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Crítica:CINE
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Cambio de rumbo

Una comedia sentimental y muy de su momento, Pares y nones (1982), sirvió de presentación en sociedad a un antiguo realizador televisivo, José Luis Cuerda. Tardó algún tiempo hasta ver estrenado su segundo filme comercial, y sin duda su mejor trabajo hasta la fecha, la adaptación de El bosque animado de Wenceslao Fernández Flórez, cuyo éxito le ha abierto las puertas a una carrera digamos que normalizada. Hay que recordar que, a pesar de sus toques inequívocamente dramáticos, el filme se movía en el terreno de la comedia; y que en parecido registro cabe apuntar, esta vez con un tono decididamente surrealista, su tercera película, Amanece, que no es poco. Es decir, que en Cuerda parecen concretarse los rasgos de un especialista genérico, impresión que, en todo caso, el propio interesado se encarga de desmentir con La viuda del capitán Estrada, etiquetable como un melodrama que se querría ardoroso.El filme narra los tumultuosos, previsibles amores entre un militar de carrera que regresa a Madrid acuciado por la fuerza de su antigua pasión, y la viuda de un antiguo compañero de armas; la acción transcurre allá por 1947, época turbia como pocas y que Luis Berlanga recordó más de una vez impregnada por el rancio olor del aceite de los churros. Y por la miseria. El filme cuenta, con morosa delectación en los detalles y con diálogos a veces ingeniosos, el tortuoso periplo erótico y afectivo de una hermosa mujer de humilde origen -la espléndida Anna Galiena, toda ella sensualidad- y su historia con un antiguo amigo que intenta escapar a la represión franquista.

La viuda del capitán Estrada

Director: José Luis Cuerda. Adaptación y guión: J. L. Cuerda y Eduardo Ducay, según la novela Una historia madrileña, de Pedro García Montalvo. Música: S. Bacarisse y F. Moreno Torroba. Producción: E. Ducay para Classic Films y TVE, España, 1991. Intérpretes: Anna Galiena, Sergi Mateu, Nacho Martínez, Cherna Mazo, Manuel de Blas, Germán Cobos, Gavino Diego, Carmen Rossi. Estreno en Madrid: cines Fantasio, Gran Vía y Multicines Ideal.

Pero toda la peripecia, que se resiente, como es triste norma en nuestro cine, de una desigual ambientación de época, naufraga por razones más poderosas. Una, lo mal diseñado que está el personaje que interpreta Mateu, fundamental porque gran parte de la trama gira a su alrededor. Su espíritu militar, que lo ha impelido en el pasado a realizar heróicas gestas no siempre guerreras -se le presenta como un consumado Don Juan- se aviene mal con las dudas un tanto adolescentes que el actor transmite cuando corteja a la volcánica viuda que, rasgo notable, se comporta como alguien que sabe lo que quiere.

Y dos, elemento decisivo, al filme le falta el gramo de locura necesario para trastocar el rígido melodrama que resulta a la postre en el enloquecido arrebato pasional que sus diálogos postulan casi siempre, que sus personajes parecen pedir a gritos y que, sin embargo, rara vez asoma a sus imágenes.

Poca pasión

Puesto a elegir entre jugar en el terreno más seguro del control de un registro en el que se mueve con menor soltura que en la comedia, o dejarse deslizar por el siempre problemático tobogán de la pasión desenfrenada, Cuerda apuesta por lo primero, de forma que, a pesar de la perfección formal de sus imágenes y de alguna actuación sobresaliente -Galiena y Manuel de Blas-, el tan pasional filme que anuncia la publicidad se queda en una suerte de capítulo aislado de la, al parecer, insoslayable y televisiva matriz acuñada por La huella del crimen.

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