El fiscal de Los Ángeles pide una nueva sentencia en el caso de los hermanos Menéndez, que podrían quedar en libertad
Lyle y Erik Menéndez cumplen cadena perpetua en una cárcel de California tras el asesinato de sus padres en 1989. Nuevas pruebas y su buena conducta podrían ayudarles a rebajar su pena e incluso a salir de la cárcel, pero un juez tendrá la última palabra
El giro de guion en el caso de los hermanos Lyle y Erik Menéndez no se lo esperaba ni Netflix. Este jueves 24 de octubre, el fiscal general del condado de Los Ángeles, George Gascón, ha anunciado que buscará una nueva sentencia acerca del caso. Los hermanos cumplen cadena perpetua desde hace 35 años en una cárcel de San Diego, al sur de California, en Estados Unidos, por el asesinato de sus padres en 1989. Será un juez quien tome la decisión final acerca de si el proceso se reabre y, obviamente, sobre su posible salida de prisión, que podría ser casi inmediata. Por el momento, hay una vista sobre el caso fijada para la última semana de noviembre.
La esperadísima y multitudinaria rueda de prensa del fiscal estaba convocada a las 13.30 de la tarde, hora de Los Ángeles (las 19.30 del Este de EE UU; las 22.30 en la España peninsular), aunque Gascón se ha retrasado media hora. Entre los presentes, familiares de los convictos, como su tía Joan, hermana mayor de Kitty. Todas las televisiones estadounidenses y muchas webs han conectado en directo con el tribunal angelino. “No tenemos un acuerdo universal; hay gente de la oficina que cree que los Menéndez han de pasar el resto de su vida en la cárcel, y otra que creen que deben ser liberados inmediatamente. Tras una cuidadosa revisión [...] creo que bajo la ley buscar una nueva sentencia es lo apropiado”, ha afirmado. Como los hermanos tenían menos de 26 años cuando mataron a sus padres, tendrían la posibilidad de ser elegidos para salir en libertad condicional; si el juez acepta su recomendación de una nueva sentencia, podrían hacer uso de dicha libertad condicional de manera inmediata. Mañana viernes presentarán el caso de manera oficial ante los tribunales.
Gascón no le ha quitado hierro al asunto, explicando que los hermanos tenían 18 y 21 años cuando cometieron “estos horribles actos” y que “no hay excusa para este asesinato, aunque sufrieran abusos, debían haber buscado ayuda o acudir a la policía”. “Pero creo que pasaron por un hogar disfuncional y por muchos abusos. Entraron en la cárcel sin posibilidad de libertad condicional [...] Aun sabiendo que nunca serían libres, tomaron el camino de la redención y la rehabilitación”, ha asegurado. Para el fiscal, “han pagado su deuda con la sociedad”, por lo que, para él, deberían tener acceso a la libertad condicional, y afirma que se siente “muy seguro” de que, por ello, deben ser reintegrados en la sociedad.
Hace tres semanas que Gascón ya explicó que su oficina ya estaba reevaluando el caso tras encontrar nuevas pruebas y después de que los abogados pidieran revisarlo: “Tenemos la obligación ética y moral de revisar lo que se nos ha presentado y hacer una determinación desde ahí”, afirmó. A principios de esta, comentó que haría un anuncio relativo al caso. Desde entonces la expectación ha sido máxima. El caso es tremendamente mediático. Primero, porque la ciudad quedó conmocionada cuando ocurrió el crimen, en 1989, y los jóvenes descargaron sus escopetas sobre sus padres una noche de agosto mientras ellos veían la tele. Después, por sus juicios: el de 1993, el primero televisado de la historia de EE UU, en el que el jurado no logró un veredicto unánime; y el segundo, que tuvo lugar en 1996, ya sin cámaras y en el que fueron condenados a cadena perpetua sin posibilidad de libertad condicional.
Pero ahora, el caso ha vuelto a estar en la cresta de la ola por la serie de Netflix sobre su historia, que lo ha puesto sobre la palestra con un enorme éxito global; de hecho, la plataforma también ha estrenado un documental sobre sus vidas. Incluso el fiscal ha reconocido que todo ese nuevo material audiovisual ha acelerado la toma de su decisión. El morbo es tal que ante las puertas de la antigua casa de los Menéndez, en la lujosa Beverly Hills, se acumulan cada día decenas de turistas que merodean, observan por la verja y hurgan en el buzón de metal negro, casi siempre abierto. Hasta Kim Kardashian ha tomado partido por los hermanos, asegurando que “no son monstruos” y que sufrieron una condena pública y mediática: “El caso se convirtió en entretenimiento para la nación”, ha dicho la estrella de la telerrealidad, que busca ser abogada y que les ha visitado en prisión y aboga por su liberación.
Lyle (de ahora 56 años) y Erik Menéndez (de 53) fueron sentenciados a cadena perpetua por asesinar a sus padres, José y Kitty Menéndez, en su casa de Beverly Hills, situada en el condado de Los Ángeles, California, en agosto de 1989. Ellos tenían 21 y 18 años; sus padres, 45 y 47. En el juicio, los hermanos aseguraron que habían sufrido abusos sexuales, pero también psicológicos, por parte de su padre desde que tenían alrededor de seis años, que su madre lo sabía y nunca lo frenó y que temían por sus vidas. Sin embargo, sus testimonios fueron acogidos en la corte con frialdad y no les sirvieron de atenuantes. Además, el hecho de que al morir sus padres fueran los herederos de 14 millones de dólares (más de 35 millones, ajustados a la inflación de 2024) y que tras el asesinato se gastaran miles y miles de dólares en relojes de lujo, coches de alta gama, estancias de hoteles y en montar un restaurante en Nueva Jersey, en la otra punta del país, pasó factura a su imagen pública.
Que los Menéndez mataron a sus padres es obvio, innegable y hasta ellos lo han reconocido. Cuestión distinta son los motivos, que si ahora se reevalúan, podrían cambiar su destino. Tras pasar casi 35 años en prisión, las penas podrían rebajarse si cambia la sentencia, especialmente con el atenuante de la edad. Hay dos vías por las que se podría abrir el juicio y, por ahora, la defensa ha pedido ambas ante el Tribunal Supremo del Condado de Los Ángeles. La primera sería el llamado habeas corpus, por el que la sentencia se revisa a la luz del hallazgo de nuevas pruebas. Y, efectivamente, en los últimos años se han conocido evidencias, como una carta escrita por uno de los hermanos a su primo, Andy Cano, publicada por el periodista Robert Rand, y datada de nueve meses antes de los asesinatos y en la que hablaba de aquellos abusos sexuales. Hay otra carta, de Lyle a Erik, de 1990, cuando ambos estaban ya en prisión a la espera de juicio, donde se habla de los abusos. Además, a mediados de 2023 Roy Roselló, uno de los cinco integrantes de la conocida banda juvenil puertorriqueña Menudo, que triunfó en todo el continente americano a mediados de los noventa, afirmó en una serie documental que había sido violado por José Menéndez cuando tenía apenas 14 años. La defensa ha pedido incorporar ese testimonio entre las nuevas pruebas.
En el primer caso, en 1994, sí se admitieron muchas de las pruebas de los abusos, aunque al final el jurado no llegó a ninguna conclusión. En el de 1996, en cambio, ese relato pasó casi desapercibido, porque se excluyeron muchos de esos testimonios. Ahora, Gascón —para quien el caso, con una gran exposición pública, ha supuesto un empujón en su carrera por la reelección como fiscal del distrito— cree que hay evidencias nuevas. “Es importante reconocer que tanto hombres como mujeres pueden ser víctimas de abusos sexuales”, afirmó a principios de mes, cuando anunció la revisión. Los abogados de la defensa de los Menéndez también hablan de esas nuevas pruebas, que consideran suficientes para demostrar los abusos, y tratan de seguir el mismo camino que Gascón: “Si fueran las hermanas Menéndez, no estarían en prisión. Hemos evolucionado. Ya es hora”. En un programa de televisión hace una semana, Gascón fue un paso más allá, afirmando que “dadas todas las circunstancias”, él creía que “no merecen estar en prisión hasta que mueran”.
Por ahí iría la segunda vía, que es una especificación de las leyes de California por las que, si los presos tienen una conducta excelente y se han rehabilitado, la Justicia puede abrirse a considerar una nueva condena. De ahí que tanto la familia como los abogados quieran hacer ver el buen comportamiento de los hermanos poniendo en valor sus estudios en prisión y su buena conducta colaborando en Alcohólicos Anónimos o con enfermos. Incluso tratan de aportar cartas de personal de la cárcel en las que se les alaba por su evolución y comportamiento. Ambos hermanos están casados con mujeres a las que conocieron por carta. En 1999 Erik contrajo matrimonio con una mujer de nombre Tammi Saccoman, a la que sigue unido, aunque no tienen permitidas las visitas conyugales. Lyle se casó en 1996 con Anna Eriksson, de quien se divorció en 2001, y desde 2003 está con Rebecca Sneed, con quien llevaba una década escribiéndose.
En la cuestión familiar, los Menéndez no están demasiado unidos. Parte de la familia pide su liberación. El pasado 17 de octubre, familiares y amigos de los hermanos se reunieron en Los Ángeles y aseguraron que no son una amenaza para la sociedad y que deben ser liberados. “Si el caso fuera evaluado hoy, con el conocimiento que tenemos ahora sobre el abuso y el trastorno por estrés postraumático, no tengo dudas de que la sentencia hubiera sido diferente”, afirmó una sobrina de José Menéndez. “Estamos unidos aquí con la esperanza de que estos 34 años de pesadilla van a terminar y de que volveremos a reunirnos como familia”, aseguraba la portavoz. En cambio, Milton Andersen, de 90 años y hermano de Kitty, afirma que sus sobrinos deberían seguir en la cárcel. Incluso en la familia Menéndez todavía es, tres décadas después, complicado ponerse de acuerdo sobre la culpabilidad y el futuro de los hermanos.
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