Asesorando
Agradezco la oralidad peliculera de Iván Redondo. Tonterías tan exuberantes y melodramáticas al menos me despiertan la risa
La inteligencia, gracia y causticidad de aquel insustituible juglar llamado George Brassens escandalizaron a ciertas almas puras cuando escribió y cantó: “Morir por las ideas. La idea es excelente. Muramos, de acuerdo. Pero de muerte lenta”. Pienso en ello al escuchar la grandilocuente, teatrera y suicida declaración del supremo guionista del presidente Sánchez, cuyos grisáceos y huecos discursos tiendo a olvidar inmediatamente. Asegura el samurái Iván Redondo (un tal Iván, le definió el perverso Alfonso Guerra): “Yo me tiro a un barranco por Sánchez”. Y añadió en plan numantino: estaré con él hasta el final”. Sospecho que ve cercano el crespúsculo. Agradezco su oralidad peliculera. Tonterías tan exuberantes y melodramáticas al menos me despiertan la risa. Y todo es tan tedioso en los discursos de los representantes del amado pueblo.
Pienso yo que la labor de los asesores de los dirigentes políticos consiste también en prevenirles o certificar sus errores, no en despeñarse por los barrancos si amenaza la ruina. Procurar que la interpretación que hacen los actores de los textos que han escrito ellos sean convincentes o seductores para el público, que es el que paga la función.
Cuentan los informados que el éxito abrasivo de la singular Ayuso se lo debe en gran parte a su ideólogo, un señor con sonrisa conejil y voz desafortunada que se llama Miguel Ángel Rodríguez. Es probable que la falaz majadería de comunismo o libertad se le ocurriera a él, pero está claro que lo del valor impagable de Madrid porque no te encuentras por la calle a tus ex parejas, o lo de los amigos borrachos en el karaoke, le pertenece al verso libre y la vocación surrealista que encarna la desinhibida reina Isabel.
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