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El cáncer ataca de forma diferente a los latinos: son más susceptibles de contraer el cervical y menos el de mama

Barreras socioeconómicas, culturales y del lenguaje implican una mayor predisposición a contraer particularmente los tipos de cáncer causados por procesos infecciosos y dificulta el acceso a tratamientos efectivos

Una resonancia magnética muestra un cáncer de cérvix.
Una resonancia magnética muestra un cáncer de cérvix.BSIP (Getty Images)

Cuando Ysabel Duron, californiana de nacimiento y de padre mexicano, acudió a su revisión ginecológica anual en 1999 no sospechaba que tenía cáncer. Pero, como suele ser el caso, la enfermedad avanzaba sigilosa e inadvertidamente. Le encontraron un linfoma de Hodgkins en un lugar inusual: la pelvis. Para seguir el tratamiento la remitieron a uno de los mejores especialistas en Stanford, “el padrino de Hodgkins”, como Duron lo define. El tratamiento fue efectivo y el cáncer desapareció. “Lo mío era un lujo. Me podía comunicar. Tenía un gran seguro médico. Y me trataba el mejor doctor de Stanford, al que pude acudir sin problemas”, reconoce. Mientras estaba en el tratamiento, “miré alrededor en la habitación y me pregunté: ¿Dónde están las latinas?”. Así fue como cambió una larga carrera como periodista de televisión y se dedicó a ayudar a las mujeres de origen hispano a luchar contra la enfermedad. Para ello fundó la organización Latinas contra el Cáncer, desde la que constató que hay muchos factores, entre ellos culturales, genéticos y socioeconómicos, que determinan que los latinos sean más proclives a contraer ciertos tipos de cáncer.

“Los hispanos tienen menos probabilidad de ser diagnosticados con los cuatro tipos de cáncer más comunes (pulmón, colon, mama y próstata). Por el contrario, son más proclives a contraer cáncer de hígado, estómago y cervical. Estos tienen en común que se relacionan con infecciones, como el virus del papiloma humano”, sostiene la doctora Lynne Padgett, del Instituto Nacional de la Salud de Minorías y Disparidades de Salud.

Cuando hay un diagnóstico, el “lujo” de Duron, que en la actualidad continúa su labor desde el Instituto Latino del Cáncer, no es el que disfruta la mayoría de las mujeres latinas que necesitan tratar la enfermedad. Empezando por la falta de un seguro médico. Entre las personas de 18 a 64 años de edad, el 26% de los hispanos no tenía seguro durante 2017-2018 en comparación con el 9% de los blancos no hispanos, según la Sociedad Americana del Cáncer.

En cuanto al factor genético, si a los latinos les es desfavorable en la probabilidad de contraer cáncer de cuello uterino o cervical, también les hace menos vulnerables ante el cáncer de mama porque “la herencia indígena les protege”, explica Alejandra Hurtado de Mendoza, profesora asistente en el departamento de prevención de cáncer en la Universidad de Georgetown, en Washington. “También el hecho de que las mujeres latinas tienen hijos a edades más tempranas y dan de lactar. Esos son factores de protección que disminuyen el riesgo de padecer cáncer de seno, pero se van perdiendo entre los que nacen aquí y adoptan conductas que pueden ser de mayor riesgo, como una dieta menos saludable, tener menos hijos…”, añade.

Una mujer con cáncer cervical en un hospital de Caracas (Venezuela), en 2021.
Una mujer con cáncer cervical en un hospital de Caracas (Venezuela), en 2021.Ariana Cubillos (AP)

La aculturación aumenta el riesgo

El riesgo de padecer cáncer aumenta para los latinos con la aculturación. Los inmigrantes en los Estados Unidos y las generaciones posteriores pueden adoptar comportamientos poco saludables, especialmente consumir una dieta de menor calidad. El índice de masa corporal promedio entre los mexicanos es más alto entre los nacidos en los Estados Unidos, intermedio entre los residentes de larga duración nacidos en el extranjero y más bajo entre las personas nacidas en el extranjero que han vivido en el país menos de 15 años.

Un estudio encontró que las tasas generales de muerte por cáncer en Texas en los hombres latinos nacidos en los Estados Unidos eran aproximadamente un 60% más altas que la de los nacidos en el extranjero, según recoge la Sociedad Americana del Cáncer en su informe sobre hispanos. Asimismo, la adopción de una dieta basada en alimentos ultraprocesados y comida rápida ha provocado un aumento peligroso de la obesidad que, a su vez, es un factor determinante en el cáncer de cuello uterino o cervical, cuya incidencia en las mujeres hispanas es aproximadamente un 30%-40% más alta que en las mujeres blancas no hispanas.

Alimentos procesados en un supermercado de Texas.
Alimentos procesados en un supermercado de Texas.Steve Gonzales (Getty Images)

La prevención es fundamental para detectar a tiempo este tipo de cáncer y las latinas se encuentran con numerosas barreras: la escasez de recursos para pagar el seguro, la falta de costumbre de ir al médico sin estar enferma, la imposibilidad de ausentarse del trabajo, el lenguaje, la familia... “El cáncer cervical prevalece entre las latinas por el estilo de vida, los factores socioeconómicos y la predisposición biológica. Después de 23 años seguimos intentando atajar lo más básico, que es que acudan a hacerse exámenes preventivos”, reconoce Duron.

“Hay muchas barreras culturales. No vamos al médico hasta que no estamos enfermas y las necesidades de la familia se anteponen. Lo grave es que cuando vienen ya tienen el cáncer avanzado”, señala Astrid Jiménez, directora de Nueva Vida, una de las organizaciones que apoya a las latinas con cáncer y que opera en Maryland, Washington DC y Virginia. La organización sin ánimo de lucro fue fundada hace 25 años por el oncólogo Elmer Huerta junto con una psiquiatra argentina, una psicóloga chilena y una economista colombiana. “Las tres tuvieron cáncer y lo pasaron tan mal que pensaron en cómo debía ser para quienes no tuvieran acceso como ellas a servicios médicos de calidad, sin familia y sin hablar inglés”, cuenta Jiménez. Su labor es educarlas, facilitarles exámenes preventivos y tratamientos médicos, acompañarlas en todo el proceso, servir de traductoras y ayudarlas a conseguir financiación; pero sobre todo, dan apoyo moral. “Es extremadamente importante. Con esta enfermedad no sólo decae el cuerpo, también lo hace la parte emocional”, explica Jiménez.

Ana Navas, salvadoreña que reside en el Estado de Virginia acudió a Nueva Vida cuando se enteró de que tenía cáncer de mama. “Me empezó como una molestia en la piel. Fui al doctor de la clínica comunitaria y me mandó una crema. Yo quería que me hiciera una mamografía, porque sabía que algo no estaba bien en mi cuerpo, pero no podía cubrir los gastos”, recuerda. En Nueva Vida la acompañaron en las visitas médicas y le dieron ayuda económica para necesidades básicas porque tuvo que dejar de trabajar. Pero lo que más valora “es el apoyo emocional, que es lo más difícil de conseguir. Saber que no estás solo, porque no hablas el idioma y no tienes familia”, explica. Navas consiguió tratamiento y el cáncer está remitiendo.

“Es muy difícil navegar en este sistema de salud, y más si tienen barreras de lenguaje. El rol de las organizaciones comunitarias y navegadores es absolutamente fundamental”, asegura Hurtado de Mendoza. Los navegadores son las personas que acompañan a las enfermas en todo el proceso, sirviendo de traductores e identificando las necesidades que van teniendo según avanza la enfermedad y el tratamiento.

Claudia Colindres trabajó como navegadora en Latinas contra el Cáncer durante 11 años. Proveniente de Honduras, un año después de llegar en 2005 a Estados Unidos su hija de cuatro años fue diagnosticada con leucemia y pudo comprobar que moverse en el sistema de salud es muy complicado, ya que no es un sistema integrado. Por ello usó su experiencia para ayudar a otras enfermas latinas en una clínica oncológica de San José, California. “Una barrera grande es el idioma. Yo pasaba con los médicos y les traducía. Y también explicaba a las familias qué medicamentos necesitaban, qué tratamientos. Así el médico tenía seguridad de que le entendían. A veces veía discriminación por parte del personal médico y las enfermeras porque no hablaban inglés”, recuerda.

Colindres cuenta también que se encontró con muchos casos de machismo, donde la pareja no entendía la difícil situación de la enferma y la mujer tenía que continuar cuidando de los hijos e incluso trabajando si era la única persona que aportaba ingresos a la familia. Desde la misma organización, Jiménez también critica el machismo que se han encontrado al querer contactar con algunas pacientes. “A veces contesta el marido al teléfono y pregunta que para qué queremos hablar con la esposa, que él sabe todo y puede contestar por ella. Las navegadoras ya son expertas y le preguntan que cuándo fue la última menstruación. Así no tiene más remedio que pasar el teléfono a la interesada”, relata.

Las navegadoras también tienen que lidiar con ideas equivocadas y mitos sobre la enfermedad, como creer que un diagnóstico de cáncer es una sentencia de muerte, por lo que las afectadas no lo cuentan. La falta de información es un problema en la investigación sobre la herencia genética, que estudia Hurtado de Mendoza. “Es muy importante para nosotros porque hay que saber la historia en la familia y muchos no la conocen porque no se habla abiertamente de ello”, apunta.

La falta de datos explica en parte que los latinos estén poco presentes en los estudios de investigación. Los investigadores y defensores de pacientes también se quejan de que se incluye a todos en el mismo saco, cuando sería necesario desagregar, dadas las diferencias por origen, nivel socioeconómico, cultural y demás factores que influyen en la predisposición a la enfermedad. Además, tampoco están bien representados en el personal médico, donde sólo un 5% es hispano, pese a que los latinos ya suman casi un 20% del total de la población. “Varios colegas latinos del mundo académico y la investigación y yo llevamos más de una década defendiendo que hay que desagregar los datos de la población porque los latinos en Estados Unidos somos una diáspora”, apuntala Duron.

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