A ‘Galgos’ no le queda grande el título de la ‘Succession’ ibérica
La serie de Movistar Plus+ mete las cámaras en las tripas de una disfuncional familia de ricos propietaria de una gran empresa luchando por sobrevivir
Es irremediable que a Galgos (Movistar Plus+) le persiga la comparación con Succession. Ni el momento ni la temática ni siquiera la estética lo ponen fácil para que no sea así. Tampoco es que haya nada malo en que a una serie se la pueda considerar la Succession ibérica, y es un título que no le queda grande a Galgos.
El elegante y muy entretenido drama familiar/empresarial que firman Pablo Remón, Lucía Carballal, Clara Roquet y Francisco Kosterlitz mete las cámaras en las tripas de una familia de gente bien. De gente muy bien. Los Somarriba son los dueños del Grupo Galgo, dedicado a la bollería industrial, chocolates y alimentación infantil, una marca que no atraviesa sus mejores momentos. La amenaza de una nueva ley del azúcar pone en jaque a muchos de sus productos, la corrupción interna empieza a salir a la luz, las marcas blancas presionan desde fuera y está en peligro la fábrica más antigua del grupo.
En paralelo al drama empresarial, los Somarriba están inmersos en su propio drama familiar y personal. Aunque se masca en el ambiente desde el principio, tarda algún capítulo en estallar del todo, va escalando según pasan los episodios y es lo que realmente engancha al espectador a la historia. Quizá por eso el primer capítulo sea posiblemente el más flojo en este sentido. La compañía necesita un relevo al frente, que no será el que se esperaba y que desatará recelos y rencores guardados.
Adriana Ozores, Óscar Martínez, Patricia López Arnaiz, Marcel Borràs, María Pedraza, Jorge Usón y Luis Bermejo son los encargados de dar vida, con buen tino, a este disfuncional clan de ricos. Ricos tan ricos que puede regalar un velero, casarse en palacios del siglo XIX y viajar de un lugar a otro en avión privado. El acabado estético y las localizaciones en las que se rueda la serie acompañan ese lujo en el que se mueven, con una producción al nivel requerido por el estatus de los protagonistas.
Contaban los directores, Félix Viscarret y Nely Reguera, y los productores de la serie que la principal diferencia de Galgos con Succession estaba en el tono. Y es verdad. Frente al cinismo y la sátira salvaje que hay en los guiones y los diálogos de los Roy, los espectadores de la serie de Movistar Plus+ tienen más fácil conectar emocionalmente con los Somarriba a través de sus heridas y sus numerosas debilidades. Tampoco faltan toques de comedia negra e ironía, que ayudan a que en ningún momento el visionado se haga bola en el espectador. Quizá se echen de menos más episodios para desarrollar las relaciones y las personalidades de la familia (ojalá más temporadas para seguir sus andanzas; todo ha quedado dispuesto para ello en la trama). Pero frente a la mala leche de la serie de HBO, aquí incluso se observa una mirada compasiva hacia los protagonistas. La cámara los sigue muy de cerca: hay numerosos planos en los que la cámara acompaña por detrás o en un primer plano a los actores mientras caminan de un lado a otro. De esta forma, el espectador va de la mano del personaje y adopta su punto de vista, cambiante a lo largo de cada capítulo, de manera que se pueda tener el cuadro completo de emociones, pensamientos y sentimientos. Y todo acompañado de una banda sonora envolvente que completa la experiencia.
Galgos es, en definitiva, una buena elección si se busca empezar el año con una experiencia televisiva más que satisfactoria. Y la prueba de que los ricos también lloran y que negocios y familia no casan nada bien.
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