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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

El fénix de la corrección

Javier Ocaña

Que un revolucionario del teatro como Lope de Vega se tenga que conformar con ser objeto de un canto a la convención y a la obviedad cinematográfica como Lope, la película que sobre su persona y su obra ha filmado el brasileño Andrucha Waddington con capital esencialmente español, solo es síntoma de la escasa capacidad de riesgo de buena parte del cine patrio. Desde que Shakespeare enamorado marcara el sendero, no son pocos los biopics sobre escritores no contemporáneos que, partiendo de sus textos y de algún aspecto personal más o menos demostrado, han intentado tirar del hilo de la ficción para completar historias que o se estancaban en un simple elogio del molde (Las aventuras amorosas del joven Molière) o caían de forma estrepitosa en el ridículo (Miguel y William). Mientras, solo unas pocas explotaron la vena lírica desde un lujoso academicismo (La joven Jane Austen), y aún menos las que han logrado poner el talento cinematográfico al servicio del personaje (vean la crítica de Bright star, sobre el poeta John Keats, también de estreno hoy).

LOPE

Dirección: Andrucha Waddington.

Intérpretes: Alberto Ammann, Pilar López de Ayala, Leonor Watling, Juan Diego, Luis Tosar.

Género: histórica. España, 2010.

Duración: 100 minutos.

No hay un solo gramo de creación. Parece hecha por un ordenador
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A Lope, que tiene todo lo que se puede pedir en materia industrial a este tipo de productos, pocos defectos se le pueden achacar (salvo su obviedad). Eso sí, tampoco hay un solo gramo de verdadera creación. De hecho, parece una obra realizada por un programa de ordenador (incluido un reparto de estupendos intérpretes, pero compuesto sin una pizca de imaginación), por un mezclador supuestamente impecable del amor, el sexo, la aventura, la historia y la literatura.

Por el contrario, resulta imposible encontrar un solo plano sostenido más de la cuenta que sorprenda por su creatividad. Ni un giro dramático que se salga del caminito más trillado. Sus autores, sobre todo sus guionistas, han debido ver decenas de veces Shakespeare enamorado y aún más Cyrano de Bergerac en la versión de Jean-Paul Rappeneau, de la que han llegado a calcar una de sus tramas principales (las cartas de amor del poeta al servicio de un rico no dotado del don de la elocuencia) y hasta alguna secuencia completa (la ridiculización pública de un personaje negativo a través de un implacable recitado de versos).

Para ser una buena película Lope llega tarde una década y media. Aunque quizá esté a tiempo de convertirse en un buen (o incluso un gran) producto. Que se llegue a lo primero, a lo segundo, o a la nada, ya no depende de disquisiciones críticas. Depende simplemente de la respuesta del público y de la cuenta de resultados. Algo que, para qué engañarnos, es para lo que sirve una película pergeñada como el que intenta imitar la fórmula de la Coca-Cola.

Alberto Ammann y Pilar López de Ayala, en <i>Lope.</i>
Alberto Ammann y Pilar López de Ayala, en Lope.

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Sobre la firma

Javier Ocaña
Crítico de cine de EL PAÍS desde 2003. Profesor de cine para la Junta de Colegios Mayores de Madrid. Colaborador de 'Hoy por hoy', en la SER y de 'Historia de nuestro cine', en La2 de TVE. Autor de 'De Blancanieves a Kurosawa: La aventura de ver cine con los hijos'. Una vida disfrutando de las películas; media vida intentando desentrañar su arte.

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