Berto Romero sepulta la risa con miedo en su nueva serie, la paranormal ‘El otro lado’

La hibridación de géneros de la serie El otro lado, que transita todo el tiempo entre el terror y la comedia naturalistas, es tan particular que se ha convertido en una de las obsesiones de su creador, Berto Romero. “Teníamos que encontrar un punto de equilibrio entre estas dos sensaciones tan contrastadas como son el reírte y pasar miedo”, dice. Tanto ha trabajado en ello que confiesa haber perdido la perspectiva. “Sobre el papel, en el guion, funciona esa combinación, pero un rodaje es demoledor, lo rompe todo, porque divide el relato en pedazos. De tanto machacarlo, ya nada te hace gracia ni nada te da miedo. Tienes que confiar en tu intuición inicial, la que impulsó el proyecto mientras lo ideabas y lo escribías”, comenta.

Faltan tan solo unas horas para que sus seis capítulos de media hora de duración se proyecten este domingo por primera vez ante el público, durante el cada vez más televisivo festival de cine de San Sebastián. Serán las reacciones de la gente las que desvelen hasta qué punto han encajado las piezas de su historia. Esta nueva serie original Movistar Plus+ en colaboración con El Terrat (The Mediapro Studio) se estrenará en la plataforma antes de que finalice el año.

El coste de esta hibridación pasa por que, explica Romero, “ni el terror pueda ser excesivamente opresivo ni el humor muy histriónico”. Para lograr este ejercicio de funambulismo tonal, ha recurrido a la dirección de Javier Ruiz Caldera y Alberto de Toro, quienes ya estuvieron detrás de las cámaras de Mira lo que has hecho, también para Movistar Plus+.

“Queríamos que el espectador se descolocara y se sorprendiera”, comenta Ruiz Caldera desde la ciudad vasca. “El tono, más allá de lo que nos diera el guion, fue saliendo en el rodaje, durante el proceso de ensayos con los actores y testando los recursos técnicos de los que disponíamos. A menudo, no sabíamos si iba a funcionar hasta que no lo veíamos editado en pantalla”, continúa De Toro.

Con referencias al miedo crudo del cine de William Friedkin (director de El exorcista, fallecido hace unas semanas) y a un tipo de comedia realista que ya testó en su anterior proyecto conjunto, el equipo de El otro lado huye de un tipo de terror estilizado en exceso, “para evitar los lugares comunes”, defiende Romero. Aquí no hay casona abandonada en medio de la nada. En cambio, construyeron en un plató barcelonés dos pisos baratos y desangelados en los que los personajes se sienten atrapados como les ocurre con su propia vida. “Nos hemos gastado el dinero precisamente en hacer que los escenarios resulten cutres, pero creíbles”, apuntan los dos directores de la serie.

Uno de sus recursos narrativos para lograr esta fusión de géneros ha sido el permanente juego de espejos del relato. Combinar al mismo tiempo una cómica escena de sexo con una tensa sesión de espiritismo o un desagradable intento de suicidio con una absurda sesión de ayahuasca son momentos clave para entender lo que los creadores han intentado hacer con El otro lado. Son escenas muy diferentes entre sí, rodadas en momentos distintos, pero sabiendo que irían unidas en el montaje. “Había que acabar una secuencia de comedia con un impacto y una secuencia impactante con un chiste. Era un ejercicio extraño de intentar a sepultar la risa con una situación muy dramática que está ocurriendo al mismo tiempo”, explica Romero.

‘Poltergeist’ en un piso colmena

El catalán, también protagonista de la serie, interpreta a Nacho, un periodista especializado en lo paranormal que vive un mal momento personal y profesional. Tras un intento fallido de suicidio, vuelve a la vida acompañado por el fantasma de su mentor, el doctor Estrada, mítico comunicador del misterio fallecido hace más de 20 años y que interpreta su mentor en la vida real, Andreu Buenafuente.

Este regreso de la pareja coincide con el descubrimiento de un potente caso poltergeist en un piso colmena del extrarradio de Barcelona. En él viven Eva, una mujer viuda, y su hijo Rubén. Con la ayuda del espíritu de su mentor y de Juana, su mano derecha en su antiguo programa de radio, el protagonista intenta desvelar el misterio en torno a los fantasmas que aterrorizan a la mujer y al niño. También se enfrentará a un oscuro secreto de su pasado. Se trata de un asunto que le relaciona directamente con Gorka Romero, quien fue su compañero de investigaciones y que ahora es el nuevo icono del periodismo del misterio en España.

“Son personajes que a priori podríamos considerar parodiables; son perdedores que se sitúan en torno al mundo de la parapsicología, tan dado a la mofa. Pero preferimos evitar la brocha gorda y contenernos, aplicando una mirada sobre ellos muy respetuosa, mostrando su nobleza”, dice Romero.

María Botto construye a Eva, que es para los directores el personaje clave de la trama. “María es una friki del cine de terror y nos ayudó a que la empujásemos a ir un poco más allá. Su intuición y su entrega a nivel físico (porque a menudo no recurrió a dobles) han elevado el resultado final”, defiende De Toro y Ruiz Caldera. El resultado final es una historia de fantasmas de todo tipo. Hay uno obvio (el que interpreta Buenafuente), pero también aparecen “el fantasma de la mentira, el fantasma de lo que podías haber sido y no eres, el fantasma de la herencia que has recibido de tus mentores…”, apunta su creador. También aparecen los fantasmas del propio Berto. No es casualidad que uno de los personajes lleve su apellido. Gorka Romero, el presentador de un programa de televisión de éxito especializado en asuntos paranormales, juega con la idea de “esa otra cosa que podría haber sido yo trabajando en televisión”.

Porque mucho más cáustica es la mirada que la serie arroja sobre los medios de comunicación. De pequeño, Romero no veía programas de entretenimiento, sino ficción y por eso ha virado hacia ella en su trabajo en la pequeña pantalla. En una reciente entrevista en la cadena catalana TV3, confesaba no haber disfrutado casi nunca haciendo televisión. “He disfrutado mucho haciendo televisión, pero me he dado cuenta de que era por el tipo de televisión que hacía. Tuve la suerte de caer en un programa de autor, el de Buenafuente, en el que se me dio mucha libertad para expresarme creativamente, en una sección con narrativa propia. El alma de la televisión, tal y como yo la siento, no es tanto contar historias, sino crear momentos impactantes. Y eso no me interesa mucho. La televisión es una máquina de triturar personas e ideas. Es capaz de hacer televisivas, de convertir en su propio alimento, incluso las ideas más contraculturales”, argumenta.

Puedes seguir EL PAÍS TELEVISIÓN en Twitter o apuntarte aquí para recibir nuestra newsletter semanal.