‘La diplomática’ y ‘Reclutas’, del lujo al barro
Las dos series de Netflix reflejan mundos opuestos: el glamur y la buena educación la primera y los barracones y el autoritarismo la segunda


Son dos series que reflejan mundos opuestos. El lujo, el glamur, la buena educación y las localizaciones impresionantes dominan el ambiente en el que se desenvuelven los protagonistas de la tercera temporada de La diplomática. El barro, los barracones y el autoritarismo impregnan la vida cotidiana de los personajes de Reclutas (ambas en Netflix).
El arranque de la nueva entrega de la primera es espectacular, con un ritmo frenético en el que la moviola es la reina de la casa y que recuerda a series tan extraordinarias como El ala oeste de la Casa Blanca, en la que trabajaron algunos de los protagonistas de la que ahora comentamos, o House of Cards. La simple referencia de esos dos títulos da cumplida cuenta de la calidad de La diplomática, la historia de los entresijos de la alta política anglo-estadounidense en tiempos de crisis y con un excelente reparto en el que Keri Russell vuelve a ser el epicentro de la trama muy bien apoyada por Rufus Sewell, una sobria Allison Janney —una vicepresidenta de los Estados Unidos que accede inesperadamente a la presidencia y que, naturalmente, nada tiene que ver con el patán que la ocupa en la actualidad—, Bradley Whitford —un cínico y encantador marido de la presidenta— y un estupendo Rory Kinnear como primer ministro británico. Hablamos, probablemente, de una de las mejores series que ha ofrecido Netflix en los últimos meses.
Por su parte, Reclutas, inspirada en la autobiografía de Greg Cope White, titulada The Pink Marine, y con un sólido equipo de guionistas, nos sitúa en el campo de entrenamiento de quienes aspiran a pertenecer al cuerpo de marines de los Estados Unidos. Dicho de otra manera: un selecto grupo de probables psicópatas que, además, pretenden pertenecer a un cuerpo militar que en 1990, año en el que transcurre la acción, tenía prohibido que se inscribieran los homosexuales, dato importante porque dos de los tres protagonistas —uno de ellos, el sargento instructor de los aspirantes, un excelente Max Parker— lo son y lo ejercen sin el menor pudor ni mala conciencia. Tanto es así que la portavoz del Pentágono, Kingsley Wilson, ha asegurado que “la institución no respalda la serie”. “No vamos a comprometer nuestros estándares para satisfacer una agenda ideológica, a diferencia de Netflix, que sigue produciendo y alimentando basura progresista a su audiencia y a los niños”. Hay años en los que Trump no está para nada.
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