‘Animal’, en Netflix: Luis Zahera y Luis Tosar, con Galicia en el corazón
La sinopsis de la serie, como la realización, es sencilla, directa, sin florituras: Antón, un veterinario de una aldea gallega realiza sus funciones con eficacia y a cambio no consigue cobrar su labor con dinero


Después de contemplar Animal, la serie creada y codirigida por Víctor García León, hay una conclusión clara: Luis Zahera es uno de los mejores actores de España y el tan relegado mundo rural, en este caso el gallego, da mucho más juego del que el escalafón de aprecios parece colocarle.
La sinopsis, como la realización, es sencilla, directa, sin florituras: Antón, un veterinario de una aldea gallega, Arzúa en A Coruña, realiza sus funciones con eficacia y a cambio no consigue cobrar su labor con dinero —el maldito parné que cantaba Marifé de Triana y que parece escasear por la zona— aunque sí recibe docenas de huevos a modo de retribución. Claro que con eso no se pagan las facturas cotidianas. En resumen: el veterinario tendrá que buscar trabajo en una tienda-boutique para mascotas que dirige en Santiago de Compostela su sobrina Uxía (Lucía Caraballo), un micromundo antagónico al que estaba habituado: de los partos de terneras en vivo y en directo, por cierto con un realismo discutiblemente necesario, a los caprichos para los animales de compañía de quienes, al parecer, establecen una confusa relación paterno o materno-filial con sus cachorros.
Claro que si hablamos de estupendos actores y de Galicia, resulta inevitable citar a Luis Tosar del que Netflix, al igual que la serie mencionada, ofrece ahora el largometraje de Paco Plaza Quien a hierro mata de 2019, y en el que se narra una potente historia de un narcotraficante de avanzada edad que desea ingresar en una confortable residencia geriátrica privada en Oleiros y en la que el jefe de enfermeros es Tosar, quien se encarga personalmente de los cuidados del recién ingresado por un turbio interés personal.
Galicia vuelve a ser protagonista con otro de sus estereotipos consustanciales que ha dado y dará mucho juego audiovisual: el tráfico de drogas, algo que, una vez más, remite a todos y todas que cantaron María de la O: “Maldito parné/ Que por su culpita dejaste al gitano que fue tu querer/ Castigo de Dios, castigo de Dios/ Es la crucecita que llevas a cuestas, María de la O”, y es que la copla como declaró en su día Manuel Vázquez Montalbán es “la caja negra de la emoción de España” y el dinero uno de los motores sociales más potentes. Aldeas del interior, pueblos costeros, vacas y drogas, hermosos paisajes y sentimientos sórdidos: la vida misma y sus contradicciones.
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