Matones señalando, ridiculizando, pontificando
El caso de Raquel Sánchez Silva en ‘El desafío’ nos hace estar alerta. Porque la diversión y la crueldad empiezan con una broma
¿Le dice a usted algo el nombre Jokin Ceberio? Puede que no. Se suicidó en 2004, a los 14 años, tras un martirio ejercido por sus compañeros de clase, consentidos —incluso alentados— por los docentes. Fue, creo, el primer caso mediático de acoso escolar en España. A raíz de ello se empezó a llamar a aquellas “cosas de niños” por su nombre: cosas de sádicos. Hay quien llama humor al acoso. Es muy complicado, el humor. A veces nace de la complicidad, y a veces de la crueldad. De Sálvame a Masterchef, el matón puede fingir que bromea sobre una convivencia, un reto, un pasatiempo. Pero siempre es lo mismo.
Sin ir más lejos, esta semana ha tenido lugar un pequeño roce: Raquel Sánchez Silva, concursante de El desafío, estalla cuando Santiago Segura se burla de su interpretación de Lo que el viento se llevó. No concibo cómo un actor puede hacerle eso a un compañero. Una diva sí lo hace, como Glenn Close en Cita con Venus. “Me dan ganas de llorar”, dice Sánchez Silva. “Pues llora”, responde Segura. En Masterchef hubieran dicho: “Esta esferificación de ancas de rana y pera es una vergüenza” (¿a nadie le extraña que sean más agresivos con los económicamente más débiles?). Luego, como es la tele, los famosos hacen las paces y la regidora pide unos espontáneos aplausos.
El día a día en los programas de entretenimiento: matones juzgando. Matones señalando, ridiculizando, pontificando. Matones mimados. Ni Sánchez Silva ni Tamara Falcó son Jokin Ceberio, ni muchísimo menos. Solo pisan el mismo tablero y escuchan la misma enseñanza, siempre con la excusa de ese humor de sentido único en el que ellos se ríen de ti y tú te tragas tu orgullo. Pero no. A los matones hay que hacerles frente, siempre. Si le hiciéramos frente a los matones no habría casos como el de Jokin. Por desgracia la diversión y la crueldad empiezan con una broma. Una inocente broma.
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