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Columna
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

¿Feminismo?

La demagogia va ganando la batalla contra la sensatez y la moda de la renovada boba y estomagante Inquisición va a ser duradera

Carmen Calvo, vicepresidenta primera del Gobierno, el pasado miércoles durante un acto en la localidad cántabra de Potes.
Carmen Calvo, vicepresidenta primera del Gobierno, el pasado miércoles durante un acto en la localidad cántabra de Potes.Pedro Puente Hoyos (EFE)
Carlos Boyero
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Tengo ya carencias infinitas y no espero milagros, pero aún no he perdido la capacidad de escandalizarme. Con la idiotez satisfecha, la impostura oportunista, el falso victimismo. Escucho a una señora llamada Carmen Calvo, ministra de no sé qué, cuando le preguntan sobre la brutal subida del coste de la electricidad en determinados horarios, que servirá para hacer aún más ricos a los dueños del tinglado, que el temazo no lo representan esos horarios sino quién va a poner la lavadora y a planchar la ropa. Se necesita desvergüenza para tan viscosa reflexión. Poco después, me llega el indignado lamento de Susana Díaz, dama de oratoria hueca y expresividad teatrera, acusando al PSOE de que la está torpedeando. Su ladino argumento es: lo hacen porque soy mujer.

Sin embargo, me provoca cierta risa y algo de sonrojo el afán abrasivo de las secciones culturales por descubrirnos un día sí y al otro también la sublime obra de las 50 mejores poetisas senegalesas, las maestras del wéstern indie, las hasta ahora ocultas y excelsas narradoras bielorrusas o el imperdonable machismo que caracteriza a la mayoría de la pintura clásica y a los museos que la albergan.

La demagogia va ganando la batalla contra la sensatez y la moda de la renovada boba y estomagante Inquisición va a ser duradera. Sus pesadas activistas se están forjando una carrera, admito su ilimitada imaginación para nuevas majaderías. El feminismo inteligente debe sentir bochorno.

También bostezo cuando los políticos introducen sin tregua en sus arengas el término relato. Y descubro inevitablemente el carnet de modernez cuando alguien escribe o habla de buenismo, epifanías y viejunos. Estas palabras me sirven para abandonar inmediatamente su relato.

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