_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Al vacío

Aún puedo estremecerme y sentir infinita piedad al escuchar que un hombre se lanzó al vacío cuando fueron a desahuciarle de la casa que habitaba

Una concentración frente a la Delegación del Gobierno de Cataluña en Barcelona celebrada el martes 15 en apoyo al hombre que se suicidó el lunes 14 cuando iba a ser desahuciado en Barcelona.
Una concentración frente a la Delegación del Gobierno de Cataluña en Barcelona celebrada el martes 15 en apoyo al hombre que se suicidó el lunes 14 cuando iba a ser desahuciado en Barcelona.Pau Venteo (Europa Press)
Carlos Boyero
Más información
1
Segundo, el hombre hundido por su desahucio que no pudo más

Son la única gente en las calles que no están conectados obsesiva o rutinariamente a esos aparatos tecnológicos que al parecer contienen la vida. Son los ancianos. La mayoría caminan con muletas y también en silla de ruedas. Acompañados algunos por una persona que les ofrece un brazo protector. Muchos, solos. Se sientan en los bancos públicos y miran a los transeúntes o al vacío. O ni eso. Tal vez estén concentrados en sus recuerdos de plenitud y hayan logrado apartar las desdichas que padecieron. Cuentan que una cantidad alarmante de esos viejos mueren solos en su casa. Nadie que esté decrépito y roto merece ser una isla cuando llega el final.

Los medios de comunicación tienen mucho cuidado en certificar suicidios al hacer las necrológicas. Dicen los psicólogos que esa información alienta a que hagan lo mismo otros que lo están pasando fatal. Aún puedo estremecerme y sentir infinita piedad al escuchar que un hombre se lanzó al vacío cuando fueron a desahuciarle de la casa que habitaba, del que imagino era su único refugio, o ante el suicidio de una cría que se sentía acorralada por la matonería en su colegio. Por ser distinta, o débil, o torpe, esas cositas con las que siempre se ceba el poder.

Tal vez se pueda sobrevivir malamente en compañía del miedo. Pero la revelación de que todo está perdido, cuando implorar compasión ya es un recurso inútil, la certidumbre de que la intemperie es absoluta, de que el hoy y el mañana suponen una enfermedad insoportable, puede otorgar el valor que se necesita para acabar de una puta vez. Y es horrible que haya niños insomnes, desesperados, suicidas. Sabemos lamentablemente que los pueden freír a bombazos o que la bestia que les engendró los arroje al mar. Pero que ellos decidan irse inspira tanto terror como piedad.

Puedes seguir EL PAÍS TELEVISIÓN en Twitter o apuntarte aquí para recibir nuestra newsletter semanal.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_