¿Dónde está Edgar Allan Poe?
‘Los crímenes de la academia’ es un Cluedo en el que el espectador resuelve todos los misterios menos el de su protagonista
No he encontrado a Edgar Allan Poe en Los crímenes de la academia (titulada en inglés The pale blue eyes) a pesar de que era el coprotagonista. No he encontrado más eco de su obra que un paseo por el cementerio que realiza con una joven pretendiente que no recuerda a su prima y esposa Virginia Clemm, y que recordaría —vagamente— a Annabel Lee si no fuera porque el personaje de Lea (la pretendida) está, por edad, ya lejos de ángeles envidiosos y de reinos junto al mar.
No he encontrado a Poe, pero tampoco al Guillermo de Baskerville de El nombre de la rosa, película a la que encuentro similitudes con el largometraje de Scott Cooper. Como historia sobre un hombre acosado por fantasmas prefiero El terror de Dan Simmons. Sí he encontrado lo que contiene cualquier fantasía gótica: una mujer muerta bailando en círculos con un vestido nuevo. ¿Por qué este tropo? No lo entiendo.
El visionado de Los crímenes de la academia me ha planteado dudas no sobre la trama, sino sobre el subgénero de noir con personajes históricos. ¿Qué esperamos de ellos? ¿Conocerles o tan solo reconocerles en una aventura que nunca vivieron? ¿Encontrar explicaciones a pequeños detalles biográficos? ¿Un poco de luz sobre un retrato demasiado oscuro? Poe ingresó en West Point en 1827 (tres años antes del comienzo de la película), y publicó el poema El cuervo quince años después de la acción que nos ocupa. La personalidad del escritor debió de forjarse a hierro durante aquellos años en los que quiso escapar de deudas y penalidades. En la película de Netflix esto solo está presente en la interpretación de Harry Melling, cuya mirada es, junto con la dirección de fotografía, la única vela que ilumina un paisaje que debería haber sido liberador en un mundo de películas rápidas.
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