesionados por el plagio, se le ocurre robar? ¿A quién?

R. Claro, muy a menudo. "Los malos poetas imitan", dijo también Eliot. Yo, gracias a Dios, he robado imágenes cuando pensaba que nadie se daría cuenta. Al principio, creo que se busca un modelo -en mi caso Proust, Nabokov, Salinger-, pero una vez que uno se ha formado busca cualquier cosa tan admirable que habría querido encontrarla él mismo, y entonces es muy tentador y muy posible... en fin, si es que se puede encontrar un buen pasaje donde esconderla.

P. El proceso artístico por excelencia: ¿copiar un original para deslizarlo en una rendija nueva, con un nuevo vecindario?

R. El arte es una actividad introspectiva en la que uno sabe lo que ha hecho y lo que hace. Es necesario experimentar la escritura para escribir uno mismo. Leer bastante para desear ser, como decía Proust. Y, a ese nivel, todos somos ladrones.

P. Su prosa tiene una estructura extremadamente singular en el paisaje contemporáneo estadounidense. No sólo su agudeza sensorial, sino también un cierto humanismo y un impulso lírico bastante raros actualmente. ¿Se habrá convertido usted mismo en un "personaje" aislado en el terreno de la ficción estadounidense?

R. Pienso que en los años sesenta o setenta reinaba en la ficción estadounidense una especie de humor negro, una sombra reflexiva, que muchos escritores cultivaron con denuedo. Mientras que mi escritura, a mi entender, está inundada de expresiones de alegría y de gratitud por la idea misma de ser consciente, incluidos los pasajes más austeros y más sombríos. Ahí está el núcleo de lo que se trata en mis libros y quizás haga de mí, en efecto, un escritor anacrónico en Estados Unidos.

P. Es posible que en la época post experimental el placer de escribir vuelva a estar en alza...

R. ¡Ah! Rabio de impaciencia.

©Le Monde. Traducción de News Clips.

John Updike.
John Updike.ASSOCIATED PRESS

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