Elemental, querido Arthur
Un libro recopila los crímenes que investigó Conan Doyle, 'padre' de Sherlock Holmes
Principios de 1907. Vestíbulo del Grand Hotel, en Charing Cross, Londres. Extraño en él, llegaba tarde a la cita. Aun así, sacó partido de ello: "¿Padece usted astigmatismo?" fue su presentación. Sorprendido, el joven que le esperaba lo admitió. ¿Cómo lo había sabido? Porque leía el periódico pegado a su cara. "Eso debió salir durante el juicio, ¿no?". No. "Lástima, porque es imposible que usted pueda ver algo en la oscuridad, por lo que no pudo cometer los delitos que se le imputaron". La deducción podría ser de Sherlock Holmes pero la hizo su padre, Arthur Conan Doyle, ante un caso real: el brutal acoso que sufrió el inglés de origen indio George Edalji, conocido como el caso Dreyfus inglés.
El escritor dio su opinión incluso sobre el episodio de Jack el Destripador
Tras casi 10 años de trabajar ese expediente, Conan Doyle empezaba a esclarecer un episodio que había amargado a Scotland Yard y había enviado a un inocente a prisión por tres años. Sería uno de los múltiples misterios reales en los que intervendría el padre de todos los detectives de ficción, episodios que el historiador dublinés Peter Costello ha recopilado en Conan Doyle, detective, que Alba distribuirá estos días, coincidiendo con el encuentro de novela negra en Barcelona.
Edalji había sido acusado de ser quien, deslizándose con cautela de noche por los prados, evisceraba ganado dejando que se desangrara hasta morir. Las pruebas nunca fueron rotundas, pero Edalji, indio de la comunidad parsi, era una víctima propiciatoria. Doyle le dio la vuelta al caso: desveló que la familia sufría acosos racistas desde hacía 20 años y acabó descubriendo -con estudios caligráficos de por medio- que los culpables eran dos hermanos.
Este caso le llegó, como la mayoría, por carta (aún hoy se reciben unas 50 semanales en el 221 B de Baker Street): peticiones de familiares de detenidos en asuntos oscuros o de la propia policía, que querían que Conan Doyle pusiera sus dotes deductivas y su pasión por la psicología criminal a su servicio. "Según qué carta recibía, se encerraba dos y tres días en su despacho, sin tocar siquiera la bandeja de comida", recordó su hijo Adrian.
Racional, deductivo hasta rozar lo mágico, Conan Doyle podía no tardar ni una hora en resolver un enigma, como el del hombre desaparecido en el hotel Langham, al que no se le vio salir desde que fue a dormir. A la señora Bellew le contestó tajante: "Su primo está en Escocia. Búsquelo en Glasgow o Edimburgo". Elemental: quien deseara desaparecer (había retirado todo su dinero) sólo podía hacerlo en las dos ciudades grandes y finales de trayecto de trenes que salían a medianoche de la estación de la capital.
Miembro desde 1904 de un particular Club de los Crímenes, pionero del análisis dactilar, Conan Doyle fue requerido para opinar sobre casos famosos: el robo de las joyas de la corona de Irlanda, el caso Sacco y Vanzetti... Y el de Jack el Destripador y su última víctima, Mary Kelly.
Tras patearse el East End del Londres de Jack, la opinión del autor de Estudio en escarlata era que el asesino era "o un cirujano o un carnicero" por el tipo de cortes que hacía, y que iba, además, disfrazado de mujer para facilitar su aproximación a las víctimas: ropa femenina quemada en la chimenea de una de las muertas le reforzó su teoría.
También terció en la desaparición de Agatha Christie, en 1926. El cartesiano médico respondió a la petición policial de manera sorprendente: se hizo con un guante de la escritora y lo llevó a un médium, que dijo que estaba viva, y así fue; por problemas con el marido decidió huir unos días simulando un secuestro que camufló con un episodio de amnesia.
¿Quien usó lo paranormal era el padre del racional Holmes? Sí, pero un padre también de un hijo real que murió en 1916 en la Gran Guerra, lo que le condujo al espiritismo y a pedir videntes en las comisarías. Algo que Holmes hubiera reprobado. O quizá hubiera considerado elemental si hubiese sabido que han caído ya tres rayos sobre el roble bajo el que yace su sagaz progenitor.
6.000 misterios en casa
Si la BBC no hubiera dado a Sherlock Holmes el rostro de Peter Cushing, bien podría haber sido el del catalán Joan Proubasta: alto, delgado, cejas blancas muy pobladas... Hubiera sido de justicia: a los 13 años leyó en Grenoble Estudio en escarlata en francés. Le encantó. De vuelta a Barcelona, empezó a comprar todos los títulos del detective que publicaba Molino. Ésos, más los heredados de su padre en inglés, configuraron el arranque de su colección de libros de y sobre el detective. Ya hace 50 años.Hoy, el socio fundador y presidente del Círculo Holmes tiene unos 6.000 de todo el mundo, en 60 idiomas y en ediciones tan surrealistas como en braille o la única editada en Cuba. Y lo que quieran: 1.500 cómics, 300 películas, sellos de hasta Funafuti-Tuvalu, jeringuillas y lupas del XIX... y claro, primeras ediciones, en especial una de Estudio en escarlata firmada por el autor. Las primeras en inglés, castellano y catalán de El perro de los Baskerville las ha prestado para una exposición en la biblioteca Jaume Fuster de Barcelona. "Qué tipo: de la nada, sacaba luz con su ver, observar y deducir; todo con la cabeza, sin acción", dice de su Holmes/Conan Doyle quien ahora está preocupado sólo por saber qué institución podría recoger su legado.
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