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Miguel del Pozo, la vaquilla en el ‘Grand Prix’: “Nunca sería mascota del Real Madrid”

El madrileño es mozo de almacén en la fábrica Bosch, donde trabaja desde hace más de 20 años, atleta y el Delfín Ramiro en el Estudiantes

El atleta Miguel del Pozo retratado junto al Civitas Metropolitano en Madrid.
El atleta Miguel del Pozo retratado junto al Civitas Metropolitano en Madrid.Claudio Álvarez
Ángeles Caballero

La cita con Miguel del Pozo (Madrid, 42 años) tiene lugar a las afueras del estadio Civitas Metropolitano, donde juega el Atlético de Madrid, el mismo día del fichaje de Kylian Mbappé por el eterno rival. “Vivo ahí enfrente”, dice el entrevistado, que confiesa mientras posa que, si tuviera como vecinos a los jugadores de Ancelotti, se mudaría “sin dudarlo”. Del Pozo es mozo de almacén en la fábrica Bosch, donde trabaja desde hace más de 20 años, atleta y mascota titular. Es el cuerpo que se esconde bajo el Delfín Ramiro, la mascota del club de baloncesto Movistar Estudiantes, y también el de la vaquilla del concurso de TVE Grand Prix. Pero también ejerce de mascota suplente, concretamente como Pera de Rincón de Soto, una denominación de origen de La Rioja. “Lo hago cuando no puede el titular, que es Chicui, la mascota del Unicaja”. Un pluriempleado que sueña desde siempre con no trabajar.

Pregunta. Necesito que ordenemos su carrera profesional. Cuénteme cómo hemos llegado hasta aquí.

Respuesta. Empecé haciendo Ciencias Ambientales porque decían que tenía muchas más salidas, pero lo dejé porque no me gustaba y opté por lo que realmente quería, que era Educación Física. Mientras acababa la carrera empecé a trabajar en una fábrica en lo que pensaba que iba a ser algo temporal, pero como la educación física es muy inestable, ahí sigo. Durante un ERE aproveché para dar clase a niños y a mayores de atletismo y lo disfrutaba mucho, pero en cuanto volvió la estabilidad a Bosch volví. Es un trabajo que no me llena en absoluto, pero es entretenido. Trabajé durante un tiempo en una empresa de gestión de eventos deportivos y quería tirarme de los pelos.

P. ¿Por qué?

R. No me gustaba el ambiente de oficina, era muy conformista, muy de apariencias y muy poco sindicalista. Me aburría tanto, además… debían pensarse que era drogadicto porque cada media hora iba al baño porque no lo soportaba. Apagaba el ordenador a las 18.29 y me miraban mal, cuando se trataba de mi hora de salida.

P. La fábrica y el atletismo, vale. ¿Pero cómo llega a ser la mascota de un club de baloncesto?

R. Soy abonado del Estudiantes desde 1997. Cuando el equipo estaba patrocinado por MMT Seguros había una mascota que iba por ahí haciéndose fotos con la gente, no bajaba a la cancha, era muy sosa. Yo siempre he sido un niño grande, y cuando lo veía pensaba, ojalá me dejaran hacerlo a mí, al menos le pondría más ganas. Esa mascota, que también era un delfín, se guardó en un armario en cuanto acabó el patrocinio, y años después se pensó en rescatarla. Al club al que no le gustan las americanadas, de hecho los dos únicos equipos que no tienen mascota y sí animadoras son el Madrid y el Barça. Querían que fuera alguien que defendiera bien los valores, me metieron ahí y yo encantado. El primer partido, que fue un derby, fue desastroso, no tenía experiencia, tenía que sacar la cara de entre el disfraz porque no veía nada. Al cabo de un año compraron un traje nuevo y empezó todo. Llevo así desde 2017.

El atleta Miguel del Pozo fotografiado junto al Civitas Metropolitano en Madrid.
El atleta Miguel del Pozo fotografiado junto al Civitas Metropolitano en Madrid.Claudio Álvarez

P. Veía Grand Prix en casa y ahora es la vaquilla del programa. Vaya viaje.

R. Uno de los productores del programa es entrenador del Canoe femenino de baloncesto y como es cuñado de Mariana González, la jugadora más histórica del Estudiantes, me había visto como Ramiro. Buscaban una mascota que hiciera el imbécil y le gustara putear, algo para lo que me siento perfectamente capacitado. Le he prometido a la coreógrafa que voy a dar alguna clase de baile, porque tengo dos pies izquierdos. Estoy contentísimo, porque me daba miedo la tele.

P. ¿Qué requisitos tiene que cumplir para ser mascota?

R. Tengo la suerte de tener una altura media y una constitución delgada, así que casi cualquier disfraz me vale. El cuerpo del delfín es un pijama finito, cabe en una lavadora, mientras que el de la vaquilla es mucho más grande. Las cabezas las sujetas con los hombros, no es demasiado difícil. Necesitas aguantar bien el calor y no tener claustrofobia. Al principio te agobias un poco hasta que rompes a sudar y ya está. Es una habilidad igual que otros tienen otras, no hay una profesión como mascota tal cual. En la NBA sí que están más profesionalizados.

P. Tienen otro estatus y otro sueldo.

R. Sí, pero igual que los jugadores son mejores, las mascotas también. Conocí a la mascota de Oklahoma, y es un gimnasta profesional al que habían fichado del Circo del Sol de Las Vegas. Vamos, igualito que yo. Algunas mascotas de la NBA cobran más que muchos jugadores aquí. Tienen excelencia y medios.

P. ¿En la fábrica qué dicen de lo suyo?

R. Mis jefes no lo sé, pero yo no tengo ningún complejo en comentar lo bien que me tratan en otros sitios. Me gusta echar gasolina al fuego, porque siempre se ha dicho que la empresa es un buen sitio para trabajar, y es verdad que lo es porque es estable, coges las vacaciones cuando quieres, no te echan una vez que eres fijo... Que tendría que ser lo básico en todos los empleos, vamos. Pero luego ves también los mamoneos que hay para promocionar, que para lo único que sirve esforzarse es para que te pongan más trabajo… Desde la pandemia he escuchado a mucha gente decir que su objetivo en la vida es no trabajar. Yo lo he dicho toda mi vida.

P. ¿De qué no haría nunca como mascota?

R. Nunca sería Del Madrid, desde luego. Tampoco de partidos políticos con los que no estuviera de acuerdo, de Hazte oír… Soy de los que cree que todo es política, y si tú no la haces, la harán otros por ti. Esos que dicen que no hay que mezclar política y deporte, por ejemplo. ¿Pero tú eres tonto? Mira el palco, lleno de gente con corbata, colocados como si fueran la alineación del equipo. Los contactos que se hacen ahí qué son si no política.

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