Aro Sáinz de la Maza y el ‘mosso’ Milo Malart, el secreto mejor guardado de la novela negra española
El autor barcelonés publica la cuarta entrega de su serie policial, una compleja exploración de la oscuridad humana, una etapa más de su plan para destacar en un género lleno de competencia
Aro Sáinz de la Maza (Barcelona, 64 años) es una de esas curiosas aves literarias que vuela mucho tiempo por debajo del radar. Pero no le importa porque tiene un plan, articulado a través de los libros protagonizados por el mosso Milo Malart, que le han ido haciendo un hueco entre los mejores de un género donde no falta competencia. Ahora publica Malart (Destino), cuarta entrega de la serie y el cierre de la tetralogía de los elementos, una compleja inmersión en lo más oscuro del ser humano y de la sociedad barcelonesa. Sáinz de la Maza nos atiende por teléfono desde su estudio en Barcelona, con las sirenas de ambulancias y policía como música de fondo, la ambientación perfecta para un autor de ficción criminal, una banda sonora que este amante del silencio confiesa que añoró durante el confinamiento.
Malart es muy alto, muy delgado, siempre va con sus botas de montaña, duro, honesto y obsesivo hasta límites que ponen en juego su cordura. También es dueño de un pasado y una historia familiar catastróficas. En esta cuarta entrega, el inspector llega a un callejón sin salida cuando se vuelve a cruzar con Ivo Parés y Mónica Morera, un matrimonio de criminales sádicos que utilizan su posición de privilegio en la alta burguesía catalana para salir indemnes de sus fechorías. Milo lleva detrás de ellos desde la primera novela (El verdugo de Gaudí, 2012) pero este envite parece definitivo desde las primeras páginas. “Prefiero equivocarme que repetirme”, asegura, citando a su amigo el escritor Carlos Zanón para explicar la evolución de cada novela. En esta, el protagonista está mucho tiempo ausente. “Me planteé: ¿Qué pasaría si la columna vertebral no estuviera? ¿Aguantaría? Decidí trasladar el peso, la ausencia, a otros personajes. Pero tenía que estar contrarrestada con la presencia de Milo y para eso tenía que recurrir a la narración de terceras personas, lo que era un riesgo. Me gustan los retos, así que lo asumí y tiré millas”.
El plan de Sáinz de la Maza ya estaba en marcha cuando se ganaba la vida arreglando libros que otros firmaban, sobre todo en el género de la autoayuda, al que recurre a menudo su personaje principal. “En otra vida, me dediqué al oficio dignísimo pero tremendamente contaminador de editor, versión norteamericana. Daba forma a libros mal redactados y mal construidos. Y al principio me encargaban libros de autoayuda; les debo muchísimo, porque me dieron de comer, pero descubrí que a quienes ayudaban era sobre todo a los autores. Al crear al personaje con esta pasión le hacía un guiño a algo que me merece todo el respeto, pero que es una búsqueda baldía para Milo porque nunca va a encontrar el libro que le ayude”.
Un enigma impredecible
Hablar de su personaje estrella es abrir un torrente inconmensurable en el que el autor lo da todo. “Deja a Milo en paz”, le dice su hija cuando está en plena efervescencia creativa y quien habla no es él. “Milo es un enigma en sí mismo. Impredecible, no es fácil para el lector. Es torpe hasta decir basta en la distancia corta, pero genial y eficaz. ‘Mi trabajo no es caer bien a la gente’, dice. Me gusta que el lector atisbe al humano que está detrás de la fachada huraña y casi maleducada, que no es más que un blindaje. Tiene gran capacidad de empatización y sensibilidad, siempre al lado de las víctimas, incluso cuando son insoportables. Es una buena persona”, se expande entusiasmado. Sin embargo, no es fácil trabajar así, asegura. “Él acostumbra a tener razón, cosa que no dice mucho bueno de mí como autor. Ahí lo aplaudo. Pero luego lo maldigo cuando me causa problemas. Por eso son tan lento escribiendo. Estoy completamente a su merced. Escribir tiene momentos geniales y otros terribles. Por ejemplo, cuando Milo calla”.
Pero el personaje no está solo. Como manda la tradición del género, tiene una pareja protagónica encarnada en la subinspectora Rebeca Mercader, su opuesto, “la fuerza de la razón”, el equipo perfecto. Y si, por ejemplo Dennis Lehane, uno de los muchos nombres que salen en una conversación plagada de referencias, juega en su serie de Kenzie y Gennaro con la tensión sexual no resuelta entre ambos, Sáinz de la Maza se lo quita de en medio nada más empezar la serie. “Creo que es más valiosa la amistad y la confianza que los fuegos artificiales”.
El autor ha ido dejando un rastro de migas para que el lector se oriente y enriquezca su lectura, para “terminar de coser la serie con una urdimbre común” y seguir adelante con su plan. “Con la primera diseñé ya las cuatro porque quería hacer la tetralogía de los elementos, con un corpus concreto. Las cuatro armas del crimen son los cuatro elementos. Tenía ganas de llegar a una quinta en la que pudiera usar armas convencionales y dejar de complicarme la vida. Podría permitirme así el lujo de precipitar a Milo a los infiernos para luego provocar a partir de la siguiente un cambio, un Milo nuevo, renacido, que deja de complicarse la vida, de torturarse”, adelanta. ¿Cómo ha llegado a esa conclusión que le abre un camino por explorar? “No escribí ni una línea durante el confinamiento, tenía el cerebro en modo supervivencia, y aprendí muchas cosas de por qué nuestros cerebros nos pueden hacernos tanto daño. Y cuando las cosas empezaron a aclararse decidí que era algo que debería contar y que Milo era perfecto para ello. No tiene un don, es sensible, es una manera de ser que es el principio y el fin de todos sus problemas y sus virtudes. En su trabajo le va de perlas pero a la vez le destroza la vida”, explica.
En la tradición instaurada por Jean Patrick Manchette, Malart no puede terminar bien porque los “cabrones siguen en el poder”. “También es muy discutible qué es un final feliz”, comenta Sáinz de la Maza. “La secta del dinero seguirá haciendo sus destrozos, con lo cual no hay final feliz. El caso se cierra pero Milo paga un precio caro por su resolución, porque creo que es así en la realidad, la gente que resuelve estos casos se deja mucha piel”.
Hay, en las novelas de Sáinz de la Maza, otras dos constantes: una violencia no explícita, de un narrador que prefiere sugerir que mostrar ––”la mente del lector es más potente”––, y su mirada social. Los dos depredadores de esta novela abusan, violan y matan mujeres. “Se trataba de poner el foco en una pandemia peor que la covid que es la violencia machista, no hay vacuna ni intención de encontrarla y vamos a tenerla hasta el fin de los tiempos. Si hubiera dos jueces o dos futbolistas, por ejemplo, asesinados cada semana, ¿no acabaría el sistema con eso?”
Muy bien considerado en Francia, donde sus novelas han funcionado mejor que en España a todos los niveles, Sáinz de la Maza prefiere no atender a infortunios pasados (problemas con su primera editorial, una novela lanzada semanas antes del confinamiento…) y mirar hacia el futuro junto a su Milo Malart: “Tengo confianza ciega y espero que llegue. Para eso he trabajado lo que he trabajado y he blindado las novelas como las he blindado. Llegará el momento…”.
Babelia
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.