El secreto de ‘Nadie sabe nada’ para conquistar HBO: “Ser educado es el nuevo punk”
Tras nueve años en antena en la SER y YouTube, Andreu Buenafuente y Berto Romero suman su espectáculo de improvisación a la plataforma HBO Max con episodios semanales y capítulos especiales
Para entender la esencia del éxito de un fenómeno como Nadie sabe nada, basta con atender a una frase espontánea que se podrá escuchar en el segundo episodio de su nueva temporada. A mitad de programa, visiblemente molesto por haberse dejado liar por Andreu Buenafuente para jugar a un pasatiempo infantil, Berto Romero grita a cámara micro en mano en plena calle: “¡Se puede hacer comedia sin ofender!”. Se podría decir que ese alegato frente a una gamberrada captura el ADN del programa. Uno que, desde hace nueve años, se adentra cada semana en un chiquipark para adultos donde aparecen dos señores lanzándose al absurdo de la improvisación de un humor que, a ratos idiota y a otros profundo, busca —como exclama Berto—, hacer reír sin tener que irritar al resto del mundo. Si esa escena ahora la podemos ver así, con los protagonistas invadiendo el Eixample barcelonés mientras diluvia, perseguidos por cámaras listos para seguir las ocurrencias de estos cómicos, es porque algo ha cambiado en la décima temporada de este espectáculo que iniciaron en 2013. En esta nueva tanda, que se estrena el próximo sábado, además de poder escucharse en la SER, SER Podcast o seguirse por YouTube, como venía siendo habitual, también se suma la posibilidad de verlo a través de HBO Max.
Producida por esta plataforma de televisión y por El Terrat, la nueva etapa del que se ha convertido en el podcast más escuchado en España en 2020 y 2021, según Spotify, también viene con una minigira por Argentina y México en julio y con cambio de escenario fijo de grabación en España. La pareja ha abandonado el clásico estudio Toresky de la SER en Barcelona para pasar a grabarse, también con público, en un local de El Terrat acondicionado especialmente para el espectáculo, unos metros más adelante, en la misma calle Casp. “El programa está en un momento muy dulce y este cambio, que no corrompe su esencia, nos coge en un calendario vital perfecto. Yo he acabado mi programa diario y él [Berto] justo ha terminado de rodar su serie de ficción. Teníamos una cuadratura de astros perfecta para dedicar más energía y entregarnos de lleno”, aclaraba Buenafuente respecto al porqué de esta expansión de plataformas y territorios el pasado lunes, custodiado por su compañero y por Miguel Salvat (responsable de producciones originales de HBO Max en España), en los sofás del nuevo plató.
A diferencia de sus espectáculos en solitario, donde es incapaz y le da “pánico” la idea de salirse del guion, Berto confirma que si aquí se siente libre para improvisar y regodearse en el absurdo es por pura confianza en su pareja artística: “Si lo hago es porque está Andreu. Además, tenemos un equipo que es la rehostia. El programa tiene una factura alucinante y en las grabaciones ni noto las cámaras. Para el público esto es muy goloso, porque es la oportunidad de ver un ejercicio de supervivencia artística que, sobre todo, puede salir mal. Conseguir esto y que siga pareciendo radio, pero siendo tele, es complicadísimo”, advierte. El objetivo de esta transición es avanzar, pero sin que se rompa la magia que ha cimentado ese éxito. “Si algo me quitaba el sueño era traicionar el formato”, continúa Berto, “eso implicaba fallar a la comunidad, que es toda esa gente que me encuentro por la calle y me dice ‘Samanté, hermano’, como si fuéramos parte de una especie de secta de imbéciles”.
El cómico hacía referencia a ese ecosistema propio que ha conformado el programa, como cuando Andreu se equivocó y en lugar de pronunciar “Namasté” dijo “Samanté” y así se quedó para siempre, como un neologismo y palabra clave de acceso a su tribu, un guiño de culto al humor que practican, ese que ha sobrevivido implacable a toda crisis o polarización política posible.
Un “antiviral” frente al ruido
“El único momento en el que realmente me alarmé fue en el encierro más severo”, recuerda Buenafuente. “Nos grabábamos en casa, nos veíamos por Skype con dos micrófonos y ahí pensé, joder, estamos tocando pared, estamos en territorio de agua estancada. Ahí el programa cambió el nombre, durante esos días se llamó Nadie sale nada y aquello casi se le roba el aire al programa, pero ni con esas. Volvimos al plató y aquí estamos. Supongo que este es un antiviral que puede con todo. No hay incendio social o público tóxico que pueda con este reducto”, sentencia.
Para Berto, la clave de su supervivencia es el aislamiento: “El patrimonio de este programa es poder ser luminosos. Yo empecé a hacer comedia en 2006, con la caída de Lehman Brothers, así que no he trabajado sin tener delante a un país que no estuviese en crisis. En este rincón no entra la actualidad ni el ruido de afuera. Es lo más parecido que puedes tener a reunirte con un amigo y echarte unas risas. A veces, eso es lo más difícil de encontrar. Nos hemos blindado para que no entre la toxicidad”, aclara. Y el mejor remedio es navegar por el absurdo de lo cotidiano, un territorio en el que las fronteras entre la asfixia vital y la carcajada evasora están perfectamente diluidas para jugar con ellas. “Esto me fascina”, dice Buenafuente, “ahí funcionan anécdotas y la gente se ríe muchísimo con experiencias personales, que al vivirlas, no sentimos especialmente como divertidas, pero para nada. Pero las cuentas ahí, con esa temperatura ambiental, y les hace muchísima gracia”.
¿Se puede hacer reír sin ofender, como dice Berto en esa secuencia clave? El cómico es ambivalente: “Se puede, sí. Que se deba o no, depende de cada uno. Creo que, ahora mismo, ser educado, está siendo el nuevo punk. En mi caso es donde me encuentro más cómodo. A mí no me gusta ofender ni meterme en líos porque soy un cobarde. No es por falta de ganas de ofender, pero es que no me gusta demasiado”, aclara. “Lo nuestro es más un espacio blindado de surrealismo”, añade Buenafuente, “ahí no hacemos daño a nadie”.
“Casi ni hablamos en la vida real”
Tampoco les ha dado tiempo a deconstruir su éxito. En un panorama que ha probado que los dúos de cómicas o comunicadoras que han llenado estadios porque, a falta de oportunidades en los medios generalistas, decidieron autoproducirse ellas solitas —ahí está el caso de los Ondas a Estirando el Chicle o Deforme Semanal Ideal Total—, ¿creen que hubiesen llegado hasta aquí siendo mujeres? “Honestamente, no he dedicado mucho tiempo a reflexionar sobre este asunto. Me parece que como hombre cómico de mi edad, la posición más adecuada es callarse”, responde Berto, y añade “sí que creo que a las cómicas se las trata con mucha dureza y no se les permite que se equivoquen o vayan a territorios desagradables, incorrectos, o agresivos, como les dé la gana”. Y Andreu asiente: “Con el humor femenino, por suerte, se están superando todos estos planteamientos obsoletos. Se está actualizando todo el retraso que llevábamos y van a saco. Ahora es mucho más visible y espectacular”, responde.
Su complicidad, la muleta que se ceden uno a otro sin descanso teniéndolos delante, funciona pese a ser una pareja que apenas se llama o se envía mensajes de WhatsApp antes de grabar. “Es que casi ni hablamos en la vida real”, bromea Buenafuente, apelando a esa necesidad de frescor constante en sus charlas con público semana a semana. “A veces le digo: ‘Oye, me ha pasado una cosa, pero ya te la contaré en el Nadie. ¿Cómo le voy a contar mi rutina cotidiana? Si se lo digo, estoy matando nuestro material”.
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