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Texto con interpretación sobre una persona, que incluye declaraciones

Ana Rosa Quintana, en busca del trono perdido

La de Usera ha sido reina y señora de las audiencias. Intentemos ver la foto lo más completa posible, ahora que regresa a las mañanas de Telecinco en el momento más delicado de la cadena

La periodista y presentadora de televisión Ana Rosa Quintana, en Vitoria en 2023.
La periodista y presentadora de televisión Ana Rosa Quintana, en Vitoria en 2023.Carlos Álvarez (Getty Images)
Ángeles Caballero

“Ni hablar”, dicen algunos. Otros dan la callada por respuesta, o aparece en la pantalla del teléfono un lacónico “buff” e incluso un “oyoyoyoy”. En ocasiones hay más suerte y hay gente que quiere hablar de Ana Rosa Quintana y el tiempo que han pasado trabajando con y para ella, pero sin citar su nombre. Y otras veces es un sí, claro, qué necesitas, no tengo ningún problema. Las menos.

La de Usera ha sido reina y señora de las audiencias. Es la misma que en el programa Veredicto se tomaba aquellos juicios un poco a guasa, con esa ligereza e ironía que traspasó la pantalla hasta ocupar un hueco en el sofá. La misma que antes había sido corresponsal en Nueva York y concursante por un día en La ruleta de la fortuna, cuando presentaba el concurso Mayra Gómez-Kemp. La que posó para 200 portadas de la revista que llevó su nombre, editada durante 17 años por el grupo Hachette Filipacchi.

Intentemos ver la foto lo más completa posible, ahora que regresa a las mañanas de Telecinco en el momento más delicado de la cadena, incapaz de que cuajen las apuestas salvo honrosas excepciones y tras un código ético que no ha traído las audiencias esperadas. Empeñados en ser tisana cuando la fama les llegó por ser Red Bull. Han cambiado, sí, como ha cambiado ella.

Porque hubo una vez una Ana Rosa Quintana que presentó junto con Rosa Villacastín el programa Extra Rosa en las tardes de Antena 3, mientras Telecinco competía con ¡Qué me dices!, presentado por Belinda Washington y Chapis. “Las Rosas eran dos señoras que salían tomando el té en pantalla y aparentemente no tenían nada que ver, pero cambiaron lo que ocurría hasta entonces. Los famosos, en vez de huir, querían sentarse con ellas. Ahí introdujeron a colaboradores que iban más allá de ser periodistas del corazón, como Jorge Javier Vázquez”, explica el periodista Borja Terán.

De ahí a Sabor a ti, donde Quintana fue presentadora y se hizo empresaria. Primero la productora Cuarzo, luego Unicorn. Y de ahí a las mañanas de Telecinco, tras el fichaje de la otrora reina, María Teresa Campos, a Antena 3. Convirtió el magacín en otra estancia del hogar de los espectadores y la corona de reina pasó de Málaga a Madrid. Entre ellas había competencia salvaje, pero sin que Quintana, como casi siempre, se manchara las manos. La cordialidad por bandera entre pulla y pulla, también cierta actitud distante, como de estar permanentemente en guardia.

 Rosa Villacastín y Ana Rosa Quintana, en 'Extra rosa', emitido en Antena 3.
Rosa Villacastín y Ana Rosa Quintana, en 'Extra rosa', emitido en Antena 3.ANTENA 3 TELEVISIÓN

Fueron años de triunfo, pero también de heridas. La retirada de su libro Sabor a hiel, editado por Planeta, tras las acusaciones de plagio. La detención y posterior condena a prisión de tres meses de su marido, Juan Muñoz, por el caso Villarejo. El cáncer, diagnosticado en dos ocasiones y del que se ha recuperado. Y la luz del poder y del éxito, que a veces merma. La decepción con TardeAR, que venía a arreglar el desastre de Sálvame. Quiso ser y no fue.

“La primera vez que la vi fue en una comida en el restaurante El Qüenco de Pepa, aunque ya había ido a una reunión previa con otro directivo de la productora. Nos reímos mucho, hubo feeling, y me ficharon para dirigir su programa. Empezamos la temporada en Gaza, y aunque Espejo público nos pisaba los talones, la audiencia acompañó. Trabajar con ella fue fácil, se dejaba aconsejar y escuchaba. Si se lo defiendes bien, lo hace. Vi que en la mesa política era espectadora, y me empeñé en que fuera prescriptora”, cuenta Juan Ramón Gonzalo, director general de Cuarzo, que dirigió El programa de Ana Rosa desde junio de 2012 hasta septiembre de 2014.

Apenas un año después, en 2015, y aunque parezca difícil de creer hoy, Quintana se plantó en el polideportivo Magariños de Madrid dispuesta a jugar un partido de baloncesto para mostrar el lado más humano de Pedro Sánchez Pérez-Castejón, como hizo con el resto de candidatos a las elecciones generales de ese año. Merece la pena recordar algunos de los diálogos de aquel día de 2015. “Mide 1.90 y me ha retado a una pachanga. No he jugado al baloncesto en mi vida, así que, que sea lo que Dios quiera. ¿Y saben qué? No me intimida”, dice ella. Él, aspirante a presidente del gobierno, la ve y entusiasmado afirma: “¡Hombre, Ana, ven para acá! Estupenda, guapísima como siempre”. A continuación, juegan al baloncesto, en otra escena comprobamos que Sánchez tiene en su casa el disco Sirope de Alejandro Sanz y la cosa finaliza con la presentadora y el matrimonio Sánchez Gómez despidiéndose y emplazándose a verse de nuevo. “¿Dónde nos vemos después de las elecciones?”, pregunta Quintana. “¡En Moncloa!”, responde sonriente Begoña Gómez. El resto ya es historia y no hace falta repetirla. Ojalá Alejandro Sanz repitiera el papel de pacificador entre Quintana y el presidente del Gobierno como ha intentado entre Broncano y Motos. Y ya puestos, también con Irene Montero.

Pedro Sánchez entrevista Telecinco
Ana Rosa Quintana y el presidente del gobierno, Pedro Sánchez, en 'TardeAR', en Telecinco, en 2023.EFE

De cerca, cada uno cuenta a la madrileña tal y como le ha ido. Está la Quintana que, a primera vista, saluda de manera cordial, pero sin pasarse. Y la que, con los suyos, no escatima. “Conozco a dos Anas. La tremendamente generosa, más compañera que jefa y muy humana. La que era ecuánime, estaba para moderar y no para opinar. Hoy es mucho más hermética, está mucho más presionada por las audiencias”, dice una de las que prefiere que su nombre no aparezca en este artículo. “La que yo recuerdo es una mujer que presentaba y no se metía en contenidos. No era intervencionista, confiaba en su equipo y en su criterio. Bastante cercana, conservaba la calma en todo momento. Hoy no sé”, dice otra de las personas que trabajó para ella durante más de una década.

“La primera vez que la vi fue entrando en plató con la estilista. Le daban las audiencias y las veía todos los días. He vivido muchas veces su trato clasista. El día que me ponía una americana y decía: ‘Ay, mírale qué bien vestido va’. Conmigo era distante, muy condescendiente, y en las pausas de publicidad hacía comentarios dándome a entender que podía echarme. ¡Como si no lo supiera!”, cuenta el periodista Antonio Maestre, que trabajó para ella en la mesa de análisis político de El programa de Ana Rosa y que fue despedido en mayo de 2020.

Una mujer bien distinta a la que dibuja la periodista Silvia Taulés, que ha colaborado con ella en la mesa de corazón en TardeAR. “Siempre pensé que sería distante, diva, y me encontré con una tía cercana que te pregunta por tu vida, que le interesa tu opinión y que te cuenta hasta secretillos. Sabe de todo y conoce a todos, desde el político más mindundi al personaje más outsider de un reality. Es pasota, le importa bien poco lo que digan de ella, se ríe entre irónica y sarcástica de ella la primera y vive a su rollo”, cuenta.

'El del Programa de Ana Rosa', emitido en Telecinco en 2009.
'El del Programa de Ana Rosa', emitido en Telecinco en 2009.Juan Cabal

Ana Rosa ha sido todo y casi nunca nada. La de ahora es compleja, poderosa, encantada de formar parte de nuevo de la España que madruga, ansia viva por querer volver a influir, marcar agenda y decir en sus editoriales lo que le viene en gana. “Estoy contenta de volver a casa”, respondió a una reportera de la cadena el día que presentó su regreso a las mañanas de Telecinco. Como si su paso por las tardes hubiera sido un lapsus en el tiempo, el cielo prometido que se convirtió en purgatorio y un 7,7% de share en su programa TardeAR que hizo saltar las alarmas el pasado 20 de enero. Porque el unidígito no es cosa de reinas.

El día 3 volverá a vestirse de blanco, como hace cada vez que arranca temporada, aunque esta vez la suya empiece un primer lunes de febrero. Y volverá a hablar y a hacer política por las mañanas, como ha hecho por las tardes, diga lo que diga el código ético de su cadena. El lunes lleva a su programa a Isabel Díaz-Ayuso y el martes a Emiliano García Page. Continúa empeñada en demostrar que el hombre de más de 1.90 que vive en La Moncloa, como le pasaba en 2015, sigue sin intimidarla. Como empeñada también en recuperar el trono de la reina de las mañanas.

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