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El espeluznante crimen de la mansión

Juzgados los dos hijos de un ejecutivo de Beverly Hills por el asesinato de sus padres

Antonio Caño

Una pegajosa noche de agosto de 1989 José y Kitty Menéndez, un matrimonio de origen cubano, miraban la televisión y comían palomitas en su lujosa casa de Beverly Hills cuando sus dos hijos entraron en la habitación, se colocaron tras ellos, apretaron el gatillo de su escopeta y les estrellaron los sesos contra la pantalla. Dispararon todas las balas, como si temiesen que sus víctimas se pudieran levantar de nuevo. Después, Erik y Lyle, que entonces tenían 18 y 21 años, llamaron a la policía y, aparentando confusión y miedo, denunciaron que habían encontrado a sus padres muertos sobre el sofá.A partir de hoy, Erik y Lyle, que se confesaron más tarde autores del doble crimen, tendrán que convencer a los 24 miembros de dos jurados de Los Angeles -serán juzgados por separado- de su versión de que mataron a sus padres en legítima defensa. El fiscal tratará de demostrar que sólo querían anticipar el cobro de la herencia.

La historia, conocida como los asesinos de la mansión de Beverly Hills, es uno de los más espantosos e inconcebibles relatos de horror conocidos, incluso en este país. ¿Qué grado de violencia se puede generar en una familia para llegar a un final como éste? ¿Qué clase de padres dejan a sus hijos tener armas de fuego? ¿Qué clase de hijos pueden matar a sus padres en lugar de, por ejemplo, huir de casa? Todas estas preguntas pasarán por la cabeza de los jurados al pronunciarse dentro de unos días sobre un caso que no tiene más veredicto que la condena colectiva de una sociedad enferma de violencia.

Los dos hermanos Menéndez aseguran que sus padres abusaban sexualmente de ellos desde pequeños, los maltrataban habitualmente y los amenazaron con la muerto, si acudían a la policía. El fiscal sostiene, por su parte, que Erik y Lyle planearon fría y cuidadosamente su crimen, que lo ejecutaron como dos profesionales, que lo negaron inicialmente y que, unos días después del monstruoso delito, disfrutaron de la vida como nunca: gastaron un millón de dólares en viajes, coches, ropas y joyas.

La defensa tratará de demostrar que, de no haber actuado a tiempo, José, de 45 años, y su esposa Kitty, de 47, hubieran acabado con las vidas de sus hijos. Los abogados de los dos hermanos tienen testigos que declararán que José, un alto ejecutivo de la industria del espectáculo, tenía fama entre sus amigos de ser un tirano. Explicarán también que Kitty, una antigua reina de belleza, era adicta a los tranquilizantes y se quejaba continuamente por la infidelidad de su esposo.

La manera en la que la abogada Harland Braun planteó ayer la defensa es otra prueba de la irracionalidad de este caso: "Imaginemos que estamos viendo una película en la que un niño pasa 21 años sometido a los malos tratos de sus padres. Un día, decide reaccionar y los mata. ¿No aplaudiría entonces la audiencia?"

La respuesta es sí. Es cierto, aplaudiría la audiencia de esas películas que se ruedan en Beverly Hills y que habían hecho millonario a José Menéndez. En cierto modo es como si aquel emigrante cubano hubiera cargado el arma que acabaría con su vida. Espeluznante.

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