_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

‘The Blacklist’: gracias por todo, Raymond Reddington

La serie de Jon Bokenkamp se despidió tras 10 temporadas irregulares sustentadas por el carisma de James Spader y un guion que nunca temió al ridículo

The Blacklist
James Spader, en 'The Blacklist'.
Eva Güimil

Anda tan saturada la parrilla incluso en verano que apenas ha hecho ruido Círculo cerrado, un entretenidísimo thriller de Steven Soderbergh protagonizado por Claire Danes, la actriz a la que mejor le tiembla la barbilla, y Dennis Quaid con un peinado inenarrable. Tampoco hay apenas tiempo para llorar las despedidas. Se ha ido The Blacklist tras 10 temporadas, soberbias las primeras, dispersas las últimas, todas disfrutables.

Escribía hace unos días Natalia Marcos que el público vuelve a refugiarse en las series tradicionales, esas que como las flores en el ojal ya no se estilan, algo cansado de lo que los cursis llaman películas de ocho horas. Los que nos criamos a los pechos televisivos de los procedimentales apreciamos las temporadas largas que permiten el desarrollo de tramas y personajes y no únicamente toneladas de elipsis y subtexto. Cómo nos habríamos enamorado si no de la señorita Topisto o de la Elsbeth Tascioni de The Good Wife.

De mimar a sus personajes sabe bien The Blacklist. Nos regaló a Gominola; al señor Kaplan, la taciturna limpiadora de escenarios que podría dar lecciones al Señor Lobo; o a Brimley, el tipo que para sonsacar cualquier información sólo necesita una alpaca. La serie de Jon Bokenkamp se elevaba gracias al carisma de James Spader y a un guion que nunca temió al ridículo. Llegaron a coquetear con la posibilidad de que el fugitivo Raymond Reddington hubiese sido una vez una temible espía rusa que se habría sometido a un cambio de sexo para estar al lado de su hija. Un giro digno de la sala de guion de Escándalo en el plató. El final estuvo a la altura, no espoilearé a los rezagados, pero diré que incluye una finca en Ronda, la inflación de la sandía y al toro que mató a Manolete.

Puedes seguir EL PAÍS TELEVISIÓN en Twitter o apuntarte aquí para recibir nuestra newsletter semanal.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Eva Güimil
Eva Güimil (Mieres, 1972) ha sido directora y guionista de diversos formatos de la televisión autonómica asturiana. Escribe sobre televisión en EL PAÍS y ha colaborado con las ediciones digitales de Icon y 'Vanity Fair'. Ha publicado la biografía de Mecano 'En tu fiesta me colé'.

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_