Tornar la cutrez en novela rosa
‘Cristo y Rey’ es una puesta de largo para una esperpéntica historia de engaños y desamor
Escribió Edward Gibbon que “la historia de los imperios es la de la miseria de los hombres. La historia de las ciencias es la de su grandeza y felicidad”. La última secuencia de Cristo y Rey une, pues, las dos pasiones de Gibbon (cuando Belén Cuesta y Cristóbal Suárez se encuentran a hurtadillas como hicieron, durante años, los dos personajes a los que dan vida).
Creo que fue en el año 2001 cuando Aquí hay tomate anunció, en horario de sobremesa, que daría la exclusiva de con quién había estado liada Bábara Rey durante años. El cotilleo era más viejo que el hilo negro, pero nunca se había dicho en televisión. El programa se limitó a encadenar las palabras “Bárbara” y “Rey” para confirmar lo que ya sabíamos. Y hoy son ya muchos documentales, series, podcast, artículos y grabaciones de Villarejo los que demuestran lo que todo el mundo comentaba. Esa es la historia de nuestra miseria, la de una vedette engañando a todo el servicio secreto y por ende a todo un país porque su jefe de estado no sabe tener ni la boca cerrada ni la bragueta subida. Y ahora que todo es tan público que parece que da igual es el momento de contar lo que de grande y feliz tuvo un triángulo amoroso que yo, como espectadora, no recuerdo ni grande ni feliz.
Yo, como ustedes, recuerdo cutrerío, sordidez, esperpento. No sé si la serie Cristo y Rey tiene un ápice de verdad. De momento solo es la puesta de largo de un culebrón. Lo que sé es que es una ficción y que, si existe, es porque los protagonistas de nuestra historia reciente empiezan a ser más espectros que verdad. Y qué son los espectros: no son más que el recuerdo distorsionado de algo que ya nunca podremos tocar.
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