‘Lo más trending’: el calvario de las chicas TikTok perseguidas en Egipto por sus vídeos “inmorales”
Una polémica serie plasma el rápido ascenso a la fama y la caída en desgracia de una joven de una familia trabajadora de El Cairo convertida en una estrella en las redes
Las redes sociales llevan años siendo patrulladas de distintas maneras por las autoridades egipcias, siempre recelosas ante la emergencia de espacios en los que pueda surgir algún tipo de disidencia política. Pero su vigilancia de internet alcanzó una nueva dimensión a partir de mitad de 2020, cuando empezaron a sucederse arrestos, enjuiciamientos y duras condenas a prisión contra jóvenes influencers procedentes de entornos socioeconómicos bajos a las que se acusa de crear contenido que supuestamente viola los valores familiares.
Muchas de estas jóvenes han sido detenidas tras haber conseguido una base de seguidores considerable y después de haber compartido vídeos o fotos que las autoridades consideran indecentes, aunque en la mayoría de casos aparezcan totalmente vestidas y sencillamente bailando o cantando, según han documentado grupos de derechos humanos. El principal blanco de esta persecución ha sido la popular aplicación TikTok, y hasta ahora ha afectado a más de una docena de mujeres en casos que han tenido gran impacto mediático.
En este contexto, no es de extrañar que una de las series que mayor interés despertó en Egipto este año durante el Ramadán, la temporada alta de las telenovelas, fuera Lo más trending, una producción sobre el ascenso a la fama y la posterior caída en desgracia de una joven de una familia trabajadora de El Cairo convertida de repente en influencer. La serie, de 16 episodios, ha sido galardonada en el mundo árabe, y sorprendió porque se trata de una producción más bien sencilla cuyo reparto no cuenta con grandes estrellas.
La telenovela comienza adentrándose en la vida dura y restrictiva, y a menudo angustiante y violenta, de tantos egipcios: una familia humilde, muy conservadora y controladora, sin trabajo ni ingresos estables, y con el dinero justo para tirar adelante, siempre al borde del abismo. Las triquiñuelas de un familiar deshonesto bastan para que tengan problemas para pagar el alquiler y para cumplir con su contribución en el grupo de ahorros de su barrio, lo que les deja con un pie y medio en la calle y con el peso de la hostilidad de los vecinos.
Luego están las dos hijas más jóvenes, sensibles a la situación de su hogar, pero con unos referentes y expectativas vitales muy diferentes, y mucho más altos, que los de sus padres. De las dos hermanas pequeñas de la familia, la menor, llamada Nesma e interpretada por Laila Ahmed Zaher, es la más extrovertida y la primera que se introduce en el mundo de las redes. La mayor y la protagonista, Shaimaa, trasladada a las pantallas por Salma Abu Deif, es más reservada y aterriza de rebote por un vídeo viral que comparte su hermana.
El cambio para la última es drástico e inmediato: jóvenes empiezan a reconocerla por la calle, el chico que siempre le había gustado se fija finalmente en ella; y gente del mundo de la moda a los que admira le proponen colaboraciones bien remuneradas. Sin embargo, con el éxito comienzan a acercarse a ella turbios candidatos a representante que quieren aprovecharse para ganar dinero. Y su popularidad causa rápidamente antipatía entre otras figuras de la industria, que pierden notoriedad, y la envidia en su hermana Nesma.
El contenido de sus vídeos no es a priori polémico y es el propio de cualquier joven influencer centrada en el mundo de la moda, pero Shaimaa esconde esta parte de su vida a sus padres, consciente de que su mera presencia en las redes será incomprendida, rechazada y arrastrada como una vergüenza y un descrédito familiar. Shaimaa no es inocente, pero no sabe cómo navegar su nueva vida, y la serie proyecta una disonancia exagerada entre una chica buena y bonita y un mundo de malhechores, inmoral y violento.
Aunque de forma más sutil, la telenovela también muestra la abismal distancia que separa la vida holgada, permisiva y hasta cierto punto liberal de las clases adineradas de Egipto —con la que Shaimaa hasta cierto punto sueña— con respecto a la vida agotadora, ingrata, prohibitiva y tradicionalista de tantos. Por ejemplo, la madre de Shaimaa tiene que ser hospitalizada cuando descubre los vídeos bailando de su hija, que termina yéndose de casa, casándose dos veces sin suerte, y encontrándose sola en última instancia.
Shaimaa acaba siendo arrestada por su contenido y condenada a un año de prisión. Su redención no llega hasta las escenas finales, en las que aparece haciendo un alegato ante el juez en el que asegura que solo quería ayudar a su familia, que nunca había perseguido la fama, y que nadie le había enseñado el rostro malvado de las redes sociales. Solo entonces, vestida de un blanco puro y virginal, con el velo puesto y reconectada con dios, reaparece la imagen de una chica joven e inocente que no conocía los peligros del mundo.
Lo más trending aborda un asunto relevante en Egipto, pero como es habitual en un país donde la libertad artística es muy limitada, lo hace adoptando la narrativa oficialista sobre la cuestión: sitúa en el centro el peligro de las redes para las jóvenes, en lugar del rol de policía de la moral del Estado. En ningún momento se hace referencia a la ley de delitos cibernéticos usada por las autoridades para perseguir a influencers; ni a las penas de cárcel por publicar contenido contrario a una moral pública y valores familiares que no se definen; ni a la existencia de departamentos especiales en la Fiscalía y la Policía para estas cuestiones.
Organizaciones de derechos humanos y activistas han interpretado la persecución de creadoras de contenido jóvenes de entornos socioeconómicos bajos como un reflejo más de la hostilidad del Estado hacia el uso libre de internet, incluido para ganar dinero (y con él, quizás, algo de independencia). También como una muestra de su obstinación por imponer su tutela moral sobre estas jóvenes y definir los límites de la moralidad en un sector en auge. En un comunicado de 2020, la Fiscalía llegó a acusar a “fuerzas del mal” de usar un “nuevo espacio virtual” para “destruir nuestra sociedad, demoler sus valores y principios y robar su inocencia”. La serie pasa de puntillas sobre ello.
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