Contra la mística alrededor de escribir personajes femeninos
De un tiempo a esta parte, cada vez que un señor acomete la tarea de escribir una serie protagonizada por mujeres parece que se estuviera enfrentando a un arcano indescifrable. ¿Por qué, si toda la vida ha habido personajes femeninos excepcionales escritos por hombres?
¿Cómo describe tan bien a la mujer?, le pregunta a Melvin (Jack Nicholson) en Mejor… imposible una admiradora de sus novelas. “Pienso en un hombre y le elimino la sensatez y la responsabilidad”. El chiste tiene 25 años, pero me viene a la cabeza cada vez que se habla del reto que supone para algunos hombres enfrentarse a escribir mujeres, conversación perenne revitalizada ahora gracias a Las de la última fila y La novia gitana.
Algunos de los mejores personajes de la literatura decimonónica, del Hollywood dorado y del teatro isabelino son mujeres escritas por hombres; señoras complejas, retratadas desde su época, sí, pero sin cortapisas. ¿Entonces por qué de un tiempo a esta parte cada vez que un señor acomete la tarea de escribir una serie protagonizada por mujeres parece que se estuviera enfrentando a un arcano indescifrable? O dicho de otra manera: ¿alguien le pregunta a una guionista por el desmesurado reto de escribir personajes masculinos? Yo me reiría. Si solo sé escribir a mis compañeras de baño, que me manden otra vez a estudiar. Pero esta incapacidad está extendida. En 2013 entrevisté a David Simon y me contó que tras acabar The Wire tuvo que aprender a escribir personajes femeninos para Treme. “Creo que para muchos escritores, y lo he visto, sobre todo en los más tímidos, supone un misterio el sexo opuesto y les resulta casi imposible escribir a mujeres”.
De un tiempo a esta parte y, con razón, se ha puesto el foco en la escasez de mujeres en los equipos de guion. Hay quien, para ir ganando terreno, reivindica que las series protagonizadas por mujeres estén escritas por mujeres. Me parece un error. Me recuerda a cuando incorporaban a mujeres guionistas a los equipos “porque sois más sensibles”, puag. Es al revés, dame la oportunidad de escribir lo que quiera, en todo el espectro entre Kathryn Bigelow y Los puentes de Madison. Como a mis compañeros. No quiero ser la vinagreta que dé sabor a una ensalada, quiero hacer la puñetera ensalada.
De la misma forma, me parece un error atribuir al sexo de su autor el mal diseño de un personaje femenino. Eso es librarle de la responsabilidad de ser, sobre todo, un mal escritor. Una vez le preguntaron a George R. R. Martin por qué escribía señoras tan bien. “Siempre he considerado que las mujeres son personas”.
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