El ‘furbo’
Resulta grotesco que la oralidad de muchos futbolistas se manifieste frecuentemente mediante tópicos, respuestas infantiloides o vacuas
Veo a un futbolista al que entrevistan durante la Copa América. Lo hacen en un idioma que desconoce y no hay traductor. “No entiendo nada de lo que me pregunta”, asegura su lógico desconcierto, pero el interrogador continúa dirigiéndose a él en brasileiro. Y llega el momento surrealista. El futbolista le responde en español: “Vamos a darlo todo en este partido, estamos en la línea positiva” y no sé cuántas chorradas más. Es un robot recitando frases hechas y lugares comunes. Algo sonrojante, pero también habitual entre la mayoría de su millonario gremio.
Las estadísticas deberían de constatar que en el fútbol, al igual que en las demás profesiones, tiene que haber listos, tontos y normales, gente que sabe expresarse y otros que no tienen nada que decir o lo hacen de forma patética. Son atletas y bastantes de ellos poseen inteligencia o arte conduciendo un balón. Pero resulta grotesco que su oralidad se manifieste frecuentemente mediante tópicos, convencionalismos, respuestas infantiloides o vacuas. Ya sé que hay excepciones, que te encuentras con personas brillantes, comunicativas y cultas que fueron jugadores, como el difunto y adorable Robinson, Valdano, Pardeza y otros, pero suponen un milagro en ese universo.
Imagino que en el fútbol existe idéntica cuota de homosexuales que en el resto de los oficios. Al parecer, no hay ninguno. La presión debe de ser salvaje cuando ningún futbolista se ha atrevido a declarar: “Me gustan los tíos. ¿Y qué?”. Resulta tan necesario como admirable que el portero de la selección húngara haya criticado en público las políticas contra la homosexualidad que practica el terrorífico Gobierno de su país. Es heterosexual. Pobrecito mío si comete algún fallo espectacular en los goles que le cuelen. Le espera el exilio permanente.
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