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COLUMNA
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‘Clark’, la irreverente mezcla de ficción y realidad

Las gotas de cinismo de esta serie entremezclan con habilidad los robos de bancos, el tráfico de drogas y la ilimitada capacidad de seducción del protagonista

Bill Skarsgård en el papel de Clark Oloffson. En vídeo, tráiler de la serie.
Ángel S. Harguindey

El teólogo Francisco Suárez admitía la legitimidad de la fuga en el supuesto de condena excesiva o si la prisión fuese demasiado insalubre, algo que firmaría ya mismo Clark Olofsson, el delincuente sueco en el que se basa la muy entretenida serie Clark (Netflix) y que aplicó en 17 ocasiones en la práctica la reflexión del jesuita español del siglo XVII.

Una serie que mezcla ficción y realidad con el respetable anhelo de enganchar al espectador, lo que creo consigue con suficiencia, entre otras cosas por una estupenda interpretación de su protagonista, Bill Skarsgård, unas notables producción, vestuario y localizaciones y, sobre todo, un guion desenfadado con sus gotas de cinismo, en el que se entremezcla con habilidad los robos de bancos, el tráfico de drogas, la, al parecer, ilimitada capacidad de seducción del delincuente y una decidida vocación de vivir la vida intensamente.

Ya desde la primera secuencia (un paritorio en la que la inminente madre fuma sin parar con la misma ansia que maldice a los presentes: “Sacarme ya a ese cabrón”, grita entre calada y calada) sabemos que la serie será un homenaje a la irreverencia. La segunda pista nos la da el título del primer capítulo: “Si no podía ser el mejor en ser el mejor, sería el mejor en ser el peor”, dicho por quien en un rapto de lucidez reconoce que “me consideran una mezcla entre Pippi Calzaslargas y Al Capone”. La guinda de todos los comentarios sobre la serie incluye el que se debe a Clark Olofsson el fenómeno sociológico llamado “síndrome de Estocolmo” por su participación como intermediario en un atraco con rehenes. Su mediación consiguió liberarlos y ganarse su simpatía. Decididamente, Clark es un crack.

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