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Raquel Sánchez Silva: “No había vivido en un programa huracanes emocionales como estos”

La presentadora vuelve a TVE para ponerse al frente del talent show 'Maestros de la costura'

Raquel Sánchez Silva en el Museo del Traje.
Raquel Sánchez Silva en el Museo del Traje.INMA FLORES
Álvaro P. Ruiz de Elvira

"Raquel, no te asientes". Cuando Susan Sarandon te escribe y dedica esta frase sobre un cartel de la película Thelma y Louise, no hay más que acogerla como filosofía de vida. Así lo ha hecho la periodista Raquel Sánchez Silva (Plasencia, 1973), tras entrevistar a la actriz de Hollywood recientemente y que, tras dos décadas de profesión (Supervivientes, Likes, Pekín Express...), vuelve a TVE, la casa en la que empezó como reportera, para ponerse al frente de Maestros de la costura (La 1, 22.30). En el nuevo talent show de la cadena, 12 aspirantes a diseñadores buscarán convertirse en el mejor modista aficionado de España. "Mi historia de amor del programa no son los diseñadores ni las modelos. Mi historia es con las costureras. Cuando hemos ido a los talleres y hemos hablado con esas mujeres, que son mayoría, que llevan en los talleres años", admite la presentadora.

Pregunta: ¿Cómo se vende Maestros de la costura a un espectador medio?

Respuesta: Como cualquier talent show, lo manual o lo vocal es la excusa para trabajar las emociones humanas. Donde la gente se acaba enganchando a un Operación Triunfo, a un Supervivientes, a un MasterChef o a un Maestros de la costura es en el concursante, en lo que siente, en lo que pone en juego y en la ilusión que tiene. La costura, visualmente, es más que atractiva. Tú no vas a poder saber si está un hilvan bien dado, lo que sí puedes es juzgar sobre un maniquí si una camisa está bien hecha. Y esto lo va a sentir el espectador. En eso me parece incluso más fácil que la cocina, porque en la cocina no hueles y no saboreas desde tu casa.

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P. ¿Cómo ha sido la elección de los concursantes?

R. Ha estado muy equilibrado en cuanto a hombres y mujeres que cosían. Lo sorprendente ha sido recibir a muchísima gente joven. Esperaba que se presentaran muchas madres que cosen en su casa, o que han cosido, cuyas madres a su vez cosían. O abuelas. Lo que no esperaba es que hubiera tanta gente haciéndose su ropa o aprendiendo con tutoriales en internet. Pensábamos que teníamos que reconquistar una pradera desierta y a lo mejor es que no está desierta. En Nueva York hace unos años se puso muy de moda volver a tejer punto. Esto se extendió al mundo anglosajón. Quién se podía imaginar que un hipster iba a estar en una cafetería de Nueva York haciendo punto. Quien cose lo hace por amor, por pasión. No he encontrado a nadie que cosa por obligación. Eso no me lo he encontrado en ningún taller.

P. Hay ahí un factor artesanal también.

R. Y de herencia. He notado en los concursantes que hay mucho de pasado, de nostalgia, de vínculo con la madre, con la abuela. Igual que quien ha tenido relación con un diseñador, hombre en este caso, que eran mayoritarios también en su momento. El costurero, el sastre, esa figura. Dejan como una impronta en quien lo ha vivido de cerca que luego se acaba reflejando de alguna manera, es como si tuviera que salir. Tiene que ver con lo artístico al final. Son costuras emocionales fuertes.

P. ¿Qué le pareció la idea del programa cuando se lo propusieron?

R. Esperaba algo más pequeño, porque vi las versiones inglesa y francesa y son programas monos, muy bonitos y estupendos, pero más manejables. Y de repente entré en ese plató y creo que sé reconocer una gran superproducción. Esto es un talent grande. Nunca había manejado un programa de estas características, trabajando tanto la parte emocional. Porque al final no comer en una isla o viajar por el mundo corriendo en una furgoneta implica emociones que tienen que ver con el estrés, pero no tienen que ver con el orgullo, con la vanidad, incluso la soberbia. O con la humildad, cuando la hay. El que cose, se tiene en muy alta estima, es como que necesita eso para poder enfrentarse a unos jueces. No había vivido en un programa huracanes emocionales como estos.

P. ¿Cómo ha manejado esas emociones y egos?

R. No he visto nunca contestar así un concursante a un conductor, en mi caso, o a un juez, así, con esa seguridad, en algunos casos arrogancia, y en algunos casos, pánico. Todo ha sido exageradamente dramático, muy sentido. Y la tele pocas veces ya alcanza lo personal de verdad. Yo me he manejado como he podido, porque de pronto había momentos que no me lo podía creer, uno llorando, el otro también, uno que me quiero ir, no vivía yo algo tan puro televisivamente hablando desde el primer Pekin Express.

P. ¿Pesa llegar tras OT y con el recorrido de MasterChef?

R. TVE está viviendo un momento dulce, que ya le tocaba. Le he mandado un mensaje a Tinet [Rubira, director de Gestmusic, productora de OT] y le decía, qué bien que todo lo que está pasando [el éxito de Operación Triunfo] nos va a ir ayudando a todos y ojalá todos vayamos ayudando al siguiente. A todos nos apetece recuperar una televisión pública con llegada, que haga productos de mucha calidad, que haga lo que tiene que hacer, pero todas las noches, no una. No podemos caer en la comparación. No vamos a tener los números de OT en su última gala, evidentemente, pero es que nadie se acuerda de lo que hizo OT en su primera gala, ni lo que hizo en su primera temporada MasterChef.

P. Y cómo le sienta volver a la cadena donde comenzó?

R. Bien, porque ahora es un momento dulce. Profesionalmente, el run run es que es guay ahora estar en TVE. Se están haciendo cosas, y los profesionales estamos ahí, echamos el ojito. A ver, que no somos tontos, que nosotros queremos estar donde se hacen cosas buenas. Me hace mucha ilusión volver y hacerlo en este momento. Llegué siendo una nena, con 24 años. Yo el entretenimiento no lo tocaba, yo estaba en Torrespaña. Te hablo de informativos en los años de Sáenz de Burruaga, previamente María Antonia Iglesias. Viví esos años de TVE. Y me fui llorando de allí como si me marchara del paraíso sin posibilidad de volver.

Raquel Sánchez Silva posa para EL PAÍS.
Raquel Sánchez Silva posa para EL PAÍS.INMA FLORES

 P. En MasterChef el jurado fue básico para su éxito. ¿Cómo es cada uno en Maestros de la costura?

R. Son muy pasionales y muy puros. Han intentado por todos los medios convertirse en algo y no han podido. Lorenzo Caprile, que es un sabio de la costura y una enciclopedia con patitas, quiso demostrar que es muy técnico, pero al final es un nudito de emociones que no puede contener. Ni la rabia, ni la decepción ni la alegría ni la euforia. Palomo Spain tiene ese punto que parece naif, pero no lo es. Tiene un criterio clarísimo y luego es muy como 'no te quiero querer y te quiero'. Siempre está jugando al filo del acantilado. Al final es el más implicado. Y María Escoté... primero, la suerte de por fin trabajar con una mujer, porque he tenido muchos compañeros hombres, pero he trabajado con no tantas mujeres. María ha sujetado muy bien a Lorenzo y Palomo, que son dos huracanes. Con la seguridad que tiene, con lo poderosa que es, los ha agarrado y los ha mantenido en tierra y ha sido mi cómplice.

P. Muchos hombres, pocas mujeres como compañeras. De igualdad vamos mal...

R. No estamos ni por asomo cerca. Estamos exageradamente lejos. Tengo 45 años, llevo muchos años haciendo esto y lo cierto es que no me puedo quejar, porque he trabajado mucho, pero también es verdad que me he quedado sin muchos trabajos porque se los han dado a un hombre y que, ante la duda, mejor presentador que presentadora. Y no me voy a meter en el tema de la brecha salarial, porque existe también. Por supuesto que hay muchas comunicadoras con tanto talento como hombres con ese talento, pero estamos muy lejos. Yo no lo tengo que decir, todos conocemos los nombres de los presentadores y presentadoras de este país. Pues ya está, dos manitas tenemos todos para contar.

P. ¿Qué le aporta la televisión tras dos décadas de carrera?

R. Me encanta el entretenimiento, como es Maestros de la costura, algo divertido, grande, concursantes, emociones... Y luego, otra parte como más íntima de la tele, que recuperé con Likes en #0, que es volver a hacer periodismo. Llegará un momento en que a lo mejor tiene que ser una de ellas, porque mi cuerpo no aguanta todo, o porque mi imagen no lo aguanta. Y cuidado, que lo que acabo de decir es muy cruel, pero es la verdad. No que no la aguante, sino que, ¿cuántos años me quedan a mí de imagen para que una cadena de televisión me deje ponerme ahí? Me hubiera gustado hacer más, pero creo que todavía tengo un poquito de tiempo. No lo digo desde la tristeza, lo digo desde la ambición bien entendida. Todos queremos tener trabajo, y esto realmente para una mujer, ahora mismo que haga imagen es más complicado que para un hombre. Es un poco cambiar la costumbre. Se trata también de rutinas. De verdad, pienso que siempre hay que ponerse del lado del que no comprendes. Y va a cambiar, no tengo duda, ojalá un poquito más rápido.

P. Raquel, no te asientes...

R. Nunca he sido una superrebelde, pero en lo mío he intentado dentro de lo que he podido ir haciendo cosas. ¿Podía haber hecho más? Seguro. ¿Ahora me da más miedo? Pues quizá al contrario. A veces la edad te da serenidad, pero también una capacidad de riesgo mayor porque ya sabes que a veces jugarse las cosas no es tan importante, que no se va a acabar el mundo al día siguiente. Tengo muy presente la frase de Susan Sarandon, pero también hay que tener mucho valor para asentarse cuando llega ese lugar que te ha costado tanto encontrar. Porque huir, abandonar, no resistir, también es sencillo. Pero vamos, esta cosa de lo indómito está muy bien.

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