Así es ‘Ciudad de sombras’, la serie póstuma de Verónica Echegui en Netflix
La oscuridad y el peso del pasado atraviesan una producción con personalidad que, precisamente por eso, expulsará a quienes busquen ligereza y entretenimiento. Es otra cosa, para bien y para mal

Cuando la actriz Verónica Echegui murió en agosto, dejó pendiente de estreno una serie, rodada el otoño e invierno pasados, y que terminó siendo su último trabajo. Esa serie es Ciudad de sombras, que este viernes estrena Netflix y que Echegui protagoniza junto al actor Isak Férriz. Cada uno de los seis episodios de esta ficción termina con una dedicatoria final: “Para Verónica Echegui con todo nuestro cariño y admiración”.
En Ciudad de sombras, la habitual luz de Echegui está más apagada por exigencias del guion. Este thriller oscuro, basado en la primera de las novelas de la saga literaria escrita por Aro Sáinz de la Maza, El verdugo de Gaudí, ahonda en las cicatrices de sus personajes, especialmente las de su protagonista masculino, y en las de la ciudad que acoge la trama, Barcelona. El punto de partida es el macabro asesinato de un importante empresario, quemado vivo colgado de la fachada de La Pedrera de Gaudí. El caso es asignado al inspector de los Mossos Milo Malart (Férriz), quien había sido suspendido por insubordinación y que lidia con su propio drama personal tras la muerte de su sobrino y una traumática situación familiar. Milo estará acompañado por la subinspectora de la Policía Rebeca Garrido (Echegui). Sus personalidades chocan de inicio: él, pasional y obsesivo; ella, cerebral y metódica. Pero llegarán a entenderse y apoyarse en su soledad compartida.

A partir de ahí se despliega un thriller en el que se detectan clichés del género: los investigadores de personalidades opuestas, el protagonista atormentado lleno de demonios interiores, la oscuridad de la puesta en escena, algunos diálogos forzados, periodistas sin escrúpulos aquí elevados a la máxima potencia... Pero se agradece que intente no caer en la sobreexplicación habitual y en dotar a la producción de una identidad personal. Esto último lo consigue poniendo a Barcelona en el primer término.
Al contrario de tantas producciones de Netflix que, con la intención de ser lo más internacionales posible, podrían desarrollarse en cualquier lugar del mundo, Ciudad de sombras solo puede tener lugar en Barcelona. Cada uno de los seis episodios tienen como título una obra de Antoni Gaudí: Casa Milà - La Pedrera, Palau Güell, Cripta de la Colònia Güell, Parc Güell, Pabellones Güell y Sagrada Familia. Esto no es un simple guiño en la serie. La trama se va entrecruzando con la historia de la transformación de la urbe en las últimas décadas y las dos caras de la moneda de ese progreso. A través de imágenes de archivo se puede ver la evolución de Barcelona desde principios del siglo XX hasta un presente que en la serie es 2010, en concreto, los días previos a la consagración de la Sagrada Familia por el papa Benedicto XVI.

El peso del pasado está presente continuamente en la serie creada por Jorge Torregrossa (director, entre otros, de los éxitos de Netflix El cuerpo en llamas e Intimidad), tanto en la personalidad de su protagonista como, según se va descubriendo al avanzar, en el discurrir de la trama policial y en la forma de presentar a Barcelona. Sin embargo, la densidad de la serie la vuelve pesada en buena parte de la trama, como si se hubiera contagiado del carácter de Milo Malart y de esa sombra que parece envolver también al personaje de Verónica Echegui. También ocurre cuando aparecen flashbacks que el espectador tendrá que ir situando y dando sentido. La oscuridad, las sombras y el dolor atraviesan una serie con personalidad que, precisamente por eso, puede expulsar a quienes busquen ligereza y entretenimiento. Ciudad de sombras es otra cosa, para bien y para mal.
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