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Columna
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¿A elegir?

El poder espera que voten el 70% de los ciudadanos. Queda un 30% que se abstendrán. Mogollón de gente. Y no todos, digo yo, pueden ser sociópatas, vagos, irresponsables. Pero los hacen invisibles e inaudibles

Un votante en La Palma en una imagen de archivo.
Un votante en La Palma en una imagen de archivo.Luis G Morera (EFE)
Carlos Boyero

Qué retorcido y fatigoso debe de ser lo de construirse cada día una imagen, o adoptar otras según convenga a tus intereses, ser este o aquel en función de las circunstancias, buscar febrilmente coartadas para que el pueblo llano que te observa desde un televisor se identifique contigo o se convenza de que si te concede su voto su vida se va a alterar para bien, que los ciudadanos serán felices y comerán perdices gracias a la inteligencia, la honestidad y el sentido cívico de los que aspiran a liberar el bien común.

Al parecer disponen de infinitos asesores para vender su apariencia, expertos en maquillaje, virtuosos en la psicología de masas. O simplemente fulleros, aunque posean titulación de la Universidad de Oxford como analistas. Y sin problemas de conciencia para cambiar de actores, para venderte una cosa o la contraria en cada momento.

El poder espera que voten el 70% de los ciudadanos. Queda un 30% que se abstendrán. Mogollón de gente. Y no todos, digo yo, pueden ser sociópatas, vagos, irresponsables, ni nihilistas, borrachos, drogatas, sin techo, ácratas, suicidas, locos y bobos. Pero los hacen invisibles e inaudibles, no existen si están al margen del negocio. Veo representar sus papeles en los medios de comunicación a los líderes, actores y actrices que no poseen el don milagroso de los grandes intérpretes. O sea, hacer veraces y seductores a sus personajes.

Los observo cansinamente durante un rato y corto el previsible rollo para volver a las películas que me enamoran, esas ficciones que me hacen creer que son de verdad.

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