‘Memento Mori’: tras la estela del asesino en serie

Dos tendencias se dan la mano en Memento Mori, la nueva serie de Amazon Prime Video basada en la novela homónima de César Pérez Gellida. Por un lado, la adaptación de libros que han sido un éxito de mercado (mejor si son trilogías para tener más material: ahí está la iniciada con La novia gitana por los Carmen Mola, sin ir más lejos), como la que nos ocupa ––Versos canciones y trocitos de sangre (publicada por Suma)–– que tantos réditos ha dado al autor vallisoletano. Por otro lado, la fascinación literaria y audiovisual ante el asesino en serie, el mal en su estado más puro y espectacular. Son incontables las producciones que han seguido con distinta suerte la estela lanzada en el cine por El silencio de los corderos, no la primera pero sí la película fundamental para entender todo esto. En los últimos años, la producción televisiva española, muy prolífica en policiales más canónicos, ha vuelto también la mirada hacia ese mundo de sombras.

Los seis capítulos de 45 minutos de duración esta serie de Zebra Producciones son fieles a la novela y comienzan con el cadáver de una joven con los párpados arrancados encontrado junto al Pisuerga, en Valladolid, ciudad que vemos en todo su esplendor y también en todos sus grises. A punto de trasladarse a Madrid, el inspector Sancho (Francisco Ortiz) tiene que enfrentarse a un asesino de gustos elevados, estilo refinado (reminiscencias evidentes del Patrick Bateman de American Psycho) y ciertas aspiraciones culturales interpretado por Yon González. Tras un episodio inicial en el que el planteamiento nos lleva hasta el primer punto crucial de la trama, en el segundo nos encontramos con Armando Lopategui Carapocha, docente experto en crímenes y asesinos en serie. Su papel en la trama va mucho más allá de lo que sugiere al principio el rostro cansado y con un punto ácido de Juan Echanove.

Cumple así la serie con otra premisa fundamental en el género: el conjunto de especialistas y ayudantes de los que se ha de servir todo investigador y que, bien perfilados, completan obras que no pueden ser sino corales. En ese sentido, destaca el equilibrio encontrado con Martina (Manuela Vallés), la profesora que ayuda a Sancho a descifrar los mensajes que va dejando el asesino. En toda comisaría de ficción que se precie se atiende también a ese grupo de investigadores que, en segundo plano, van aportando su grano de arena. En Memento Mori encontramos, por ejemplo, al subinspector Matesanz (un Fernando Soto que recordarán en un papel similar en La casa de papel) o a la mano derecha y amiga de Sancho, la subinspectora Carmen (Carlota Balaró). Y en un momento crucial de la historia el cuadro lo completa el malencarado e intrigante inspector Bragado (Juanma Lara), que toma las riendas del caso para disgusto de Sancho.

No destripamos nada si contamos que en el tercer episodio encuentran otro cadáver y a partir de ahí la carrera de Sancho contra el psicópata se convierte en una investigación policial y, también, en una lucha personal. En ese tobogán de sorpresas y emociones que busca todo thriller, el asesino parece haberse retirado, o más bien evaporado, pero el espectador ya sabe que nada es lo que parece.

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