Antonio Vega huyó al fin de sí mismo
Fallece en Madrid a los 51 años uno de los más hondos creadores del pop español - Eterno superviviente, libró un perpetuo combate contra la adicción y sus fantasmas
Murió el eterno superviviente. Antonio Vega, uno de los grandes compositores de nuestro tiempo, ensimismado autor de un puñado de frágiles himnos generacionales y artista en perpetuo combate contra la heroína y el malditismo, falleció ayer en la clínica Puerta de Hierro de Madrid.
Y esta vez fue verdad. La muerte de Antonio Vega, anunciada tantas veces por los agoreros, cayó como una bomba. "Era el más grande", acertó a decir roto por el dolor Ángel Valverde, algo más que el tipo de la discográfica (Warner) que trabajaba con él. En las emisoras de radio volvían a sonar sus inolvidables canciones con La chica de ayer al frente.
Vega, que nunca ocultó su relación con las drogas y que descuidó su salud hasta límites que sólo una persona tan fuerte como él pudo aguantar tanto tiempo, mantuvo hasta el final su actividad como compositor. Preparaba un disco en directo con canciones nuevas y la editoral Demipage lanza ¿Y si pongo una palabra?, un libro que recopila parte de su emblemática obra en poemas-caligrama.
La capilla ardiente se instalará hoy en la sede madrileña de la SGAE
A lo largo de los últimos días, la habitación del área de Oncología donde se encontraba internado se convirtió en un reguero de músicos que se negaban a aceptar lo inevitable. "De otras peores he salido", les dijo a sus amigos. Antonio Carmona, Rosario o Fernando Illán, por citar a algunos, pasaron por el centro hospitalario. El músico, que se encontraba rodeado de sus hermanos y de su novia en el momento de su muerte, fue internado hace tres semanas, tras sufrir una insuficiencia respiratoria, que acabó por revelar un cáncer de pulmón. En la Sociedad General de Autores de Madrid se instalará hoy la capilla ardiente, a partir de las 13.00, y el jueves será incinerado en el cementerio de la Almudena.
Hasta que canceló sus actuaciones, el músico se mantuvo embarcado en una gira por teatros, arropado por una sólida banda en la que brillaba Basilio Martí, que además de amigo era su responsable musical. Fue en Bilbao el pasado marzo, donde estrenó una de las últimas composiciones: Antes de haber nacido.
Sus seguidores adoraban a Antonio Vega (Madrid, 1957). Fue el gran renovador de los textos en el rock español. Amable con quienes le pidieron colaboraciones, seguramente Vega fuera un punki en el sentido más estricto de la palabra. De verdad, hasta el final. Treinta años de dependencia y fuerzas para poder contarlo dan mucho de sí, especialmente si se trata de alguien con tanta sensibilidad. Desde Nacha Pop, el grupo con el que disfrutó las calles de Madrid en los ochenta, el músico encontró una forma de expresión que para sí quisieran otros. Se convirtió en uno de los artistas más imitados. Lucha de gigantes -canción que incluía la banda sonora de la película mexicana Amores perros-, Una décima de segundo o El sitio de mi recreo son ya clásicos del pop. Muchos músicos sueñan con escribir como él o se han convertido en sus alumnos. En su haber se cuentan más de un centenar de canciones y sus cuadernos garabateados con ideas y dibujos son tan célebres como inexistentes por el abandono de alguien que cuidaba tan poco de sí mismo.
Para algunos críticos se trata de alguien equiparable al Serrat de los años setenta. Sus temas reflejan su forma de vivir. En sus canciones todo transcurre deprisa. Sus letras son atemporales, todo podría ser imaginario o autobiográfico. Los textos carecen de sujetos, de ellos no se desprenden apenas referencias geográficas ni modas a las que agarrarse. Nunca hablan de la muerte. "Cada uno hace una lectura particular de mis canciones y encuentra allí cosas que nunca estaban en mi intención", contó en una entrevista. Muchos han querido descubrir en sus letras claves que remitan a la heroína. Sólo admitió el guiño en Se dejaba llevar por ti.
Los editores musicales compraban sus canciones como "joyas", de una en una para así racionarle la entrega de dinero. Su mayor éxito, La chica de ayer, versionada hasta por Enrique Iglesias, le hubiera reportado un buen pellizco en derechos de autor pero, ironías de la vida, el dinero acabó en manos de Hacienda. Fue un palo. Aunque un palo común. En su desordenada existencia estaba acostumbrado a perder.
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